lunes, 26 de noviembre de 2012

PERSONAJES ANDALUSÍES EN RUTA POR ORIENTE



PERSONAJES ANDALUSÍES EN RUTA POR ORIENTE

Por Elisa Simon


El presente artículo le sigue a uno publicado anteriormente llamado “los viajeros andalusíes”. Ambos forman parte de una charla, que ofrecí hace un tiempo en la Asociación Amigos del Legado Andalusí, asociación cultural a la cual tengo el orgullo de pertenecer. 

En esta ocasión, nos vamos de viaje, concretamente a Oriente. Así que relájense y disfruten de la travesía. 

A lo largo y ancho de la historia las personas se desplazaron por motivos diversos, como el comercio o las colonizaciones. 
Los viajeros andalusíes musulmanes, los motivaba a viajar la religión islámica, y los andalusíes en general, se sentían atraídos a viajar por la cultura de Oriente, los estudios, el comercio, el afán del conocimiento.   

Estos “trotamundos” medievales, solicitaban una serie de servicios, que eran suministrados a lo largo del Mediterráneo y Oriente. Funduq, caravansares o khan son edificios con un gran patio central en torno al cual se albergaba a los comerciantes o peregrinos tanto en ciudades como a lo largo de las rutas. Cuentan con una zona de almacenaje de mercancía, otra de establos y la parte superior habitaciones para el descanso de las personas. Según la zona geográfica este tipo de alojamiento se denomina de forma distinta, funduq en el Magreb, khan o caravansar en Oriente.  
Los establecimientos de comida, los vendedores de los zocos, todos los recibían con los brazos abiertos. Solían viajar a solas o en grupos grandes o pequeños,  formando lo que se conoce como caravanas, que las formaban aquellos que mediante un pago determinado, compartían ruta y una serie de servicios ofrecido por el dueño de la caravana. Era una forma de viajar bastante segura. La hospitalidad y la solidaridad son algunas de las costumbres preislámicas, por el origen nómada de los beduinos arábigos.      
Muchos de estos viajeros no poseían grandes fortunas, por lo que solían  organizarse y alojarse en morabitos y rábitas, donde vivían los monjes y estaban subvencionadas con fondos públicos o donaciones piadosas, que cubrían las necesidades mínimas de alimentación y vestido a viajeros y necesitados.

Desierto de Merzouga, Marruecos. Febrero 2007. 
Imagen tomada por mi desde el segundo camello desde la izquierda.

Hacia el siglo VIII, cuando el Islam se había extendido por gran parte de Oriente y seguía su expansión hacia el Mediterráneo, el califa o sucesor del Profeta, desde su sede enviaba a gente para que explorara las nuevas tierras conquistadas. El califa necesitaba obtener información  geográfica, geológica, antropológica, ect. Entre los datos obtenidos por estos exploradores se encontraban los itinerarios, las vías y los caminos terrestres y marítimos, con el fin de poder establecer rutas de comunicación. No sólo para los transeúntes o comerciantes, sino para el movimiento de las tropas, los mensajeros, los espías, las embajadas diplomáticas. Los libros con las descripciones de países y sus gentes se convirtieron en un artículo fundamental para el desarrollo de las rutas por Oriente.
En el caso de los jóvenes andalusíes y magrebíes un motivo de viaje fue los estudios. Aquellos que disponían de medios y ávidos de saber, atravesaban mares y montañas para asistir a las clases magistrales de los grandes maestros tanto en las ciencias profanas como en las ciencias religiosas. Se creó así una especie de plan de estudios que exigía un recorrido cultural por diversas ciudades, donde los estudiantes eran formados y obtenían la licencia necesaria para ejercer la profesión que habían elegido, tales como la medicina, jurisprudencia, poesía o cualquier tipo de arte o ciencia. Hasta el siglo X los andalusíes acudían a Oriente para formarse, si bien, bajo el esplendor de la dinastía Omeya en al-Andalus, las tornas cambiaron, ya que muchos de esos grandes maestros se establecieron en Córdoba bajo la protección del califa. De esta manera se fraguó una excelente generación de maestros andalusíes que hacían innecesario el viaje a Oriente para obtener la licenciatura.

Otro motivo para emprender un camino lleno de aventuras y peligros era la religión. Los musulmanes deben cumplir ciertos preceptos, entre los que se encuentra la peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida. La situación geográfica de al-Andalus, en el extremo occidental del mundo islámico medieval, imponía un largo desplazamiento a quienes deseaban cumplir con el precepto de la peregrinación a La Meca o bien iban en busca del saber y de la ciencia.
Los andalusíes,  que quería ir hacia Oriente debían pasar por Egipto. Durante toda la historia de al-Andalus se ha mantenido una buena, fluida relación a todos los niveles. Tanto como lugar de llegada de los peregrinos andalusíes, como los comerciantes, especialmente entre Almería y Alejandría. Los continuos flujos de migraciones sobre todo después de la toma de Toledo (1085), cuando gran cantidad de andalusíes toledanos encontraron refugio en aquel país, también emigraron artistas, artesanos, maestros, etc.
El perfil del viajero andalusí, es el de un hombre que ya había recibido una formación intelectual en al-Andalus, con un nivel económico medio y alto, con idea de continuar sus estudios en el Magreb, en ciudades culturales de primer nivel como Fez, Trípoli, Qayrawán, Túnez, Alejandría, El Cairo, etc. 
Otra escala en su formación era la visita a la Península Arábiga, concretamente las ciudades de Medina y La Meca, no solo para cumplir el precepto religioso, sino para contactar con los sabios y maestros que hasta allí se acercaban desde sus respectivos lugares de origen.
Finalmente, no era raro que el viajero andalusí, antes o después de cumplir con los ritos religiosos, prosiguiera su andar para continuar sus estudios en Siria, Yemen o Jurasán. 

Los andalusíes usaban las siguientes rutas para efectuar sus viajes:
Ceuta solía ser la primera escala, desde allí continuaban por vía terrestre o marítima  hacia ciudades como Fez, Trípoli, Qayrawán, Túnez, Alejandría y El Cairo antes de cruzar hacia la Península Arábiga.

-          la ruta marítima:

Algeciras-Ceuta, desde donde seguían paralelamente a la costa de África, hasta llegar a Alejandría. Más tarde, durante las Taifas y sobre todo bajo los almorávides, desde Denia o Almería, pasando por el estrecho de Messina hacia Alejandría. El faro de Alejandría fue una de las razones de la fama de esta ciudad, en época de los Mamelucos.
  
     -  la ruta terrestre:

A través de los territorios del Magreb hasta Alejandría, pasando por Gabés, Tremcén, Tiaret, Túnez, Qayrawan, Trípoli, siguiendo el itinerario paralelo a las costas del Mediterráneo y algunas veces, los oasis del desierto occidental egipcio hasta la ciudad de Qus, en el Alto Egipto.

Con idea de transmitir las experiencias vividas, se creó en al-Andalus y el Magreb, un tipo de literatura muy demandada, llamada en árabe Rihla, que significa viaje. Si bien en sus inicios el desarrollo fue lento, alcanzó un gran auge en el siglo XII. Época en que el occidente musulmán se unificaba bajo los almorávides y más tarde los Almohades. Por otro lado, el avance cristiano a partir del siglo XI produjo una gran inseguridad en la población y provocó numerosas migraciones de sabios andalusíes, que decidieron abandonar sus ciudades. Toledo, Zaragoza, Valencia, Córdoba o Sevilla quedaron huérfanos de sabios y maestros. Muchos de ellos encontraron mecenazgo y se instalaron en países norteafricanos, como Marruecos y Túnez, pero también en ciudades como Alejandría o El Cairo y un poquito más allá, Damasco, Aleppo, Bagdad, etc.
Podemos decir que la Rihla o los relatos de viaje, es una aportación andalusí y magrebí. Estos libros son auténticos documentos históricos, llenos de información de primera mano, con un toque personal del viajero en cuestión. Hubo muchos viajeros andalusíes y magrebíes, pero los más destacados fueron: IBN AL-QALLAS (s. IX-X) ´ABD ALLAH B. AL. ´ARABI (s. XI-XII) IBN YUBAYR (s. XII-XIII) IBN RUSAYD (1º mitad s.XIII) IBN SA´ID AL-ANDALUSI O AL MAGRIBI (s. XIII) IBN BATTUTA (s. XIV) IBN AL-JATIB (s. XIV)

El siguiente artículo Ibn Yubayr nos llevará por lugares hermosos, seremos casi testigos de acontecimientos históricos, veremos a través de sus ojos ciudades hermosas como Damasco o Bagdad.

BIBLIOGRAFIA:
CSIC: ABU HAMID. ANA RAMOS, UNIVERSIDAD MADRID.
Ibn Yubayr: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos. Rihla (ed. Felipe Maíllo Salgado). Barcelona: Eds. del Serbal, 1988, pp. 25 
NOTA:
Sobre Ibn Battuta hay una magnífica serie documental. De Tim Mackintosh.
INTERNET http://www.saudiaramcoworld.com/issue/196107/ibn.battuta.traveler.from.tangier.htm
http://www.saudiaramcoworld.com/issue/200504/the.traveler.ibn.battuta.htm
http://www.mackintosh-smith.com/
  
 
  

sábado, 10 de noviembre de 2012

IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA


IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA

Esta es la historia de amor de dos poetas cordobeses: la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn Zaydun.





La pasión de estos poetas tuvo lugar en Córdoba, capital de al-Andalus, durante una época convulsa. Después de la caída del Califato (1031), se produjo un largo período de guerra civil en al-Andalus, llamada fitna. El vacío de poder central en Córdoba, provocó que en distintas ciudades, pueblos y fortalezas se alzaran al poder dirigentes locales. La lucha encarnizada por alcanzar el trono del ya desaparecido califato, enfrentó a dos fracciones principales: los seguidores de la dinastía Omeya, que engrosaban el estrato social de andalusíes de origen árabe y por la fracción de los seguidores de los beréberes, introducidos en al-Andalus bajo el gobierno de al-Mansur (siglo X). Es una parte de la historia de al-Andalus compleja y desoladora, por lo que no voy a seguir ahondando, para no perder el hilo de lo que quiero contarles.

En medio de las intrigas, traiciones y asesinatos por encargo, dos jóvenes dieron rienda suelta a los sentimientos más puros e intensos.   

La princesa Wallada, era hija del califa omeya al-Mustakfi y Amina, una esclava cristiana. Tuvo una infancia feliz y una educación acorde a su rango social.
Su adolescencia trascurrió paralela a la agonía del Califato. La hermosa Wallada dio muestras de su carácter fuerte, cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer de su época. Participaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias muestras de su valía como poetisa. Wallada contaba con admiradores y detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas sobre la princesa. Alcanzó una alta posición y heredó de su padre riquezas suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.




Fue entonces, cuando decidió abrir un salón literario. En aquella hermosa casa, con varias estancias abiertas al patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar a las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo, el salón literario, se convirtió en un lugar obligado de reunión para los intelectuales. Estos discutían acerca de los vaivenes de al-Andalus, la destrucción de Medina Zahra o comentaban acerca del califa de turno. Todo ello en un entorno con aroma a sándalo, disfrutando de ricos manjares y sabrosos zumos naturales. Las sirvientas de Wallada se ocupaban de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de su salón literario, siempre bajo la atenta mirada de la princesa. Ella hacía especial hincapié en el desarrollo de la poesía, más que en temática política. De esta manera, Wallada organizaba sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color, ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle.




Un cronista afirmaba: “Aquel salón era lugar de reunión de los nobles del país y su patio era como un campo de carreras para los caballos de la poesía y la prosa….. mezclado eso con… la pureza de sus vestidos. Por ser, sin embargo, despreocupada y demostrar sus pasiones, la crítica se abrió camino para hablar contra ella.”

La bella Wallada, de cuerpo esbelto, de tez blanca, ojos azules, rubia-pelirroja  vestía a la moda de Bagdad. Llevaba bordados en los hombros de sus vestidos. En el lado izquierdo decía: “Por Allah, que merezco cualquier grandeza y sigo orgullosa mi camino.” Y en el lado derecho decía: “doy gustosa mi mejilla a mi enamorado y doy mis besos a quien los quiera.”

Ibn Zaydun, joven noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento acudía al salón de Wallada.



Una noche de tertulia, sus miradas se cruzaron, sus corazones comenzaron a latir como si de una danza se tratase. Ibn Zaydun encendido de amor, visitaba el salón de Wallada todos los días, sólo para contemplar la belleza de aquella extraordinaria mujer. Ella también había quedado fascinada por la penetrante mirada del poeta y el sonido grave de su voz. Se enamoraron. Comenzó así una apasionada historia de amor, que debían mantener en secreto. De ahí que decidieron expresar sus sentimientos a través de la poesía:

 Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn Zaydun:

“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste no brillaría
Y si con la luna, ésta no saldría
Y si con las estrellas, éstas no caminarían.”


Ibn Zaydun por su parte le contestaba:

“Tu amor me ha hecho celebre
entre la gente
por ti se preocupa mi corazón y
pensamiento,
cuando tú te ausentas
nadie puede consolarme y
cuando llegas todo el mundo está presente.”

Y también le decía:

“Si he perdido el placer de verte,
me contentaré oyendo hablar de ti.
Si el guardían se descuida,
Me contentaré con un breve saludo.
Temo que los censores sospechen, pero
¿Hay plazo en el amor?”


 Ibn Zaydun la describe así:

Aquella muchacha de ojos bellos,
De fragancia deliciosa,
De aliento perfumado, de aroma penetrante,
Me tendió su fina mano, y comprendí
Que era hermosa mujer de mirada seductora.
Por su talle corre fresca sabia juvenil;
Ungida está de almizcle por su muy clara virtud.
Cuando me ofrece jazmines en la palma de su mano
Recojo estrellas brillantes de la mano de la luna.
“Tiene carácter dulce,
talle perfecto
y una gracia como el aroma
o la euforia del vino.
Me ofrece solaz su charla
Tan deleitosa
Como la unión amorosa
Lograda tras la ausencia.”



Cuando Ibn Zaydun debía ausentarse de Córdoba por actividades políticas, Wallada lo extrañaba y sintiendo su ausencia escribía:


“¿Acaso hay para nosotros,
después de esta separación, una salida;
puede quejarse cada uno de nosotros
de lo que ha sufrido?
Pernoctaba yo en los tiempos
De nuestras visitas mutuas durante el invierno
Sobre las brazas crepitantes por la pasión.
¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,
ha apresurado el destino lo que yo temía?
Giran las noches y no veo el fin
De nuestro distanciamiento,
Ni la paciencia me libra
De la esclavitud de mi anhelo.
Riegue dios la tierra donde estés
Con toda clase de lluvias copiosas.”


Ibn Zaydun, por su parte, le escribía:

“Cuando tú te uniste a mí
como se une el amor al corazón,
y te fundiste conmigo
como el alma se funde con el cuerpo,
enfureció a los detractores
el lugar que yo ocupaba en ti:
en el corazón de todo rival
arde la llama de la envidia.”



Lamentablemente, la intuición de Ibn Zaydun contenida en estos dos últimos versos, no tardó en convertirse en realidad. Su relación amorosa con Ibn Zaydun fue víctima de intrigas surgidas en medio de la violencia política que imperaba en al-Andalus. 
Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús. Era éste un  poderoso visir del débil califa de turno. Ibn Abdús, envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Tramó entonces una trampa para el noble poeta. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición. 

Wallada montó en cólera. Su orgullo estaba dolido, su prestigio dañado, su vida pública se vio salpicada por este escándalo. La hermosa princesa había sido traicionada por su gran amor. Ella no pudo o no supo perdonarlo. El pobre Ibn Zaydun desesperado, se deshizo en explicaciones y disculpas. En la corte se supo que había sido el visir Abdús quien había orquestado la conspiración. Ibn Zaydun era consciente de que su carrera política también podría correr peligro.  Pero de momento, sólo sabía llorar de amor, hizo todo lo posible por obtener el perdón de la hermosa princesa, pero ella no dio su brazo a torcer. Su orgullo y su fuerte carácter hicieron que el amor apasionado se tornara en apasionado odio hacia él. Éste por su parte, quedó desolado, muerto de amor, deambulaba por la calles de Córdoba completamente abatido. Ni se acercaba al salón literario, pero llegaron a sus oídos los versos que la herida Wallada le dedicó:

“Si hubieses hecho justicia
al amor que hay entre nosotros
no hubieses amado ni preferido a mi esclava
ni hubieses abandonado la belleza de la rama
cargada de frutos
ni te hubieses inclinado hacia la rama estéril
siendo así que tu sabes que yo soy
la luna llena en el cielo,
sin embargo, te has enamorado,
por mi desgracia, de Júpiter”



Ibn Zaydun arrepentido, roto de dolor, hizo lo imposible para obtener su perdón:


“Desde que estas lejos de mí,
el deseo de verte consume mi corazón
y me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis días son ahora negros y
antes, gracias a ti, mis noches eran blancas.”


Pura Piedra

Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
Y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
Y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumiso,
Yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
Te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
Y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
Y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
De quejarse tanto a un corazón de pura piedra.”


El envidioso visir Ibn Abdús no se contentó con separar a Ibn Zaydun de Wallada, sino que además, provocó su caída política en Córdoba. El apuesto poeta fue encarcelado, pero logró escapar de su celda y se refugió en Sevilla, donde gobernaba el temible al-Mu´tadid. Ibn Zaydun se convirtió en uno de los visires más cercanos y de confianza del rey de Sevilla. 

La princesa Wallada, dolida, quizá por venganza se  acercó al visir Abdús, quien siempre la había deseado. Ella lo sabía, pero nunca le había dado esperanzas.  Ibn Zaydun, desde Sevilla, al enterarse de esta relación, escribió una sátira sobre Ibn Abdús.

¡Oh que noble es Wallada!
Un buen tesoro para quien busca ahorrar
Pensando en las necesidades del futuro.
¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me han dicho que Abu Abdús la visita y
Me han contestado: a veces la mariposa busca el fuego.”


La respuesta a este poema no se hizo esperar. Wallada, le escribió estos versos:

Poema de los siete insultos

“Tienes por apodo el hexágono
y es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.”


Ibn Zaydun, a pesar de sus virtudes,
Maldice de mí injustamente y no tengo culpa alguna;
Me mira de reojo, cuando me acerco a él,
Como si fuese a castrar a su ´Alí.”


Ibn Zaydun continuó con su excelente labor de visir, bajo el rey al-Mu´tamid, también poeta. Desde Sevilla su corazón seguía latiendo por ella y su alma vibraba con su recuerdo. El eterno poeta enamorado murió en Sevilla en 1070, habiendo alcanzado la máxima reputación, poder y riqueza personal. 

Wallada, por su parte, vivió bajo la protección de Ibn Abdús. Con el tiempo, la bella princesa perdió su fortuna, recorrió al-Andalus exhibiendo su talento poético, en idas y venidas, que siempre la llevaban a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse con él. Así envejecieron hasta cumplir más de 80 años. Cuentan algunos cronistas que Wallada murió en el 1091, cuando los almorávides llegaron a al-Andalus.

Así termina esta historia de amor en tiempos difíciles. Espero que les haya gustado. 

Por Elisa Simon 
   

LIBROS

 - El libro de Magdalena Lasala "La Omeya" http://www.libreria-mundoarabe.com/wallada-la-omeya-p-5255.html

Wallada, la última luna" de Matilde Cabello, editorial Almuzara  http://www.lukor.com/literatura/05062005.htm

MUSICA 

Eduardo Paniagua http://www.systemrecords.co.uk/paniagua-eduardo-wallada-zaydun-p-985053.html

BIBLIOGRAFIA

Cronistas que escribieron sobre Wallada:

Ibn Baskuwal, Ibn Sa´id e Ibn Bassam


-          TERESA GARULO, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Ediciones Hiparión, Madrid 1985

-          LOPEZ DE LA PLAZA, Al-Andalus: Mujeres, Sociedad y Religión. Malaga, 1992

-          SOBH, Poetisas Arabigo-andaluzas, Granada 1994


INTERNET: http://www.andalucia.cc/viva/mujer/aavcordo.html - Matilde Cabello - Escritora.

lunes, 5 de noviembre de 2012

“ANECDOTAS DE HASDAY” Mecenas de la cultura sefardí andalusí


“ANECDOTAS DE HASDAY”    


Mecenas de la cultura sefardí andalusí






En este artículo, quiero recordar con Ustedes la importancia e influencia que tuvo Hasday ibn Shaprut en el origen de la cultura sefardí de al-Andalus. Gracias a su mecenazgo, su tenacidad y su cargo como na´sí o príncipe de las comunidades judías andalusíes, convirtió la ciudad de Córdoba en el centro del saber para los judíos de dentro y fuera de al-Andalus.

Hasday atrajo a sabios y eruditos sefardíes, del Magreb y de Oriente, para que desarrollaran en Córdoba los estudios del Talmud, la poesía, la ciencia, la medicina y las artes. Bajo su patrocinio trajo libros de Oriente y de todos los rincones del mundo conocido, para ser traducidos y ampliar el saber en al-Andalus. Hasday sentó las bases para alcanzar el esplendor de la cultura sefardí andalusí en todos los campos del saber en los siglos siguientes.
 
En este artículo me gustaría mencionar fundamentalmente a tres personajes que florecieron gracias al mecenazgo de Hasday. Menahem ben Saruq, Dunash ben Labrat y Moshe ben Hanok.


pieza del museo Casa de Sefarad Cordoba

Recordarán de los artículos anteriores a su secretario, Menahem ben Saruq. Hasday le encargó un trabajo muy especial: la redacción de un diccionario-hebreo de las raíces bíblicas, llamado “Mahberet”. En dicho diccionario Menahem incluyó:

        “con claridad la lengua hebrea de acuerdo con el contenido esencial de sus fundamentos y la esencia de sus raíces, aplicando la plomada de la razón y el cordel de medir de la instrucción para explicar los sentidos de sus especies según leyes regulares, exponer las clases de significados de acuerdo con sus divisiones, mostrar las acepciones de la palabra según su significado, enseñar las letras que forman parte de la raíz y las que tienen función servil en medio de la palabra y en sus dos extremos, hasta llegar a abarcar plenamente la lengua hebrea y hacerla inteligible en toda su extensión. “

Menahem se tomó muy en serio su tarea. Fue agrupando las palabras hebreas según sus raíces biconsonanticas, uniconsonanticas y triconsonanticas. Explicó y ofreció su interpretación, en hebreo, del significado de la raíz de cada palabra en lengua hebrea. Así surgió una literatura hebrea andalusí unido a estudios lingüísticos. 
Cuando este diccionario se dio a conocer, comenzó una gran discusión de tipo gramatical, semántica, filológica y hasta religiosa. Esto afectó, en parte, a la vida diaria de los judíos de al-Andalus. Las interpretaciones del diccionario llegaron a confundir al pueblo en sus quehaceres diarios.
Los defensores y detractores del diccionario de Menahem dividieron a los sefardíes. Sin embargo, dejando aparte lo que se formó, es relevante la importancia de que se trata del primer diccionario en hebreo, que daría lugar al desarrollo de la lengua hebrea en al-Andalus. Además, este diccionario sería de máxima ayuda para los judíos que desconocían el árabe, así fueron favorecidos los judíos europeos. Aquellos que no sabían árabe, desconocían el origen de la raíz de las palabras hebreas, similar a las árabes. 
Uno de los principales detractores del diccionario de Menahem fue el poeta Dunash ben Labrat ha Levi. Este poeta había llegado a Córdoba gracias a la invitación de Hasday. Dunash ben Labrat, “ …originario de Bagdad y educado en Fez…”, como nos indica Moseh ibn Ezra. Nació hacia 920-925, estudió en Sura, Babilonia, donde aprendió no solo la lengua y cultura árabe sino la gramática y jurisprudencia rabínica. Uno de sus maestros fue Se´adyah       Ga´on, impulsor de la renovación y apertura de la cultura judía. Estas enseñanzas hicieron que Labrat contribuyera de forma destacada al florecimiento de la poesía sefardí. La relevancia de Dunash y su gran aportación a la poesía fue adoptar el sistema métrico árabe en poesía y a las características de la lengua hebrea. Lo importante es que Dunash adoptó la temática de la poesía en árabe, tales como descripciones de la naturaleza, temas amorosos, poesía dedicada a los pájaros, el agua, el vino, las fiestas, la amistad, etc.

“Me dice: no duermas, bebe vino viejo.
Hay alheñas y lirios, mirra y áloes,
En el jardín con granados, palmeras y parras,
Plantas agradables y muchos tamariscos,
Ruidos de acequias y sones de laúdes,
Acompañados de la voz de cantores con cítaras y adufes. ….”

Según parece fue el hazzan o cantor de sinagoga de Córdoba. Compuso poemas litúrgicos que son hoy conocidos en todo el mundo judio.

Las  desavenencias y controversias gramaticales y filológicas entre Dunash y Menahem, pronto se convirtieron en discusiones, que se extendía más allá de los salones de las Academias.  Dunash escribió una serie de artículos y libros criticando la postura de Menahem en su diccionario. Sin embargo, fueron los discípulos de ambos filólogos, los que más crudamente se enfrentaron en sendas cartas, poemas, artículos, defendiendo a sus maestros. De ahí que Menahem no se defendiera personalmente de ninguno de los ataques de Dunash. Con el paso del tiempo, estas discusiones dieron lugar a dos posturas enfrentadas dentro de la comunidad sefardí. Mientras unos defendían las viejas tradiciones de Menahem,  la otra hacía lo propio con las ideas innovadoras de Dunash. Hasday ibn Shaprut se vio, sin querer, entre ambas facciones. Intentó mantenerse neutral, sin embargo, parece que se vio forzado a decantarse por una de ellas. Optó por las ideas innovadoras introducidas por los sabios de Oriente. De esta manera, su secretario Menahem, perdió el favor de su mecenas. Según parece sufrió ataques físicos e incluso le quemaron su casa. Aunque Hasday no tuvo nada que ver en aquellos disturbios, Menahem lo culpó de ello, tal como describe este poema de Menahem:  

“la morada que me dejaran en herencia mis padres
Ordenaste profanar el día de la Fiesta.
Vinieron unos forajidos y la asolaron…”

En otro poema criticó a Hasday.

“me juzgaste con el juicio de Dios,
Dictaste sentencia como si fueras el Señor,
Que es a la vez testigo y juez…”

Menahem se lamenta en este poema:

“… tendrías que honrarme por haber trabajado en casa de mi señor, tu padre…..
Sirviéndote agua en las manos… el me tenía aprecio y me atraía con los lazos de la amistad…
Y mientras me tuvo bajo su sombra, no me hizo daño el sol.
En la medida de las pocas fuerzas de mi inteligencia proclamé yo sus alabanzas.
Grabadas están en el Arca del Testimonio en la Sinagoga que él construyó en honor del Señor,
Y la inscripción es obra de mi mano… “

sala 6 del museo de Lucena, Cordoba.


Para dar un poco de oxígeno a este artículo voy a contarles la llegada a Córdoba del tercer personaje relacionado con Hasday. El rabi Moshe ben Hanok. Mientras en al-Andalus los sefardíes fueron adquiriendo importancia gracias a los patrocinios y esfuerzos de Hasday, en Oriente las grandes Academias Talmúdicas estaban ya en decadencia, y eran regidas por directores o gaonim (singl. Gaon). Dos de estos centros talmúdicos se situaban en las ciudades de Sura y Pumbeditha respectivamente. En ellas se estudiaba la interpretación del Talmúd y se velaba por los intereses de las comunidades judías. En estas Academias se estudiaba no solo el saber religioso, sino el profano también, como la medicina o la poesía, por ejemplo. Lo que se dictaba como enseñanza servía de guía o apoyo a todas las comunidades judías esparcidas por el mundo conocido de aquella época. Hacia mediados del siglo X, estas Academias iniciaron una imparable decadencia. La precaria situación de las Academias de Babilonia forzó su cierre y la migración de sus directores o gaonim hacia otros países.  


    
Fue así como cuatro de los sabios de estas Academias embarcaron hacia Occidente con la idea de crear nuevas Academias. En una de estas naves viajaba el gaon rabi Moshe ben Hanok con su esposa y su hijo. Una tempestad  empujó su embarcación hacia las costas italianas. Allí el corsario Ibn Rumahis, asaltó la nave y apresó a sus pasajeros. La esposa de Hanok, temerosa de lo que le pudiera ocurrir, decidió arrojarse al mar, dejando desolado a su esposo e hijo pequeño. Como Ibn Rumahis estaba subvencionado por el califa abd ar-Rahman III, los prisioneros convertidos en esclavos arribaron al puerto de Córdoba, donde fueron ofrecidos al mejor postor en el mercado de esclavos. A todo esto,  Hasday sabiendo que entre los esclavos se encontraban judíos, éste los redimió y pasaron a formar parte de la comunidad cordobesa. Moseh y su hijo, cansados, humillados y tristes por la muerte de su esposa y madre, llevaban una vida anónima en la capital del califato. No habían dicho a nadie que Moseh había sido gaón de Babilonia.
Moseh solía asistir regularmente a las sesiones de la escuela talmúdica en la sinagoga. Se sentaba en un rincón para escuchar al dayyan o juez, rabí Nathan. Un día estando rabí Nathan explicando un pasaje del Talmud, dio una interpretación que no compartía Moseh. Sin embargo, guardó silencio y esperó hasta que los asistentes expusieran sus preguntas y que el rabí respondiera. Fue entonces, cuando Moseh hizo su comentario, dejando tanto al dayyan como a los allí presentes atónitos por su forma de expresarse y de exponer su argumento. Su modestia y humildad con la que demostró su sabiduría, hizo que se ganara la simpatía de los asistentes y la admiración del dayyan Nathan. En aquella misma sesión, rabí Nathan terminó invitando a Moseh a subir a su cátedra para que continuara sus explicaciones e interpretaciones de los pasajes del Talmud. Una vez finalizada la sesión, rabí Nathan declaró solemnemente que a partir de ahora el cargo de juez y maestro lo ostentaría Moseh ben Hannoch. Hasta ese momento no se descubrió su identidad. De esta forma Córdoba se convirtió en uno de los centros del saber más sobresalientes del judaísmo. La herencia de la gran Academia de Babilonia acababa de establecerse en la capital de al-Andalus, lo cual atrajo a un sinfín de judíos que se asentaron en Córdoba.

Un siglo más tarde, bajo los reinos de taifas, esta Academia se trasladó a la hermosa ciudad de Lucena, que se convirtió en el Perla de Sefarad…. Pero esa es otra historia. 

Elisa Simon


BIBLIOGRAFÍA

- Judíos Españoles de la Edad de Oro. Antonio Antelo Iglesias. Fundación Amigos de Sefarad. Madrid 1991 
-  Literatura Hebrea en la España Medieval. Ángel Sáenz-Badillos. Fundación Amigos de Sefarad. Madrid 1991