jueves, 23 de abril de 2015

POEMA DEL REY AL-MU´TAMID


POEMA DEL REY AL-MU´TAMID

"LLORARÁN POR EL" 





En esta ocasión quiero ofrecerles algo diferente, que espero les guste. 

Se trata de un video donde recito (como mejor puedo) un poema escrito por el rey al-Mu´tamid, cuando estaba cautivo en una celda en Aghmat, al sur de Marraquech. Los cuatro años que sufrió entre aquellas paredes los plasmó en varios poemas y éste es uno de ellos. Para acompañar este poema he tenido la suerte de poder contar con la música andalusí de Eduardo Paniagua. En el CD "La llamada de al-Andalus" se incluye esta pieza "confianza mía". 

En este poema hace alusión a los orígenes de su dinastía, que era la tribu yemení de Lajm, de origen árabe y perteneciente a una de las ilustres e influyentes de la época preislámica y los primeros tiempos del Islam. Los miembros de esta tribu tenían entre sus antepasados los reyes preislámicos de Hira, los Banu Ma´al-Sama´(los hijos del agua del cielo) 

Dos miembros de la tribu lajmí llegaron a al-Andalus hacia 740 formando parte del yund (contingente) de Baly, general a cargo. La dinastía de los banu Abbad de Sevilla eran descendientes de esta tribu árabe. 

Entre los versos de este poema se lamenta el rey sobre su caída en desgracia y el destino que le tocó vivir, para finalmente desear que su muerte ocurra en Sevilla y a la que siempre añora recordando sus palacios, como al-Zahi y al-Zahir, contando éste último con una sala con una hermosa cúpula llamada al-Turayya, las pléyades. 

Hasta el día de hoy siguen las investigaciones y trabajos arqueológicos para poder situar estos palacios en la ciudad o bien, dentro del palacio de al-Mubarak (actual Real Alcázar) siendo tan sólo dependencias de dicho palacio.   
Siguiendo los poetas de la corte, sabemos que en al-Mubarak había una hermosa alberca, que se menciona en este poema. 

En cuanto al posible emplazamiento de al-Zahi y al-Zahir y siempre siguiendo los poetas de la corte, podría ser posible que los palacios que él menciona en estos poemas y otros, estuvieran situados uno junto al río, quizá donde está hoy en día la torre del Oro y el otro en la orilla de enfrente, quizá donde esta situado el antiguo hisn al-farach de tiempos almohades. 

Por último indicar que cuando al-Mu´tamid hace referencia a Sevilla, la nombra Hims, y no Ishbiliya, ya que así se la llamaba, por hacer alusión al contingente de soldados sirios y yemeníes que se asentaron en la zona de Sevilla hacia 740 y que procedían de la región de Hims en la frontera entre Egipto y Siria y entre cuyos soldados estaban los dos miembros de la dinastía Lajm de la cual decía proceder los banu Abbad. 



Espero que el poema les guste, con su traducción al castellano. Les ofrezco también el poema en árabe, ya que es ahí, en su idioma original, donde reside toda la esencia y fuerza de la poesía de al-Mu´tamid. 


BIBLIOGRAFIA: 

- Al-Mu´tamid ibn ´Abbad POESÍAS antología bilingüe por María Jesús Rubiera Mata - Instituto Hispano-Arabe de Cultura - Clásicos Hispano-Arabe bilingüe, Madrid 1987 

- Al-Mu´tamid y los Abadíes de Pilar Lirola Delgado editado por la Fundación Ibn Tufayl de Estudios Arabes - 2012 

MUSICA: 

- Eduardo Paniagua "La llamada de al-Andalus"  2002, sello discográfico PNEUMA

IMAGENES DEL VIDEO: 

- Silves, en la parte baja de la ciudad, han construido una fuente moderna en honor a al-Mu´tamid y la plaza donde se encuentra recibe también su nombre. 
- Sevilla, imágenes del palacio de Pedro I, Real Alcázar de Sevilla 







lunes, 20 de abril de 2015

JARRON DE LAS GACELAS

EL JARRON DE LAS GACELAS




Por Elisa Simon 

Cuando visité el palacio de la Alhambra el año pasado, quedé maravillada al ver el jarrón de las Gacelas expuesto en un lado del patio de los leones. Mi querida Mariam y yo nos quedamos un rato admirando esta obra de arte nazarí.

El jarrón fue realizado en plena época de esplendor del reino nazarí, bajo el emir Muhammad V y forma parte de una colección de ocho jarrones que hoy día se encuentran distribuidos por distintas ciudades el mundo.

Como siempre, intento imaginar el alfar donde fue creado, situado quizá en las afueras de Granada en un taller con un patio grande donde preparar la arcilla rodeado de distintas estancias donde trabajar la cerámica. Gran cantidad de leña, troncos y virutas estarían apiladas cerca de los hornos. Allí trabajarían un numero importante de maestros ceramistas, aprendices y ayudantes. Cada uno tendría su tarea siguiendo siempre las ordenes del maestro alfarero.

Mientras miraba los detalles de este jarrón, pensaba en las manos del alfarero que debió moldear esta gigantesca pieza en un torno, iría acariciando la arcilla, con delicadeza, comenzando por una base muy estrecha para luego darle al cuerpo una forma ovalada. El cuello o gollete y las asas con forma de alas se realizarían aparte para ser añadidas y completar el jarrón.
Después de muchas horas de secado al natural, hacía el jarrón su primera entrada en el horno, donde se cocía a unos 960 – 980 grados. De esta manera se eliminaba todo resto de agua y humedad del barro.



Seguidamente se bañaba el jarrón con un barniz blanco, que los ceramistas hacían a base de oxido de plomo y estaño. Con la pieza completamente esmaltada los artistas comenzaban a trazar los dibujos que decoran el jarrón. Las gacelas, los atauriques, la caligrafía.
Sin dilación comenzaba la pintura, que en el caso de este jarrón, son dos colores fundamentales; azul y dorado. Para ello utilizaban oxido de cobalto para crear el azul. Los ceramistas nazaríes aplicaban los colores con pinceles o plumas, con mucho cuidado y con pulso firme, siguiendo las líneas del dibujo.

Se realizaba una segunda cocción a una temperatura de unos 960 grados. El jarrón ya iba tomando su carácter con el vidriado, pero faltaba aún la característica de la cerámica nazarí: el lustre o dorado.
Ello se realizaba aplicando el dorado, que se hacía a base de vinagre de sulfuros de plata y cobre. En este último paso la leña empleada podía ser romero u otros arbustos que contienen mucha resina y no se dejaba entrar oxígeno en el horno, de tal manera que se producía mucho humo. Cuando el jarrón salía del horno estaba lleno de hollín. Los alfareros con piezas de esparto en mano, realizaban con sumo mimo una frotación para limpiar el jarrón que terminaba brillando con reflejos metálicos. 

Le pregunté a un amigo ceramista, cómo sabían los alfareros andalusíes a qué temperatura estaba el horno. Y me dijo que gracias a la experiencia de los alfareros conocían la temperatura del horno por el color de la llama, que es blanca cuando alcanza la máxima temperatura.


Las protagonistas de este jarrón son las gacelas, que se muestran en el tercio superior. Se trata de dos hermosas y esbeltas gacelas una frente a la otra, en actitud de marcha, en dorado, sobre un fondo azul con ataurique dorado.
La decoración se divide por una franja horizontal que contiene una inscripción que dice: “ la felicidad y la prosperidad” en cursivo granadino.
La parte inferior esta formada por óvalos y triángulos azules entre atauriques y motivos vegetales.
La otra cara del jarrón muestra dos gacelas azules, sin decorar, pisando un ataurique estilizado en azul y dorado.  



El cuello del jarrón esta compuesto de franjas verticales en azul y dorado. Las asas con forma de alas, repiten en los bordes la misma inscripción cúfica “ la felicidad y la prosperidad” completado con motivos vegetales.

Cuando viajen a Granada, visiten el Museo de la Alhambra donde este jarrón único en belleza tiene un lugar privilegiado.

Agradezco la buena voluntad y ayuda desinteresada de mi amigo Ramón Retamero, ceramista de Sevilla, por su colaboración en este artículo.



BIBLIOGRAFIA:

- Catálogo de la exposición “al-Andalus, las artes islámicas en España” Granada 1992


-  blog de mi amigo Ramón, para que vean el trabajo que hace. http://ramonretamero-pintura.blogspot.com.es





martes, 7 de abril de 2015

LA MEZQUITA DE TINMEL

LA MEZQUITA DE TINMEL

Lugar donde se fraguó el imperio Almohade




Por Elisa Simon

Salimos de Marraquech bajo una lluvia torrencial hacia el sur, después de casi cien kilómetros, subimos las montañas del Atlas, por caminos de tierra, curvas, estrecheces, barrancos, precipicios, rocas, ríos, valles y mucha lluvia … llegamos a Tinmel. Debimos caminar un trecho hasta que vislumbramos un edificio que parecía una fortaleza, en una zona inhóspita. 




Estábamos situados delante de la mezquita de Tinmel. La lluvia cesó. Un amable guarda nos saludó con amplia sonrisa y nos invitó a entrar por una puerta más bien pequeña junto  al alminar.

Nada más entrar, me sorprendió una hermosa mezquita sin techumbre, con sus naves, columnas de ladrillo, arcos lobulados, un precioso mihrab, bajo un cielo que parecía querer abrirse.  El silencio imperante quería relatar su historia.
Como suelo hacer cada vez que visito un monumento histórico, intento trasladarme a su tiempo, cuando bullía de gente y esplendor. Con mi cámara a cuesta me retiré un poco de mis amigos y comencé a deambular entre las columnas de la mezquita.




Mis pies estaban pisando el lugar donde se inició el movimiento Almohade. ¡Me parecía increíble! Pensaba que su fundador Muhammad Ibn Tumart, después de estudiar en al-Andalus y en Oriente, regresó a su tierra para difundir su doctrina, la de los unitarios de Dios, al-muwahhidun. Por aquel entonces imperaban aún los almorávides cuyo poder y fuerza eran incuestionables. 

Me imaginaba cómo este hombre comenzó a difundir su doctrina entre las tribus bereberes de la zona y cómo en poco tiempo logró formar todo un ejército de hombres dispuestos a defender la unicidad de Dios y por el puritanismo religioso.




Recordé por encima el contexto histórico que llevó a Ibn Tumart hasta Tinmel. Estando en Marraquech, hacia el 1123,  Ibn Tumart temió por su vida debido a sus públicas y duras críticas contra los Almorávides. Decidió entonces refugiarse en Tinmel, un lugar aislado y de difícil acceso, en el alto valle del Nfis rodeado por las montañas del alto Atlas. Ibn Tumart se acomodó en Tinmel y comenzó a enseñar y difundir su doctrina entre las tribus beréberes de Hargha, Hintata, Gadmiwa, Ganfissa. Estas tribus se solían reunir en los alrededores de Tinmel para firmar acuerdos y prestar juramentos.

Miré a mi alrededor, pero no encontré ningún vestigio visible de la ciudad de Ibn Tumart, quien se ocupó de construir murallas y torres vigía, de las cuales la más famosa sería Bury Tidaf, por el gran tambor usado para dar la alarma. Contaba también con un puente levadizo de madera que protegía el acceso a Tinmel. En su interior la pequeña ciudadela contaba con algunas viviendas, baños, aljibes, una pequeña mezquita y la casa de Ibn Tumart.   



















El movimiento almohade se fue fortaleciendo en la zona e Ibn Tumart se convirtió en Mahdi, es decir, el guía espiritual de los recién adoctrinados almohades. En el año 1130 falleció Ibn Tumart y fue enterrado junto a la mezquita. La disciplina, la rigidez y la buena elección de sus hombres de confianza hicieron que la labor del mahdi diera sus frutos. Dejó como sucesor a su mano derecha, Abd al-Mu´min, quien comenzó desde las entrañas del alto Atlas las campañas militares para derrocar a los Almorávides. Parecía una idea disparatada, ¿Cómo unos cuantos hombres de las montañas iban a ser capaces de acabar con todo un imperio que dominaba gran parte del Magreb y al-Andalus?

Abd al-Mu´min, primer dirigente almohade, llevó a cabo el embellecimiento de Tinmel y  en 1153 mandó construir una nueva mezquita sobre la de Ibn Tumart. Reforzó las murallas y construyó una red de fortalezas situadas en las colinas de los alrededores, por lo que la plaza se hizo inexpugnable.  Intramuros había viviendas, mercados, edificios públicos, baños, una ceca donde se acuñaban dirham de plata cuadrados, una madrasa, una carcel y el mausoleo del Mahdi, que pronto se convirtió en lugar de peregrinación.

La mezquita construida por abd al-Mu´min es casi contemporánea a la Kutubiyya y ha servido de arquetipo para la mayoría de las mezquitas marroquíes. Por su estructura, planta, proporciones moduladas y elementos de su decoración, es una obra maestra de primer orden.
Nuestro amigo Mario José Mañas, arquitecto, nos explicó acerca de la simetría sobre el plano.

--  ¡Es perfecta! – dijo con entusiasmo

Nos situamos al pie de la nave central y nuestro amigo nos explicó, que la construcción y la decoración de la mezquita seguía un plano de simetría en armonía perfecta. El edificio es casi un cuadrado, 48 x 43,60. El patio o sahn y la sala de oración o haram se organizan en nueve naves longitudinales y perpendiculares a la qibla (muro orientado a la Meca). La nave central y la de la qibla son más anchas formando un diseño en “T”. Es un cálculo matemático. Estábamos delante de un esquema geométrico compuesto por un triángulo equilátero y un cuadrado. Todo ello se realizó con la única intención de fijar la atención en el mihrab. El grupo de amigos nos quedamos boquiabiertos y comenzamos a fijarnos en algunos detalles de la decoración.






Los almohades habían introducido algunas novedades, que luego se tomaría como modelo para las mezquitas en el Magreb. Ellos introdujeron en el occidente islámico, los arcos lobulados y el empleo de pilares. La ornamentación austera en un principio, se vuelve más intensa a medida que nos acercamos a la zona del mihrab. De esta manera, los arcos de herradura muy elevados, se convierten en arcos con muqarnas, ornamentación floral, como palmeras y el empleo de la geometría. Todo ello realizado en estuco.





 Las tres cúpulas (dos extremas en las naves laterales junto a la qibla y la cúpula de la maxura) están finamente labradas en forma de estalactitas (muqarnas) para dar su lugar de importancia al mihrab.



En cuanto al material de construcción, los almohades emplearon el ladrillo y un mortero a base de tierra, guijo y cal.

















Esta mezquita y esta ciudad se convirtió en lugar de peregrinación a lo largo de todo el período de dominio almohade. Abd al-Mumin fue enterrado junto al fundador Ibn Tumart. Una vez que los almohades fueron vencidos por los meriníes, éstos destruyeron Tinmel y profanaron las tumbas de los califas almohades. 
Con el paso del tiempo tanto la ciudad como la mezquita se fueron deteriorando, hasta que a principios del siglo XX investigadores comenzaron a preocuparse por el estado ruinoso del edificio. En 1920 bajo la dirección de H.  Basset y H. Terrasse, luego otra en 1981 con un equipo germano-marroquí y finalmente hacia 1992 gracias a los mecenas marroquíes, se hizo una labor de restauración y puesta en valor del monumento. La última restauración se llevó a cabo en el año 1997. 

Cuando visiten Marraquech la próxima vez, busquen la manera de llegar hasta Tinmel. Es una excursión de un día y bien que vale la pena, por la naturaleza del paisaje, el entorno con sus pueblos de adobe enclavados en las montañas y luego llegar a Tinmel. Es toda una experiencia.




COMENTARIOS DE LOS VIAJEROS Y CRONISTAS

Nufadhat el Jirab: “Dejamos este lugar tras haber visitado la mezquita de su Imam, el Mahdi, su casa, los vestigios de su madraza y de su cárcel… ¡ Cuán grande fue nuestro asombro ante esta casa de apariencia insignificante… y que, no obstante, tuvo en su poder las llaves de tantos gloriosos palacios! En cuanto al austero mimbar de esta mezquita, tuvo las riendas de púlpitos labrados con marfil y con las mejores especies de madera de sándalo y ébano…como un pastor conduciendo un dócil rebaño con su cara, el mimbar de Tinmel sometió a las gentes de Córdoba, Sevilla y Granada, de Ifriqiyya y del Magreb.

Al-Idrissi: “Esta ciudadela se llama Tanmallalt. Era el cuartel general del Masmudi Muhammad ibn Tumart, en la época en que apareció en el Magreb, la fortificó y la eligió para que fuera el almacén de sus tesoros e incluso el lugar de su sepultura… Hoy día, su tumba está considerada por los masmudas como un lugar santo, siendo para ellos objeto de peregrinaje. A principios del siglo XII es difícil de creer que en el siglo XII se iba a fraguar un enorme imperio en una aldea encaramada en el fondo de un alto valle del Atlas. Al-Idrissi lo califica de “sendero semejante a una escala….”

Ibn al Jatib en el siglo XIV…. Ni siquiera en sueños un fantasma tomaría este camino….”

León el Africano, hacia 1515: “ Tenmelle es un monte altísimo y muy frío, poblado por doquier. En su cumbre hay una ciudad del mismo nombre, asimismo muy habitada y adornada por un hermoso templo – mezquita- …. Ahí están enterrados el santón el mahdi y su discípulo abd al-Mumin. La gente es maligna y cree ser muy sabia por haberse hecho a las doctrinas de tal hereje. Sus habitantes son gente valiente, rica y dueña de muchos caballos… viven en el monte muchos artesanos judíos… existen en ciertos lugares vetas de un mármol blanquísimo… vense en ciertos parajes muchas columnas, capiteles labrados y grandes y hermosas pilas de fuentes que fueron mandadas hacer en tiempos de los poderosos señores los almohades… vi muchas maravillas…

BIBLIOGRAFIA:

- Itinerario Cultural de Almorávides y Almohades. Fundación El legado andalusí, 2003