jueves, 11 de julio de 2013

Los placeres del canto y de la música en la corte de al-Mu´tamid.

Los placeres del canto y de la música en la corte de al-Mu´tamid.

Por Elisa Simon

El siguiente artículo lo escribí en el año 1998 para el cuaderno cultural “al-Andalus” de la Asociación Amigos del Legado Andalusí de Sevilla, a la cual yo pertenezco desde hace muchos años. Como verán, el artículo está escrito a modo de diario, donde basándome en datos extraídos de varios libros, puse mi imaginación en marcha y así se creó “diario de Widád, esclava del rey al-Mu´tamid”.

En general, los reyes de taifas se caracterizaron por su tendencia a la vida festiva y los placeres. Uno de ellos fue el rey al-Mu´tamid, nacido en Beja (Portugal) hacia el 1030. Llegó al trono de la taifa sevillana en el 1069 y bajo su reinado la taifa vivió su período de máximo esplendor poético y artístico, además logró expandirla hasta llegar a Tudmir (Murcia) hacia el 1082. Gobernó un vasto territorio hasta su caída en el 1091 frente a los almorávides de Yusuf ibn Tashfin. El siguiente poema refleja bastante bien el carácter andalusí de los príncipes.

“Abreva a golpes redoblados tu corazón,
Pues más de un enfermo se ha curado así,
Y arrójate a la vida como sobre una presa,
Pues su duración es efímera.
Incluso si tu vida durara mil años completos,
No sería exacto decir que es larga.
¿Te dejarías llevar por la tristeza hasta la muerte
Cuando el laúd y el vino fresco están aquí y te esperan?
Que la preocupación no se adueñe de ti a viva fuerza,
En tanto que la copa es como una espada centelleante en tu mano.
Conduciéndose con cordura, las contrariedades nos acosan
Hasta lo más profundo de nuestro ser,
Ser cuerdo, para mí, es no serlo.”


Volviendo al artículo del año ´98…Aquí comienza el relato, espero que les guste.


 Mi señor, el rey al-Mu´tamid, Allah le proteja, está preparando una fiesta para esta noche, en el hermoso palacio de az-Zahí.
Antes de seguir este relato, quiero presentarme. Me llamo Widad, soy una de las esclavas del rey de Ishbilya, yo soy Nubia.
Mi señor, Allah le dé larga vida, tiene varios palacios en la ciudad, a cual más hermoso y suntuoso. El de az-Zahi, que en vuestro idioma significa “el próspero”, está situado extramuros, a orillas del wadi el-kebir, en su margen izquierda.
Al-Zahi es un pequeño palacio con terrazas al río y espléndidas vistas a la ciudad. Es ahí donde le gusta a mi señor entregarse a los placeres más diversos.
Mi rey está contento, porque todo está a punto para iniciar una larga y animada fiesta entre amigos. El gran salón de Sa´d al-Su´ud es perfecto para ello. Este salón se llama así por el nombre de su cúpula, que significa “la felicidad de las felicidades”, se trata de la 24º morada lunar, muy favorable en nuestra cultura.
Ya ha llegado Ibn ´Ammar de Silves, Ibn Hamdis de Siracusa, Ibn al-Labbana de Denia, el gran geógrafo al-Bakri, quien acercándose a Ibn Wahdun de Murcia le recitó estos versos:


“¡Ah, amigos míos, ardo por tener la copa en mis manos y
Por respirar el perfume de las violetas y del mirto!
Vayamos a entregarnos a los placeres,
Prestemos oídos a los cantos y
Ocultemos este día huyendo de las miradas indiscretas.”


Todos ellos lucen sus mejores galas, con trajes de lino en colores suaves.




Nosotras, las bailarinas, ya estamos casi listas. Yo he elegido un vestido precioso, de seda fino, color crema, para que contraste con mi tono de piel. El vestido deja mis brazos al descubierto. Mi cuello largo se prolonga en un sutil escote, un lazo de telas ciñe mi cintura, quedándose mi espalda al descubierto.

Mi compañera Yawhara, lleva su cabello negro azabache, largo y ondulado, adornado con flores naturales cuidadosamente escogidas y se ha puesto el brazalete curvo plateado.
Nuestras manos están teñidas con alheña trazando dibujos vegetales que se prolongan por los dedos.

Mis ojos son negros, profundos, grandes y algo almendrados, tan solo necesitan un suave perfilado con alkuhl. En el pelo largo y sedoso llevo flores de azahar como si fueran motitas blancas esparcidas de forma caprichosa.
Tan sólo me falta envolverme en aroma de almizcle, este aceite desprende su fragancia de mi cuerpo con cada movimiento que hago al bailar.

Uraywa, canta como un ruiseñor y acaba de entonar una melodía que habla de amor, ella está oculta de las miradas de los invitados por la sitara.
“ Las hojas les sirven de telón cuando cantan sobre las ramas” 
Su voz es dulce, pero potente, clara y emotiva. El ´ud la acompaña creando la magia de la música andalusí.



Mientras, los invitados ya han disfrutado de una opulenta cena a base de entrantes fríos, como zanahorias o berenjenas en miel, luego un cordero con frutos secos y para terminar manjares dulces con almendras y pistachos. ¡Ya llegó la hora de la diversión! Los esbeltos y apuestos coperos se afanan en llenar de vino las copas de cristal cinceladas del Irak.  
Mi señor, alegre dedicó este poema a uno de esos robustos coperos:

¡Qué hermoso es el copero, que
Con su fino talle y sus miradas llenas de seducción,
Se ha levantado para servir vino…!

Mi señor, sentado en su sarir, sobre cómodos almohadones de seda en colores vivos, disfruta de la velada, mientras pica algunos naql que se han servido en las mesas bajitas y redondas, de madera labrada. A su alrededor se acomodaron sus hijos y demás familiares así como los demás miembros de la corte.
La música poco a poco va transformando el ambiente en festivo, Uraywa entona melodías más alegres, mientras las flautas y el laúd suenan con ritmos animados. El rey comienza a batir las palmas y los demás poetas lo siguen, ríen, cantan y nos alaban.

“…a una gacela pedí vino,
y me sirvió vino y rosas;
pasé la noche bebiendo el vino de su boca
y tomando la rosa de sus mejillas.”

 La música retumba en todo el palacio. Alzamos los brazos al aire como si fueran alas de paloma, con elegancia movemos las manos al tiempo que el cuerpo dibuja movimientos ágiles, suaves y miradas sensuales. Amada, con su vestido rojo y aroma a ámbar gris, gira y gira moviendo su cabeza, yo me acerco a ella para acompañarla. Sonreímos. Ella es de piel blanca, ojos claros y cabello rubio, lo cual hace un contraste armonioso.

“Si las mujeres jóvenes de mi harén,
Cantan aires melodiosos acompañándose de la cítara,
Los nobles caballeros de mi casa,
No escatiman con su sable su rudo canto
Sobre los cascos de los enemigos.”               

Por allí viene Gulamiyya, que sirve vino a mi señor, vestida de muchacho. La fiesta sigue, entre aromas a violetas, almizcle y ámbar gris, copas de cristal, dulces, los sonidos del laúd, versos improvisados, risas, baile, miradas furtivas, pasión y sensualidad.



 La luna hace tiempo que ya alumbra la noche, las antorchas iluminan los patios dibujando sombras caprichosas sobre las paredes, las cortinas blancas de las estancias y ventanales se mueven con suavidad haciendo ondas al aire, mientras la fiesta sigue.



Finalmente el manto nocturno se va retirando dejando paso a la aurora, la fiesta continúa a un ritmo más sosegado. El baile dio paso a los versos improvisados y ritmos más suaves. El rey y sus amigos se asoman a uno de los ventanales, para disfrutar de la magia del amanecer, mientras el laúd entona una nuba adecuada para ese momento. Un instante de silencio impera, solo roto por el tañido del laúd, mientras las nubes se convierten en las protagonistas de la fiesta, con su abanico de colores rojizos, anaranjados, azulados y rosados, cuando los primeros rayos del sol aparecen tímidos por el horizonte.

Así comienza un nuevo día en el reino de al-Mu´tamid, el más poderoso de al-Andalus.