domingo, 24 de febrero de 2013

LIBRO DE PILAR LIROLA DELGADO


LIBRO DE PILAR LIROLA DELGADO 

“AL-MUTAMID Y LOS ABBADÍES, el esplendor del reino de Sevilla (s.XI)

Editorial Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes 
www.ibntufayl.org 

Hace un año recibí un correo de la fundación de las tres culturas para invitarme a la presentación de un libro. Cuál fue mi entusiasmo al leer, que se trataba de un libro sobre el rey al-Mu´tamid y su dinastía. ¡No podía faltar! Me senté en primera fila, en la biblioteca de la fundación del pabellón de Marruecos con mis cinco sentidos atentos para empaparme de lo que allí se estaba a punto de contar. Como siempre, el profesor Emilio González Ferrín, presentó a la autora. Una mujer joven, con un enorme curriculum y aún mayor conocimiento de al-Andalus y la lengua árabe. Pilar Lirola Delgado, licenciada en  Filología Semítica (sección Árabe e Islámica) en la Universidad de Granada (1988) y doctora por la misma universidad (1993).  Después de la presentación por parte del profesor Emilio González Ferrín, Pilar comenzó su conferencia contando cómo y qué le llevó a escribir el libro. “al-Mu´tamid y los Abbadíes, el esplendor del reino de Sevilla”, se divide en nueve capítulos. Se trata de un libro de consulta para el estudio de la historia de Sevilla en el siglo XI. Para ello se basó en las fuentes árabes, donde Pilar se sumergió para desarrollar en varios capítulos la vida del rey al-Mu´tamid y la dinastía Abbadí desde sus orígenes hasta el trágico final rey de Sevilla. Pero no se quedó ahí, Pilar dedica un capítulo entero a Rumaykiya, vista desde las fuentes árabes y la leyenda que envuelve su historia. La autora explica en otro capítulo, con todo lujo de detalles, la historia de los hijos del rey al-Mu´tamid. Este libro supone una herramienta fundamental para quienes estamos siempre ávidos de conocer más sobre este período histórico. La conferencia se hizo corta. Al finalizar, aplaudimos con entusiasmo. Me acerqué a Pilar para felicitarla por su obra y muy amable no sólo me firmó su libro y escuchó mi pasión por el rey al-Mu´tamid, sino que desde ese momento permanecemos en contacto. Gracias Pilar. 




DATOS DE LA AUTORA:
Pilar Lirola (Dalías, Almería, 1964) es licenciada en Filología Semítica (sección Árabe e Islámica) en la Universidad de Granada (1988) y doctora por la misma universidad (1993). Amplió su formación con estancias de estudio e investigación en diversos países árabes (Marruecos, Egipto, Túnez, Siria, Yemen, Libia y Jordania) y en la Universidad de Londres. Ha dado clases en las universidades de El Cairo, Granada y Cádiz. Desde 1997 es Profesora Titular del Área de Estudios Árabes e Islámicos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. Su investigación y publicaciones están relacionadas, por una parte, con el mundo árabe contemporáneo, con trabajos como: Aproximación al teatro egipcio moderno (1990); El teatro egipcio a escena, cuatro dramaturgos, cuatro obras (1991); El universo dramático de Yūsuf Idrīs: Egipto, una preocupación constante (1995); Yúsuf Idrís y su obra teatral El Payaso (1996), Yúsuf Idrís. Una cuestión de honor (traducción del árabe, 2003); o Teatro árabe en español: bibliografía de estudios, textos y traducciones (2008). De otra parte, también ha explorado nuestro pasado árabe e islámico, y ahí se encuadran, entre otros trabajos, su labor de colaboración en la Biblioteca de al-Andalus desde hace más de una década.



   

lunes, 18 de febrero de 2013

Torre del Bronce en Sevilla



TORRE DEL BRONCE 

Mientras preparo el próximo artículo, me gustaría recordarles la noticia que saltó el verano pasado en Sevilla. Este artículo de la prensa sevillana ABC, guarda cierta relación con el tema del pasado post "Un paseo por Sevilla", donde justamente hacía una breve referencia al complejo sistema defensivo de la ciudad almohade.   

SEVILLA

Hallada una nueva torre almohade en la Casa de la Moneda

Después de que Patrimonio parara las obras, un empresario privado logró reanudarlas y el arqueólogo Gregorio Mora dio con los restos de la que ya se conoce como «Torre del Bronce»

ALBERTO GARCÍA REYES / SEVILLA
Día 29/06/2012 - 11.16h


Tras las paredes enfoscadas del bodegón que se ubicaba en el número 1 de la calle Santander, en la Casa de la Moneda, se ocultaba una torre almohade, la tercera en línea recta desde el río en dirección a la Giralda. El hallazgo ya ha sido incluido ya oficialmente en el inventario de la Consejería de Cultura y se ha producido gracias al empeño de un empresario sevillano afincado en Lérida, propietario del grupo Piamontesa, por rescatar los restos del inmueble durante las obras para montar un restaurante.

La torre está partida por la mitad, pero se ha podido restaurar su esqueleto de tapial


Tras la Torre del Oro y la de la Plata, ha aparecido otra de planta cuadrada con la típica construcción de tapial almohade justo a la altura de lo que en el Renacimiento fue la Casa del Tesorero, lugar en el que este funcionario real hacía el recuento de riquezas de la Casa de la Moneda.
El arquéologo responsable se llama Gregorio Mora y no daba crédito cuando, al picar, descubrió unos ladrillos finos que no tenían nada que ver con los del siglo XVI. «Los resultados han sido muy buenos aunque ya sabíamos que en ese sitio había una carga patrimonial muy importante». No obstante, «la torre está prácticamente partida por la mitad» y ha sido fechada entre finales del siglo XI y principios del XII, por lo que es anterior incluso a la Torre del Oro. «Forma parte del recinto defensivo que fue la Casa de la Moneda con anterioridad a la implantación de la fábrica tras el descubrimiento de América, estaba insertada en la ampliación de la muralla del Alcázar para defender el río, donde se hizo una especie de alcazaba».
Entre los expertos que han visitado el lugar ya se ha bautizado el hallazgo como «Torre del Bronce», aprovechando su posición en línea con las otras dos y sabiendo que los nombres de la Torre del Oro y de la Plata también se pusieron siglos después de su construcción con la llegada de las riquezas americanas. Pero Mora aclara que se trata de una torre que no estaba documentada y que, «al formar parte del recinto defensivo, en principio carecería de nombre».















sábado, 16 de febrero de 2013

Un paseo por Sevilla



Un paseo por Sevilla
Por Elisa Simon

¡Oh, Sevilla, te pareces, cuando el sol está en el ocaso,
A una desposada esculpida en la belleza!
El río es tu collar, la montaña tu corona,
Que el sol domina como un Jacinto.
(Ibn Hisn, s.XI)

Los invito a dar un paseo por Sevilla para descubrir algunas de sus huellas andalusíes. En realidad el legado andalusí no siempre está visible, pero como dice un buen amigo “si rascas un poco, aparece”. Les quiero mostrar sólo algunos de los más conocidos monumentos andalusíes. Así que ¡pongámonos en marcha!
Comenzamos en Bab al-Faray, hoy conocida como la puerta de Jerez, hasta el postigo y torre de Abd al-Aziz, que forman parte del sistema de fortificación del alcázar almohade. Entre el postigo y la torre se oculta entre edificaciones la muralla que los unía. Recordemos un instante a Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusayr, fue el primer gobernador de al-Andalus y como su nombre indica era el hijo de Musa, quien conquistó la Península junto con Tariq al principio del siglo VIII.
Cuando llegaron los almohades en el siglo XII, se afanaron en construir un complejo sistema defensivo, donde se entremezclan murallas y torres que corresponden al recinto del alcázar con otras tantas pertenecientes a la defensa de la ciudad. Según parece la intensión era proteger el nuevo centro político y religioso almohade conformado entre la mezquita y el alcázar.


Mapa de emplazamiento del antiguo alcázar y cerca de Sevilla. Se puede ver en el  margen izquierdo, el emplazamiento de la primera mezquita, hoy Iglesia del Salvador. 


Alcázar, palabra de origen árabe (qasr) que significa fortaleza palatina, ya que tenía la función de residencia para el gobernador, señor o príncipe andalusí además de centro político y militar. Hoy en día, el alcázar de Sevilla guarda pocas huellas andalusíes. Los avatares de la historia se fueron ocupando de destruirlas o cubrirlas. Parcialmente se conservan las murallas y torres defensivas del qasr dar al-Imara califal y al-Mubarak taifa. El acceso actual al recinto, no corresponde con el de época musulmana. Ha sufrido tantos cambios, que incluso hay un patio que está fuera del recinto del actual alcázar, que hoy día pertenece a un edificio del gobierno andaluz. Entramos en el palacio por la puerta del León, llamada así por el azulejo, que muestra un león coronado con una cruz en una zarpa, mientras que pisa con la otra una lanza o bandera. Una inscripción en latín “ad utrumque” nos indica “dispuesto a todo” o “preparado para todo”, divisa real medieval. Donde hoy se dispone un patio rectangular (patio del león) se alzaba parte de los palacios almohades, que fueron destruidos en el siglo XIV. Entre los vestigios andalusíes, que se conservan, está casi íntegro es el patio del Yeso, del siglo XII.
Abramos un breve paréntesis. A lo largo del período almohade en al-Andalus sobresalieron dos califas: Abu Yaqub Yusuf (1139-1184) y su hijo Abu Yusuf Ya´qub al-Mansur (1184-1199). Ambos nacidos en Marraquech y enamorados de Sevilla. No solo vivieron aquí, sino que se dedicaron a agrandarla y embellecerla, aún más si cabía. De la mano de este califa y su hijo la medina logró grandes avances en infraestructuras, se realizaron reformas vitales y obras nuevas. Todas esas labores de mejoras y embellecimiento de Sevilla duraron unos 30 años. El núcleo de la vieja medina entorno a la mezquita de ibn ´Adabas, había quedado ya muy estrecho, después de un considerable aumento de la población. El centro religioso, comercial y social fue desplazado desde la mezquita de Ibn ´Adabbas hacia la zona sur, donde se construyó la mezquita aljama y la nueva alcaicería. Para realizar todo esto, el califa empleó un batallón de alarifes, que seguían las ordenes del  maestro Ahmed ibn Baso, según parece, de origen muladí.
El califa y su hijo, lejos del fanatismo de sus predecesores, fueron amantes de la cultura, de la naturaleza, la ciencia, la geografía en la figura de al-Idrissi, la medicina, la filosofía. Gracias a su mecenazgo revivió de alguna manera, aquel esplendor andalusí de los tiempos califales y taifas, en médicos y filósofos de la talla de Ibn Tufayl,  Ibn Rusd  (Averroes) o Ibn Zuhr (Avenzoar). Me gustaría mencionar una poetisa que gozó de una inusual libertad y que cantó a los cuatro vientos su relación amorosa. Se trata de Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniya, de origen bereber afincada en Granada. Lejos de ser condenada por adulterio, el propio califa la nombró preceptora de las niñas de la familia real.  
Volviendo al patio del Yeso, vemos una galería decorada con arcos lobulados y la decoración en forma de rombos, llamada “paños de sebka” que es una de las características del arte almohade. Justo en frente fueron tapiados otros arcos, que darían acceso al patio, sin embargo, éstos me recuerdan más a los del salón rico de Medina Azahara. Entre estos muros estucados se celebraron fiestas y banquetes, donde el vino y la poesía imperaban por encima de la rectitud religiosa. 
“…El rey que busca la gloria,
Monumentos edifica,
Que hasta después de su muerte
Dan de su poder noticia…”
(Califa omeya ab dar-Rahman III)

Me van a permitir que me salte el resto del alcázar, que bien merece uno o varios artículos, pero no quiero desviarme del tema que nos ocupa.
Saliendo del alcázar, hay un enorme patio cerrado por edificaciones y una parte de la muralla. ¿Sería el patio de armas almohade o incluso anterior? Ahora mismo se siguen realizando trabajos de excavaciones arqueológicas buscando respuestas a un sinfín de preguntas.
¡Fíjense cómo nos llama, la más hermosa torre! No me canso de mirarla. Por sus cuatro costados es una de las maravillas de este mundo.
Se trata del alminar de la gran mezquita o mezquita aljama, llamada al-Moharen (La Sagrada). Construida en el siglo XII sobre terrenos casi baldíos, donde parece ser que había un zoco y algunas edificaciones. La mezquita se componía de un gran patio (sahn), hoy patio de los naranjos, el alminar y la sala de oración (haram). De planta rectangular, se asemejaba en amplitud a la de Córdoba. Contaba con 17 naves perpendiculares a al muro de la qibla.   Separadas por pilares rectangulares sobre los que descansaban las arquerías en forma de herradura, que soportaban la techumbre de madera. La nave central era la de mayor altura, donde las arquerías adquirían mayor belleza, culminándose con una cúpula en el tramo que precedía al mihrab. Los alarifes dedicaron sus máximos esfuerzos a la construcción de la cúpula del mihrab, con decoración de mocárabes hechos con yeso.  ¿Quizá se pareciera a la mezquita de Tinmel (1)?  
El edificio quedó concluido en 1176, pero no fue hasta 1182 cuando se celebró la primera jutba es decir, la primera oración, asumiendo así el rango de mezquita aljama. Pero todavía no se había terminado el alminar. Ahmad ibn Basó se puso manos a la obra. Utilizó los sillares del muro del alcázar del rey al-Mu´tamid. Las obras sufrieron varios contratiempos, entre ellos la sustitución del alarife, si bien Ibn Basó continuó supervisando ésta y otras obras. Al-Gumarí o Alí de Gomara sería quien continuara la construcción de la torre. Parece ser que procedía del Magreb y fue el constructor de las otras dos torres hermanas, en Marraquech y Rabat. Ali de Gomara cambió las piedras por ladrillos, que son mejores materiales para la decoración de paños de sebka. Este tipo de ornamentación es característico del arte almohade. Si nos fijamos bien, el dibujo nos recuerda las suaves ondas en el agua. La luz hace que los rombos tomen vida, sombras y reflejos bailan al son de las horas del día. La conclusión de las obras fue después de la victoria de Alarcos en 1198, que fue cuando el califa encargó la realización del yamur que debía coronarla. Las manzanas doradas se colocaron en lo más alto del alminar, en presencia del califa y su familia. Estas tres manzanas y la cuarta pequeña estaban cubiertas de oro. Ibn Sahib al-Salat, dijo alabando el alminar:

 “lo admirable de su vista, que se eleva en el aire y se alza en el cielo, pareciendo al que lo ve a varias jornadas de Sevilla que está entre las estrellas del zodíaco.” 

En relación con lo que dejó escrito el cronista al-Salat, vamos a tomarnos un momento para observar el alminar por sus cuatro lados. Siguiendo las palabras de Ángeles de la Torre Bravo, pronto se descubre en la ornamentación una sensación ascendente, como si quisiera tocar el cielo. Y es que en cada lado, los paños de sebka se van elevando hasta alcanzar la voz del almuecín llamando a la oración. “El rombo es un signo que señala una dirección. Es una elevación de la figura de la tierra al cielo. Señala además los cuatro puntos cardinales. Dos ejes que marcan los planos cósmicos, el horizontal y el vertical: “cruz del mundo”.”

Volviendo al plano terrenal, dicen que un rey cristiano, dio orden de no demoler la torre, por su gran belleza. A lo largo de los siglos la torre fue coronada por distintos campanarios hasta que finalmente en el siglo XVI le dieron el aspecto actual.  
La puerta del Perdón encierra la antigua entrada principal a la gran mezquita, siempre orientada norte/sur. Se trata de una magnífica puerta en madera de cedro recubierta con una plancha de bronce. Fragmentos del Corán recordaban al creyente su entrada a la espiritualidad, debiendo dejar fuera los pensamientos mundanos. Si nos fijamos bien, dicha puerta se sitúa al final de una calle principal de la alcaicería almohade. Se trata del típico trazado de muchas medinas, con la idea de facilitar a los comerciantes su acceso a la mezquita.
Seguimos el paseo, atravesando el pasaje del cabildo, donde nos sorprende un paño de muralla, el cual nos lleva a la torre del Oro, pasando por la de la Plata. La torre del Oro está situada junto al río Guadalquivir.

“…en las orillas de su río había jardines salpicados de colinas,
Bosquecillos de olmos les daban sombra.
Se diría que el río era el collar de su cuello:
¿No es cierto que la mayor belleza está en los collares y en los cuellos?...”
(Ibn al-Labbana, siglo XI)

No debemos olvidar que el “gran río” de Sevilla es navegable, por lo que siempre contó con un puerto fluvial y las atarazanas, donde la actividad comercial no paraba. Los artículos de lujo y demás mercancías, que arribaban a Sevilla debían pasar la aduana y ciertos controles. Debemos imaginarnos un puerto con mucho movimiento de personas y mercancías, de ahí la necesidad de una torre de vigilancia, que defendiera la ciudad por el lado más débil, su río.  
La torre del Oro (bury ad-dahab) formaba parte del sistema defensivo de la ciudad, como torre albarrana, es decir, exenta de la muralla y unida por un muro o coracha al recinto urbano. De planta poligonal, dividida en tres pisos unidos por una escalera de caracol en el centro. Dicen que anteriormente, en época taifa, se alzaba en su lugar, uno de los palacios favoritos del rey al-Mu´tamid. El palacio de al-Zahi, con su sala principal, cuadrada y coronada con una hermosa cúpula, llamada Sa´ad al-Su´ud “la felicidad de las felicidades”. Al rey le gustaba, porque desde él dominaba el río.

“Sa´ad al-Su´ud se levanta orgulloso por encima de al-Zahi
Y ambos están colmados de belleza”

Lástima que sólo nos queden poemas sueltos de este hermoso palacio.
Continuamos el paseo por la orilla del Guadalquivir, nos encontramos con el muelle de la sal. Hoy en día sobresale el monumento a la tolerancia del artista Eduardo Chillida. Fue desde este muelle, de dónde el rey al-Mu´tamid fue enviado al exilio por los almorávides, el 9 de septiembre de 1091. Fue éste poeta antes que rey, su legado es amplio y valioso. Conservamos su antología poética, donde el monarca desnuda su alma para transmitirnos su alegría, su dicha, su dolor, su añoranza por Sevilla. Gracias a sus poemas sabemos cómo transcurrieron sus últimos años en una sucia celda al pie del Atlas magrebí. Su cáñamo trazó versos llenos de ironía, de sátira, pero también de amor y reconciliación. No queda nada en Sevilla de los palacios del rey al-Mu´tamid… o al menos éstos no están visibles. Según dicen los expertos, sus sillares fueron empleados para la construcción de la mezquita al-Moharen, otros restos estarían escondidos bajo los cimientos del alcázar cristiano. El día del destierro del rey al-Mu´tamid la población entera se lanzó al muelle de la sal para despedir a su señor. Ibn al-Labbana dejó en un desgarrador poema reflejada esa escena del destierro.    
En fin, la historia sigue y nuestro paseo también. Tomando dirección norte a lo largo del río Guadalquivir llegamos hasta el populoso barrio de la Macarena. Allí podemos ver los únicos restos que han quedado de la muralla almohade, realizada en piedra y cal. El califa Abu Ya´qub la mandó reconstruir, después de la inundación de 1168/69. Se conservó intacta con sus puertas hasta finales del siglo XIX, cuando se decidió su demolición. Una pena. Cuando los castellanos tomaron la ciudad en 1248 dijeron:

“meior Çercada que ninguna otra allen mar nin aquem mar que fallada nin vista podiese ser… et los muros della son altos sobeiamiento et fuertes et muy anchos; torres altas et bien departidas; grandes et fechas a muy gran valor”

(Primera Crónica General)

Hoy, una avenida ocupa su lugar. Aparte de estos pocos restos, quedan los nombres de calles y plazas, correspondientes a las distintas puertas de la ciudad.
Con tanta charla regresamos al punto de partida. La puerta de Jerez. He dejado muchas cosas en el tintero, para no alargar demasiado el artículo. Espero les haya gustado y si así lo desean podemos dar otro paseo en cualquier momento.

NOTA: en esta ocasión el artículo va acompañado de un video con fotos de los monumentos mencionados. Para ver haga click en este enlace:


 


 1.-TINMEL: Pequeña ciudad situada a unos 100km al sur de Marraquech, en el alto valle del Nfis, fue transformada en ciudad fortaleza inexpugnable a partir de 1120.   El lugar está protegido por el entorno, la estrechez del valle y las crestas rocosas que lo dominan. Las cimas nevadas que lo rodean sobrepasan los 3.000 metros de altitud. Es un nombre bereber, que designa las terrazas de cultivo en la montaña. Tinmel fue la cuna del movimiento almohade, cuyo guía o Mahdi fue Ibn Tumart.  Defendió el concepto de Tawhid (unidad) de Dios, que es indivisible, ilimitado e indefinible. Sus seguidores son llamados Muwahhidun (los que reconocen la unidad de Dios) y de ahí viene el término castellano de almohades. Abd al-Mu´min, sucesor de Ibn Tumart y primer califa almohade, dio orden de construir una mezquita en Tinmel a partir de 1153. Esta obra ha servido de arquetipo para la mayoría de las mezquitas marroquíes. Por su estructura, planta, proporciones moduladas y elementos de su decoración, es una obra maestra de primer orden.

BIBLIOGRAFIA:

-          “Esplendor de al-Andalus” Henri Pèrés. Libros Hiperión
-          “Historia de España” – tomo VIII-2. Ramón Menéndez Pidal. Editorial Espasa-Calpe
-          “La arquitectura en la literatura árabe” – María Jesús Rubiera. Libros Hiperión
-          “El alminar de Isbiliya” – Juan Clemente Rodríguez Estévez. Colección Giralda
-          “Museo naval. Torre del Oro” – catálogo-guía de 1982.
-          “Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia” – A.F. von Schack. Libros Hiperión
-          “El pensamiento artístico, ciencia y religión en al-Andalus” – Ángeles de la Torre Bravo – Editorial Archiviana
-          “El trazado geométrico en la ornamentación del alcázar de Sevilla” – María Isabel González Ramírez, arquitecto. Universidad de Sevilla
-          “El alcázar de Sevilla”, tomo I – Ana Martín Fidalgo – Ediciones Guadalquivir.