domingo, 31 de julio de 2016

IBN MARWAN "al-Yilliqí" fundador de Badajoz


Ibn Marwan “al-Yiliqí” - fundador de Badajoz, Extremadura

Por Elisa Simon

En este artículo los quiero acercar a un personaje un tanto desconocido de la historia de al-Andalus, Ibn Marwan, el rebelde muladí, que fundó Badajoz allá por el siglo IX. Su nombre completo era abd ar-Rahman ibn Muhammad ibn Marwan ibn Yunus al-Yilliqí. Su familia de origen hispanogoda, procedía posiblemente del norte de Portugal y se instalaron en Mérida bajo el emirato omeya, ocupando su padre el puesto de wali o gobernador de la ciudad bajo el emir abd ar-Rahman II.


Badajoz, situada a poca distancia de Mérida, era una pequeña aldea llamada Batalius, donde parece ser había una población visigoda y una pequeña fortaleza abandonada. La aldea no tuvo gran desarrollo durante los primeros siglos de su historia, permaneciendo a la sombra de la poderosa y bella Emeritilia romana, Mérida.

Con la llegada del Islam, algunos habitantes de la Península mantuvieron su fe cristiana, pasando a ser mozárabes, mientras que otros abrazaron el Islam, llamados muladíes. Éstos últimos protagonizaron algunos alzamientos sonados contra los primeros emires Omeya.

Hacia mediados del siglo IX tuvo lugar una sublevación muladí en Mérida,
donde nuestro personaje, ibn Marwan, fue hecho prisionero y enviado como rehén a Córdoba. Allí permaneció alrededor de siete años, durante los cuales se ganó la confianza del emir, gracias a su discreción y otras habilidades. Se convirtió así en capitán de guardias reales. Este ascenso de su estatus social, le aportó muchas satisfacciones, pero también algunos enemigos, como el hayib Hashim ibn abd al-'Aziz. Según dicen, ocurrió un incidente entre ambos, delante del emir. El abuso de poder del hayib y la humillación que sufrió ibn Marwan provocó que éste decidiera abandonar Córdoba junto con unos cuantos fieles compañeros.

Hacia el año 874 estaba ibn Marwan con sus amigos cabalgando camino de Mérida, hasta que llegaron al castillo de Alange donde se atrincheraron. Este castillo inaccesible está situado sobre un cerro rocoso junto al río Matachel y a orilla del embalse de Alange.


Por aquel entonces el emir omeya era Muhammad I, éste ordenó enviar un ejército hasta la zona para reducir al rebelde. Sitiaron el castillo durante tres meses hasta que los insurrectos debieron capitular. Ibn Marwan pidió retirarse a vivir a la zona cercana a la aldea de Batalius, eligió un enclave frente al cerro de la Muela, sin embargo el emir sólo autorizó que se estableciera sobre el mencionado cerro. Este promontorio, por su situación estratégica, cumplía las condiciones óptimas de defensa natural sumado a las fecundas tierras de la vega del río Guadiana. Los cronistas hablan de tierras de labranza, ganadería y pesca. En este momento se sitúa el origen de la ciudad de Badajoz.

Ibn Hayyan: “abd ar-Rahman, hijo de Marwan, conocido por el Gallego fue quien hizo nacer esta ciudad, y fue el primero que construyó en ella en la hégira 261 … (874 de la era cristiana)”

Sobre el cerro de la Muela, Ibn Marwan mandó construir una mezquita, una nueva fortaleza y una muralla, sobre algunas edificaciones ya existentes. La fortaleza estaba situada en la parte más elevada y septentrional rodeado por el Guadiana y el Rivillas. Al mismo tiempo, el muladí se las ideaba para combatir a los emires, realizando razzias en los dominios emirales y expandiendo su territorio poco a poco. En el verano del año 876 se libró una batalla crucial, la de Montsalud.

En la sierra de Montsalud se encontraba la fortaleza del mismo nombre, donde ibn Marwan se refugió en más de una ocasión. Esta situada en el camino entre Badajoz, Mérida y Beja, en una zona escarpada él conocía muy bien, siendo un baluarte estratégico clave en la zona.

El emir Muhammad I, no podía permitir este comportamiento y envió un ejército al mando de su hijo al-Mundir y el visir Hashim, aquel que lo había humillado en Córdoba. Ibn Marwan tenía informadores en la capital del emirato y fue avisado con antelación de la llegada de este ejército. Como aún no se habían terminado los trabajos de construcción de la nueva fortaleza y la muralla, decidió salir de Badajoz. Pidió ayuda al leonés Alfonso III y también a otro rebelde Sa'dun, que controlaba el territorio del Algarve.
En un momento dado, la columna del ejército al mando del visir Hashim marchó hacia la fortaleza de Montsalud, accediendo por aquella zona escarpada de la sierra y cayó en una emboscada. Ibn Marwan que conocía bien el terreno, casi no tuvo que combatir, sino tomar prisioneros y hacerse con el botín. Entre aquellos prisioneros se hallaba el propio visir Hashim. El muladí aprovechó la ocasión para vengarse de su enemigo. En lugar de maltratarlo o ejecutarlo, se lo envió como prisionero al rey leonés Alfonso III, éste pidió un rescate gigantesco, tanto que el visir Hashim permaneció recluido en aquella corte durante casi dos años, hasta que pudo saldar el precio de su libertad.

La batalla de Montsalud fue una victoria muy sonada y supuso para ibn Marwan un reconocimiento e incremento de poder. No sólo la población de la zona acudió a Batalius en busca de protección, sino que aquel pequeño grupo de amigos y afines al muladí, se convirtió en un ejército bien pertrechado que seguían a su caudillo con fidelidad.

Ibn Hayyan: “… tenía fama de caudillo temible. Sus victorias eran muy celebradas; sus actos crueles le valieron gran reputación y respeto entre los emires sus rivales, que terminaron por colocarlo por encima de ellos ...”

 
Ibn Marwan regresó a Badajoz después de aquella victoria y prosiguió con la consolidación de la nueva ciudad, cuya población iba en aumento en detrimento de Mérida. A su prestigio se unió la expansión de su territorio. Realizó campañas de castigo contra los dominios emirales, se apoderó del castillo de Talyata (Tejada), Niebla, llegando hasta las inmediaciones de Sevilla, Faro, Monchique y demás territorios del Algarve.
El emir Muhammad I volvió a enviar un ejército, que sitió Badajoz. Intramuros se habían presentado algunos conflictos internos, por lo que ibn Marwan decidió poner tierra de por medio y marchó hacia León, en cuya corte estuvo viviendo durante ocho años, junto a su aliado Alfonso III.

Desde aquella corte cristiana, planeó su regreso a Badajoz. Organizó una estrategia atacando, junto con el rey de León, una serie de fortalezas en el territorio de Badajoz y Mérida.
Una vez más el emir envió tropas a Badajoz, nuevamente fue sitiada e ibn Marwan otra vez, huyó y se refugió en fortalezas de la zona. Finalmente hacia el año 884 decidió firmar un tratado de paz con los emires cordobeses con amplias ventajas para los habitantes de Badajoz, tales como eximir a sus habitantes del pago de tributros.

Ibn Marwan regresó a Badajoz. Dos años después falleció Muhammad I y con su hijo, al-Mundhir, firmaron un nuevo tratado con más ventajas aún para la gente de Badajoz. La ciudad ya estaba fortificada, cuando al-Mundhir murió y su sucesor abd Allah, le otorgó autoridad total sobre el territorio de Badajoz a cambio de fidelidad. Así se selló ese pacto. 

 
Ibn Marwan protegió a los mozárabes de la zona rural y de Mérida, ciudad que había quedado casi indefensa, después de tantos asedios. Intramuros de Batalius convivían mozárabes, según los expertos había al menos un templo mozárabe, donde hoy se alza la Iglesia de San Juan Bautista. Está documentado también la presencia de un obispado procedente de Mérida hacia 852. La población musulmana la componían muladíes y beréberes. No encontré documentación acerca de la población judía en tiempos de ibn Marwan, eso no quiere decir que no la hubiera. Sin embargo, es a partir del siglo XI cuando sí se puede documentar presencia judía en la ciudad.

Ibn Marwan murió antes del año 912, siendo su sucesor su hijo Zaid y su nieto abd Allah, hasta que finalmente el territorio fue absorbido por abd ar-Rahman III estableciendo el califato en 929 … pero esa es ya otra historia … 

 

BIBLIOGRAFIA:

- “Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana” por Matías Ramón Martínez y Martínez. Diputación de Badajoz 2005
- revista Sharia nº74 2015 “Judíos en Badajoz” por Guillermo S.Kurtz Schäfer
- Historia de España Menéndez Pidal tomo IV conquista, emirato y califato. Ed. Espasa-Calpe

IMAGEN DE INTERNET:

- castillo de Alange. Www.absolutbadajoz.com






domingo, 17 de julio de 2016

LA CAZA CON HALCÓN EN AL-ANDALUS


La caza con halcón en al-Andalus 

Por Elisa Simon 

A lo largo de la historia de al-Andalus, los soberanos andalusíes disfrutaron del ocio de diversas maneras, siendo una de ellas la caza con halcón. Existe amplia información acerca de esta temática, bien en iconografía en arquetas, cerámica, frescos y fuentes escritas como El Calendario de Córdoba y poesía. 


En este artículo quiero dejar volar un poco la imaginación, para visualizar cómo podía haber transcurrido una jornada de caza con halcón en al-Andalus.

Se organizaba un gran despliegue de gente en el alcázar. Un sinfín de personal de servicio debía organizar los víveres para la comitiva, preparar y engalanar los caballos y reunir lo necesario para la tienda real. 

Por otro lado, el maestro cetrero (sahib al-bayazira) o Gran Halconero y sus ayudantes debían tener ya seleccionados y acondicionados entre ocho y diez aves rapaces, en especial halcones (bazi), así como los hermosos ejemplares de galgos africanos (saluqi). El día de caza se convertía en un evento de grandes dimensiones.




De madrugada, la comitiva aguardaba en el patio del alcázar. Banderas alusivas a los gobernantes ondeaban en el aire, otorgando solemnidad al evento. Los participantes solían ser miembros de la nobleza local, los altos cargos administrativos, como visires y secretarios, demás miembros de la corte, como poetas o músicos, así como algunas de las mujeres del harén. Ellas iban en carros adecuados y lo más cómodas posible. Los cortesanos montados a caballo sobre bellas monturas. Estos nobles y hermosos animales, lucían sus cabezas y pecho adornadas en colores vivos.
Cerraba la comitiva el grupo de sirvientes y esclavos con sus carros y mulas cargadas de los enseres necesarios. 

El maestro halconero a lomo de un robusto caballo, contaba con un número importante de ayudantes. Éstos se ocupaban de tranquilizar a los galgos, que impacientes habían comenzado a ladrar. Estos hermosos y cuidados canes tenían una silueta delgada, con las orejas caídas, cara afilada y ojos pequeños. Su pelo corto y brillante remarcaba entre el pelaje las costillas. Los gobernantes los tenían en alta estima, no sólo por su belleza, sino por su fuerza y velocidad.

El poeta ibn Jafaya, del siglo XII dejó este poema para la eternidad: 


El príncipe caza con perros capaces de larga carrera,

con hocico grande y ojos pequeños,

delgados de flancos, collar al cuello y

de gran experiencia de la caza.

Abren sus fauces para enseñar los dientes como hierros de lanza

y su modo de andar es como lanzas vibrantes.

Siguen el rastro de la caza por el roquero

mientras la noche cubre la tierra con un manto de lunares.

Unos son negros y tienen una mirada tan flameante

que la brasa de sus ojos os lanza tizones de fuego.

Otros tienen una cota teñida de rojo y la correa de cuero

se la han quitado a una estrella fugaz

En un cielo polvoriento.

Galopan tras la pista borrada hace mucho tiempo y

leen las letras de las huellas.

La delgadez ha curvado su lomo de tal suerte

que parecen, cuando la polvareda los esconde,

las medias lunas de los últimos días del mes lunar.” 


El halcón llevaba una caperuza de cuero, que tapaba sus ojos. La rapaz mantenía una postura majestuosa, posado en el antebrazo izquierdo del cetrero, quien se protegía de las garras afiladas, gracias a un guante grueso de cuero. Al-Andalus contaba con varios sitios donde se criaba y amaestraba halcones, siendo los más célebres, los de Niebla (Labla al-hambra), Lisboa, zona de Levante y las Islas Baleares. Estas hermosas aves rapaces lucían un brillante plumaje claro, otros tenían el dorso color plomizo. Su pico curvo imprimía en ellos aires de grandeza y dignidad. 





La jornada de caza se iniciaba cuando el Emir asomaba por la puerta del alcázar, a lomo del más hermoso corcel enjaezado. Según la época del año, vestía una capa larga de terciopelo negro con los filos bordados en hilos de plata, con un cinto ancho de cuero, donde sostenía su espada envainada. La capa de terciopelo cubría la zona trasera del caballo. Lo seguían el príncipe heredero, los demás hijos y la familia cercana, los cuales solían ocupar los puestos más importantes del gobierno.

Por estricto orden jerárquico la comitiva comenzaba a moverse, despejando el patio de armas, cerraba este cortejo los sirvientes y esclavos, que arreaban con las mulas cargadas y tiraban de los carros a rebosar de enseres.

En al-Andalus había distintos lugares para la caza, uno de los favoritos era el valle del río Guadalquivir (wadi el-kebir). La comitiva seguía el camino del río al abrigo de olmos, álamos y sauces. En el valle abundaban aves, como las grullas (garaniq), la perdiz (hayal), la paloma (hamama), el faisán (dik), la avutarda (hubara), la tórtola (qumri) y también liebres y conejos.

Una vez llegados al valle y con los primeros rayos del sol, los sirvientes se ocupaban de preparar y montar la tienda real de grandes dimensiones. Más larga que ancha, en su interior, los sirvientes extendían alfombras o esteras, según la época del año, colocaban mesas bajas de madera labradas, los divanes de viaje, almohadones y todo lo necesario para la comodidad de los asistentes. Los sirvientes de cocina preparaban ricos manjares en abundancia, acompañados de zumos naturales, vino, agua, frutos secos, copas, platos, manteles, no podía fallar nada.

Mientras se realizaba este meticuloso trabajo y ajeno a todo el soberano y su séquito disfrutaban de la belleza de la naturaleza y admiraban la belleza del halcón peregrino.

El maestro cetrero descubría los ojos del halcón y con un gesto del brazo izquierdo lo soltó al aire. Fascinados, observaban la rapaz extendiendo sus grandes alas, mientras volaba en círculo a gran altura, en busca de su presa. 

En tierra, el maestro halconero a caballo vigilaba la rapaz, mientras los ayudantes a pie, se ocupaban de los galgos, que husmeaban inquietos y sus ladridos hizo ahuyentar una grulla que salió volando.

El halcón sin dejar de volar, detectó su presa, clavó su mirada en ella, se lanzó hacia ella a toda velocidad. El halcón cayó en picado desde lo más alto del cielo, hacia la pobre grulla blanca y grande, que consciente del peligro intentó salvar su vida. Sin embargo, el halcón justo antes de estrellarse contra el suelo, aleteó y se colocó en el punto de mira ciego de la presa, es decir, justo detrás y algo por debajo de ella.




En un momento dado, el halcón se volvió de cara hacia su víctima con las alas extendidas y sus garras afiladas hacia delante. Atacó la grulla, la golpeó con sus garras curvas, lo cual produjo un estallido de plumas en el aire seguido de un sonido desgarrador. La grulla se resistió, el combate era a muerte. Picotazos y arañazos hirieron la grulla, hasta dejarla sin aliento. El halcón la inmovilizó con sus garras e inició su descenso. La soltó desde una altura razonable para que los galgos la pudieran localizar. El maestro halconero salió a galope, mientras que sus ayudantes corrían a la par de los galgos, que seguían el rastro de la sangre de su presa. Los galgos ladraron indicando que habían localizado la grulla moribunda. Finalmente los ayudantes del cetrero le dieron una muerte rápida. Por su parte, el halcón, obediente y orgulloso, regresó al brazo de su amo, quien lo premió con generosidad. 

El poeta abd al-Yalil, el murciano ministro del rey al-Mu'tamid de Sevilla escribió este poema: 

El halcón es como un sable tajante en tu mano,

¡Si el sable pudiera tener alma en la confusión del combate!

Pasa la cabeza a través de la larga capucha con la que

le has cubierto y que cae sobre sus hombros como un chal.

Sus miradas están inflamadas por su avidez y

el cielo recibe heridas de sus ojos.

Como el viento, vuela con rapidez;

se diría que el viento reclama a su hijo

que está sobre tu mano derecha.”


Este mismo poeta, improvisó lo siguiente relacionado con el halcón:


En la caza, antes de tí, se seguía una costumbre tradicional,

pero he aquí que tú la has cambiado

de la manera más sorprendente:

¡Tú sueltas los halcones y

cada vez que los sueltas,

les haces don

de los pensamientos de los poetas!”


Los momentos distendidos en la tienda real y sus alrededores, transcurrían entre manjares servidos en grandes platos, vino en copas de cristal y zumos en vasos de cerámica vidriada. El melódico sonido del laúd y el canto femenino daba el toque musical en medio de una ambiente natural del valle, con una suave brisa que acariciaba las hojas de los árboles.

Así podría haber transcurrido un día al aire libre de diversión entre la nobleza y miembros de la corte de los gobernantes andalusíes entre los siglos IX y XIV. 




BIBLIOGRAFIA: 

- Esplendor de al-Andalus, Henrí Pérès – libros Hiperión

- “El Halcón en al-Andalus”, de José Luis Díez Giménez, Doctor en Geografía e Historia UNED

- “La cetrería en la iconografía andalusí”, de Francisco Juez Juarros

IMAGENES DE INTERNET:

- cuaresmapinturanaturaleza.blogspot.com

- pladelafont. Blogspot.com

- “la cetrería en la iconografía andalusí” de Francisco Juez Juarros