un viaje por la historia y cultura del mundo andalusí a través de sus personajes, hechos,lugares y leyendas.La herencia musulmana, mozárabe y sefardí ha desplegado el amplio abanico de la sabiduría y el arte.
“AL-MUTAMID Y LOS ABBADÍES, el
esplendor del reino de Sevilla (s.XI) Editorial Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes www.ibntufayl.org
Hace un año recibí un
correo de la fundación de las tres culturas para invitarme a la presentación de
un libro. Cuál fue mi entusiasmo al leer, que se trataba de un libro sobre el
rey al-Mu´tamid y su dinastía. ¡No podía faltar! Me senté en primera fila, en
la biblioteca de la fundación del pabellón de Marruecos con mis cinco sentidos
atentos para empaparme de lo que allí se estaba a punto de contar. Como siempre,
el profesor Emilio González Ferrín, presentó a la autora. Una mujer joven, con un enorme
curriculum y aún mayor conocimiento de al-Andalus y la lengua árabe. Pilar
Lirola Delgado, licenciada en Filología Semítica (sección Árabe e
Islámica) en la Universidad de Granada (1988) y doctora por la misma
universidad (1993). Después
de la presentación por parte del profesor Emilio González Ferrín, Pilar comenzó su
conferencia contando cómo y qué le llevó a escribir el libro. “al-Mu´tamid y
los Abbadíes, el esplendor del reino de Sevilla”, se divide en nueve capítulos. Se trata de un libro de consulta para el estudio de
la historia de Sevilla en el siglo XI. Para ello se basó en las fuentes árabes,
donde Pilar se sumergió para desarrollar en varios capítulos la vida del rey
al-Mu´tamid y la dinastía Abbadí desde sus orígenes hasta el trágico final rey de
Sevilla. Pero no se quedó ahí, Pilar dedica un capítulo entero a Rumaykiya,
vista desde las fuentes árabes y la leyenda que envuelve su historia. La autora
explica en otro capítulo, con todo lujo de detalles, la historia de los hijos
del rey al-Mu´tamid. Este libro supone una herramienta fundamental para quienes
estamos siempre ávidos de conocer más sobre este período histórico. La
conferencia se hizo corta. Al finalizar, aplaudimos con entusiasmo. Me acerqué
a Pilar para felicitarla por su obra y muy amable no sólo me firmó su libro y
escuchó mi pasión por el rey al-Mu´tamid, sino que desde ese momento
permanecemos en contacto. Gracias Pilar.
DATOS DE LA AUTORA:
Pilar Lirola (Dalías, Almería, 1964) es
licenciada en Filología Semítica (sección Árabe e Islámica) en la Universidad
de Granada (1988) y doctora por la misma universidad (1993). Amplió su
formación con estancias de estudio e investigación en diversos países árabes
(Marruecos, Egipto, Túnez, Siria, Yemen, Libia y Jordania) y en la Universidad
de Londres. Ha dado clases en las universidades de El Cairo, Granada y Cádiz.
Desde 1997 es Profesora Titular del Área de Estudios Árabes e Islámicos en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. Su investigación y
publicaciones están relacionadas, por una parte, con el mundo árabe
contemporáneo, con trabajos como: Aproximación al teatro egipcio moderno (1990);
El teatro egipcio a escena, cuatro dramaturgos, cuatro obras (1991); El
universo dramático de Yūsuf Idrīs: Egipto, una preocupación constante (1995);
Yúsuf Idrís y su obra teatral El Payaso (1996), Yúsuf Idrís. Una
cuestión de honor (traducción del árabe, 2003); o Teatro árabe en
español: bibliografía de estudios, textos y traducciones (2008). De otra
parte, también ha explorado nuestro pasado árabe e islámico, y ahí se
encuadran, entre otros trabajos, su labor de colaboración en la Biblioteca
de al-Andalus desde hace más de una década.
Mientras preparo el próximo artículo, me gustaría recordarles la noticia que saltó el verano pasado en Sevilla. Este artículo de la prensa sevillana ABC, guarda cierta relación con el tema del pasado post "Un paseo por Sevilla", donde justamente hacía una breve referencia al complejo sistema defensivo de la ciudad almohade.
Después de que Patrimonio parara las obras,
un empresario privado logró reanudarlas y el arqueólogo Gregorio Mora dio con
los restos de la que ya se conoce como «Torre del Bronce»
ALBERTO GARCÍA REYES/SEVILLA
Día 29/06/2012 -11.16h
Tras las paredes enfoscadas del bodegón
que se ubicaba en el número 1 de la calle Santander, en laCasa de la Moneda, se ocultaba una torre
almohade,la tercera en línea recta desde el ríoen dirección a la
Giralda. El hallazgo ya ha sido incluido ya oficialmente en el inventario de laConsejería de Culturay se ha producido
gracias al empeño de un empresario sevillano afincado en Lérida, propietario
del grupo Piamontesa, por rescatar los restos del inmueble durante las obras
para montar un restaurante.
La torre está partida por la mitad,
pero se ha podido restaurar su esqueleto de tapial
Tras laTorre del Oro y la de
la Plata, ha aparecido otra deplanta cuadradacon la típica construcción de tapial
almohade justo a la altura de lo que en el Renacimiento fue la Casa del
Tesorero, lugar en el que este funcionario real hacía el recuento de riquezas de
la Casa de la Moneda.
El arquéologo responsable se llama Gregorio Mora y no daba
créditocuando, al picar, descubrió unos
ladrillos finos que no tenían nada que ver con los del siglo XVI. «Los
resultados han sido muy buenos aunque ya sabíamos que en ese sitio había una
carga patrimonial muy importante». No obstante, «la torre está prácticamente
partida por la mitad» y ha sido fechada entre finales del siglo XI y principios
del XII, por lo que es anterior incluso a la Torre del Oro. «Forma parte del
recinto defensivo que fue la Casa de la Moneda con anterioridad a la
implantación de la fábrica tras el descubrimiento de América, estaba insertada
en la ampliación de la muralla del Alcázar para defender el río, donde se hizo
una especie de alcazaba».
Entre los expertos que han visitado el lugar ya se ha bautizado
el hallazgo como «Torre del Bronce», aprovechando su posición en línea con
las otras dos y sabiendo que los nombres de la Torre del Oro y de la Plata
también se pusieron siglos después de su construcción con la llegada de las
riquezas americanas. Pero Mora aclara que se trata de una torre que no estaba
documentada y que, «al formar parte del recinto defensivo, en principio
carecería de nombre».
¡Oh, Sevilla, te pareces, cuando el
sol está en el ocaso,
A una desposada esculpida en la
belleza!
El río es tu collar, la montaña tu
corona,
Que el sol domina como un Jacinto.
(Ibn Hisn, s.XI)
Los
invito a dar un paseo por Sevilla para descubrir algunas de sus huellas
andalusíes. En realidad el legado andalusí no siempre está visible, pero como
dice un buen amigo “si rascas un poco, aparece”. Les quiero mostrar sólo
algunos de los más conocidos monumentos andalusíes. Así que ¡pongámonos en
marcha!
Comenzamos
en Bab al-Faray, hoy conocida como la puerta de Jerez, hasta el postigo y torre
de Abd al-Aziz, que forman parte del sistema de fortificación del alcázar
almohade. Entre el postigo y la torre se oculta entre edificaciones la muralla
que los unía. Recordemos un instante a Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusayr, fue el primer
gobernador de al-Andalus y como su nombre indica era el hijo de Musa, quien
conquistó la Península junto con Tariq al principio del siglo VIII.
Cuando
llegaron los almohades en el siglo XII, se afanaron en construir un complejo
sistema defensivo, donde se entremezclan murallas y torres que corresponden al
recinto del alcázar con otras tantas pertenecientes a la defensa de la ciudad.
Según parece la intensión era proteger el nuevo centro político y religioso
almohade conformado entre la mezquita y el alcázar.
Mapa de emplazamiento del antiguo alcázar y cerca de Sevilla. Se puede ver en el margen izquierdo, el emplazamiento de la primera mezquita, hoy Iglesia del Salvador.
Alcázar,
palabra de origen árabe (qasr) que significa fortaleza palatina, ya que tenía
la función de residencia para el gobernador, señor o príncipe andalusí además
de centro político y militar. Hoy en día, el alcázar de Sevilla guarda pocas
huellas andalusíes. Los avatares de la historia se fueron ocupando de destruirlas
o cubrirlas. Parcialmente se conservan las murallas y torres defensivas del
qasr dar al-Imara califal y al-Mubarak taifa. El acceso actual al recinto, no
corresponde con el de época musulmana. Ha sufrido tantos cambios, que incluso
hay un patio que está fuera del recinto del actual alcázar, que hoy día pertenece
a un edificio del gobierno andaluz. Entramos en el palacio por la puerta del
León, llamada así por el azulejo, que muestra un león coronado con una cruz en una
zarpa, mientras que pisa con la otra una lanza o bandera. Una inscripción en
latín “ad utrumque” nos indica “dispuesto a todo” o “preparado para todo”,
divisa real medieval. Donde hoy se dispone un patio rectangular (patio del
león) se alzaba parte de los palacios almohades, que fueron destruidos en el
siglo XIV. Entre los vestigios andalusíes, que se conservan, está casi íntegro
es el patio del Yeso, del siglo XII.
Abramos
un breve paréntesis. A lo largo del período almohade en al-Andalus
sobresalieron dos califas: Abu Yaqub Yusuf (1139-1184) y su hijo Abu Yusuf
Ya´qub al-Mansur (1184-1199).Ambos nacidos en Marraquech y enamoradosde Sevilla. No solo vivieron aquí, sino que se dedicaron a agrandarla y
embellecerla, aún más si cabía. De la mano de este califa y su hijo la medina
logró grandes avances en infraestructuras, se realizaron reformas vitales y
obras nuevas. Todas esas labores de mejoras y embellecimiento de Sevilla
duraron unos 30 años. El núcleo de la vieja medina entorno a la mezquita de ibn
´Adabas, había quedado ya muy estrecho, después de un considerable aumento de
la población. El centro religioso, comercial y social fue desplazado desde la
mezquita de Ibn ´Adabbas hacia la zona sur, donde se construyó la mezquita
aljama y la nueva alcaicería. Para realizar todo esto, el califa empleó un
batallón de alarifes, que seguían las ordenes del maestro Ahmed ibn Baso, según parece, de
origen muladí.
El
califa y su hijo, lejos del fanatismo de sus predecesores, fueron amantes de la
cultura, de la naturaleza, la ciencia, la geografía en la figura de al-Idrissi,
la medicina, la filosofía. Gracias a su mecenazgo revivió de alguna manera,
aquel esplendor andalusí de los tiempos califales y taifas, en médicos y
filósofos de la talla de Ibn Tufayl, Ibn
Rusd (Averroes) o Ibn Zuhr (Avenzoar). Me
gustaría mencionar una poetisa que gozó de una inusual libertad y que cantó a
los cuatro vientos su relación amorosa. Se trata de Hafsa bint al-Hayy
al-Rakuniya, de origen bereber afincada en Granada. Lejos de ser condenada por
adulterio, el propio califa la nombró preceptora de las niñas de la familia real.
Volviendo
al patio del Yeso, vemos una galería decorada con arcos lobulados y la
decoración en forma de rombos, llamada “paños de sebka” que es una de las
características del arte almohade. Justo en frente fueron tapiados otros arcos,
que darían acceso al patio, sin embargo, éstos me recuerdan más a los del salón
rico de Medina Azahara. Entre estos muros estucados se celebraron fiestas y
banquetes, donde el vino y la poesía imperaban por encima de la rectitud
religiosa.
“…El rey que busca la gloria,
Monumentos edifica,
Que hasta después de su muerte
Dan de su poder noticia…”
(Califa omeya ab dar-Rahman III)
Me
van a permitir que me salte el resto del alcázar, que bien merece uno o varios
artículos, pero no quiero desviarme del tema que nos ocupa.
Saliendo
del alcázar, hay un enorme patio cerrado por edificaciones y una parte de la
muralla. ¿Sería el patio de armas almohade o incluso anterior? Ahora mismo se
siguen realizando trabajos de excavaciones arqueológicas buscando respuestas a
un sinfín de preguntas.
¡Fíjense
cómo nos llama, la más hermosa torre! No me canso de mirarla. Por sus cuatro
costados es una de las maravillas de este mundo.
Se
trata del alminar de la gran mezquita o mezquita aljama, llamada al-Moharen
(La Sagrada). Construida en el siglo XII sobre terrenos casi baldíos, donde
parece ser que había un zoco y algunas edificaciones. La mezquita se componía
de un gran patio (sahn), hoy patio de los naranjos, el alminar y la sala de
oración (haram). De planta rectangular, se asemejaba en amplitud a la de
Córdoba. Contaba con 17 naves perpendiculares a al muro de la qibla. Separadas por pilares rectangulares sobre los
que descansaban las arquerías en forma de herradura, que soportaban la
techumbre de madera. La nave central era la de mayor altura, donde las
arquerías adquirían mayor belleza, culminándose con una cúpula en el tramo que
precedía al mihrab. Los alarifes dedicaron sus máximos esfuerzos a la
construcción de la cúpula del mihrab, con decoración de mocárabes hechos con
yeso. ¿Quizá se pareciera a la mezquita
de Tinmel (1)?
El
edificio quedó concluido en 1176, pero no fue hasta 1182 cuando se celebró la
primera jutba es decir, la primera oración, asumiendo así el rango de mezquita
aljama. Pero todavía no se había terminado el alminar. Ahmad ibn Basó se puso
manos a la obra. Utilizó los sillares del muro del alcázar del rey al-Mu´tamid.
Las obras sufrieron varios contratiempos, entre ellos la sustitución del
alarife, si bien Ibn Basó continuó supervisando ésta y otras obras. Al-Gumarí o
Alí de Gomara sería quien continuara la construcción de la torre. Parece ser
que procedía del Magreb y fue el constructor de las otras dos torres hermanas,
en Marraquech y Rabat. Ali de Gomara cambió las piedras por ladrillos, que son
mejores materiales para la decoración de paños de sebka. Este tipo de
ornamentación es característico del arte almohade. Si nos fijamos bien, el
dibujo nos recuerda las suaves ondas en el agua. La luz hace que los rombos
tomen vida, sombras y reflejos bailan al son de las horas del día. La
conclusión de las obras fue después de la victoria de Alarcos en 1198, que fue
cuando el califa encargó la realización del yamur que debía coronarla. Las
manzanas doradas se colocaron en lo más alto del alminar, en presencia del
califa y su familia. Estas tres manzanas y la cuarta pequeña estaban cubiertas
de oro. Ibn Sahib al-Salat, dijo alabando el alminar:
“lo admirable de su vista, que se eleva en
el aire y se alza en el cielo, pareciendo al que lo ve a varias jornadas de
Sevilla que está entre las estrellas del zodíaco.”
En
relación con lo que dejó escrito el cronista al-Salat, vamos a tomarnos un
momento para observar el alminar por sus cuatro lados. Siguiendo las palabras
de Ángeles de la Torre Bravo, pronto se descubre en la ornamentación una
sensación ascendente, como si quisiera tocar el cielo. Y es que en cada lado,
los paños de sebka se van elevando hasta alcanzar la voz del almuecín llamando
a la oración. “El rombo es un signo que señala una dirección. Es una elevación
de la figura de la tierra al cielo. Señala además los cuatro puntos cardinales.
Dos ejes que marcan los planos cósmicos, el horizontal y el vertical: “cruz del
mundo”.”
Volviendo
al plano terrenal, dicen que un rey cristiano, dio orden de no demoler la
torre, por su gran belleza. A lo largo de los siglos la torre fue coronada por
distintos campanarios hasta que finalmente en el siglo XVI le dieron el aspecto
actual.
La
puerta del Perdón encierra la antigua entrada principal a la gran mezquita, siempre
orientada norte/sur. Se trata de una magnífica puerta en madera de cedro
recubierta con una plancha de bronce. Fragmentos del Corán recordaban al
creyente su entrada a la espiritualidad, debiendo dejar fuera los pensamientos
mundanos. Si nos fijamos bien, dicha puerta se sitúa al final de una calle
principal de la alcaicería almohade. Se trata del típico trazado de muchas
medinas, con la idea de facilitar a los comerciantes su acceso a la mezquita.
Seguimos
el paseo, atravesando el pasaje del cabildo, donde nos sorprende un paño de
muralla, el cual nos lleva a la torre del Oro, pasando por la de la Plata. La torre
del Oro está situada junto al río Guadalquivir.
“…en las orillas de su río había
jardines salpicados de colinas,
Bosquecillos de olmos les daban
sombra.
Se diría que el río era el collar de
su cuello:
¿No es cierto que la mayor belleza
está en los collares y en los cuellos?...”
(Ibn al-Labbana, siglo XI)
No
debemos olvidar que el “gran río” de Sevilla es navegable, por lo que siempre
contó con un puerto fluvial y las atarazanas, donde la actividad comercial no
paraba. Los artículos de lujo y demás mercancías, que arribaban a Sevilla
debían pasar la aduana y ciertos controles. Debemos imaginarnos un puerto con
mucho movimiento de personas y mercancías, de ahí la necesidad de una torre de
vigilancia, que defendiera la ciudad por el lado más débil, su río.
La
torre del Oro (bury ad-dahab) formaba parte del sistema defensivo de la ciudad,
como torre albarrana, es decir, exenta de la muralla y unida por un muro o
coracha al recinto urbano. De planta poligonal, dividida en tres pisos unidos
por una escalera de caracol en el centro. Dicen que anteriormente, en época
taifa, se alzaba en su lugar, uno de los palacios favoritos del rey
al-Mu´tamid. El palacio de al-Zahi, con su sala principal, cuadrada y coronada
con una hermosa cúpula, llamada Sa´ad al-Su´ud “la felicidad de las
felicidades”. Al rey le gustaba, porque desde él dominaba el río.
“Sa´ad al-Su´ud se levanta orgulloso
por encima de al-Zahi
Y ambos están colmados de belleza”
Lástima
que sólo nos queden poemas sueltos de este hermoso palacio.
Continuamos
el paseo por la orilla del Guadalquivir, nos encontramos con el muelle de la
sal. Hoy en día sobresale el monumento a la tolerancia del artista Eduardo
Chillida. Fue desde este muelle, de dónde el rey al-Mu´tamid fue enviado al
exilio por los almorávides, el 9 de septiembre de 1091. Fue éste poeta antes
que rey, su legado es amplio y valioso. Conservamos su antología poética, donde
el monarca desnuda su alma para transmitirnos su alegría, su dicha, su dolor,
su añoranza por Sevilla. Gracias a sus poemas sabemos cómo transcurrieron sus
últimos años en una sucia celda al pie del Atlas magrebí. Su cáñamo trazó
versos llenos de ironía, de sátira, pero también de amor y reconciliación. No
queda nada en Sevilla de los palacios del rey al-Mu´tamid… o al menos éstos no
están visibles. Según dicen los expertos, sus sillares fueron empleados para la
construcción de la mezquita al-Moharen, otros restos estarían escondidos bajo
los cimientos del alcázar cristiano. El día del destierro del rey al-Mu´tamid
la población entera se lanzó al muelle de la sal para despedir a su señor. Ibn
al-Labbana dejó en un desgarrador poema reflejada esa escena del destierro.
En
fin, la historia sigue y nuestro paseo también. Tomando dirección norte a lo
largo del río Guadalquivir llegamos hasta el populoso barrio de la Macarena.
Allí podemos ver los únicos restos que han quedado de la muralla almohade, realizada
en piedra y cal. El califa Abu Ya´qub la mandó reconstruir, después de la
inundación de 1168/69. Se conservó intacta con sus puertas hasta finales del
siglo XIX, cuando se decidió su demolición. Una pena. Cuando los castellanos
tomaron la ciudad en 1248 dijeron:
“meior
Çercada que ninguna otra allen mar nin aquem mar que fallada nin vista podiese
ser… et los muros della son altos sobeiamiento et fuertes et muy anchos; torres
altas et bien departidas; grandes et fechas a muy gran valor”
(Primera
Crónica General)
Hoy,
una avenida ocupa su lugar. Aparte de estos pocos restos, quedan los nombres de
calles y plazas, correspondientes a las distintas puertas de la ciudad.
Con
tanta charla regresamos al punto de partida. La puerta de Jerez. He dejado
muchas cosas en el tintero, para no alargar demasiado el artículo. Espero les
haya gustado y si así lo desean podemos dar otro paseo en cualquier momento.
NOTA:
en esta ocasión el artículo va acompañado de un video con fotos de los
monumentos mencionados. Para ver haga click en este enlace:
1.-TINMEL:
Pequeña ciudad situada a unos 100km al sur de Marraquech, en el alto valle del
Nfis, fue transformada en ciudad fortaleza inexpugnable a partir de 1120. El lugar está protegido por el entorno, la
estrechez del valle y las crestas rocosas que lo dominan. Las cimas nevadas que
lo rodean sobrepasan los 3.000 metros de altitud. Es un nombre bereber, que
designa las terrazas de cultivo en la montaña. Tinmel fue la cuna del
movimiento almohade, cuyo guía o Mahdi fue Ibn Tumart. Defendió el concepto de Tawhid (unidad) de
Dios, que es indivisible, ilimitado e indefinible. Sus seguidores son llamados
Muwahhidun (los que reconocen la unidad de Dios) y de ahí viene el término
castellano de almohades. Abd al-Mu´min, sucesor de Ibn Tumart y primer califa
almohade, dio orden de construir una mezquita en Tinmel a partir de 1153. Esta
obra ha servido de arquetipo para la mayoría de las mezquitas marroquíes. Por
su estructura, planta, proporciones moduladas y elementos de su decoración, es
una obra maestra de primer orden.
BIBLIOGRAFIA:
-“Esplendor de al-Andalus” Henri Pèrés. Libros Hiperión