viernes, 29 de junio de 2012


La Partida de ajedrez del visir Ibn Ammar

Relato de cómo el visir Ibn ´Ammar salvó a Sevilla gracias a una ingeniosa partida de ajedrez contra el rey Alfonso VI 


Por Elisa Simon 



El siglo XI se caracterizó por ser convulso a nivel político y económico, sin embargo fue de lo más fructífero y sublime a nivel cultural y científico. Uno de los personajes del siglo XI andalusí fue Abu Bakr Ibn Ammar(1), de orígenes humilde, nacido en el Algarve portugués(2), logró entrar en la corte literaria de Sevilla, gracias a sus dotes para la poesía. Entabló amistad con el príncipe heredero, que años más tarde se convertiría en al-Mu´tamid(3)rey de Sevilla.

Tanto Ibn Ammar como al-Mu´tamid eran excelentes poetas, de los mejores del siglo XI. Famosas fueron sus correrías de juventud en Silves, las fiestas rociadas de vino y rodeados de bellas mujeres en el palacio de al-Xarajib. 


En el 1069, cuando su buen amigo se convirtió en rey, éste lo nombró su visir(4). Ibn Ammar se ocupó de la política exterior de la taifa. El visir empleaba sus dotes de seducción, tales como su simpatía, amabilidad, exquisita educación y exotismo andalusí para lograr lo mejor para la taifa de Sevilla o bien para sí mismo. Su personalidad y amistad con al-Mu´tamid así como sus decisiones y actuaciones no siempre fueron del agrado de todos.
     
La historia que les voy a contar es un fragmento del relato que estoy escribiendo sobre la vida del rey al-Mu´tamid. 

Ocurrió hacia el año 1078, cuando el ejército cristiano encabezado por Alfonso VI, rey de León(5), se instaló a las afueras de Sevilla, con la idea de asediarla.


rey de León, Alfonso VI


Mientras el rey leonés se acomodaba en su tienda del campamento cristiano, en el alcázar de al-Mubarak(6), el rey al-Mu´tamid e Ibn Ammar conversaban buscando una solución a la tensa situación.  

-  El cristiano intenta provocarte, Sahib. Con la arrogancia que le caracteriza hace alarde de lo que podría ser capaz. No es más que una táctica de desgaste y no deberíamos caer en su provocación. – opinó el visir, mientras fijaba su mirada en el rey, que estaba sentado.   

-         -  Llevas razón, Abu Bakr - asintió en monarca - Las reuniones mantenidas hasta ahora no han dado resultados favorables a nosotros. Alfonso nos está enseñando los dientes. La verdad es que mis ejércitos son menos numerosos y sería un suicidio enviarlos a luchar contra la división militar cristiana. Mi margen de maniobra es limitado, porque no puedo contar con la lealtad de nuestros hermanos taifas. Debemos buscar una alternativa, ingeniosa. Deberíamos atacar por su lado más débil – dijo el rey de Sevilla en voz baja, mientras se acariciaba la barba con una mano.    

-      -  Conocemos sus debilidades, ra´isy - contestó Ibn ´Ammar - El señor de León sería capaz de matar por algo de sublime belleza. Sabemos cómo es capaz de encapricharse y no cesa hasta conseguirlo – continuó el visir. 
 - Mi señor, - exclamó con entusiasmo - me estás dando una idea un tanto rocambolesca, que sin embargo podría solucionar esta incómoda situación – prosiguió ibn Ammar, mientras paseaba por la sala recubierta de alicatados y yesería.  
    De pronto, se quedó parado en el sitio, alzó la cabeza, se giró y le sonrió al  soberano  - ¡Ya lo tengo! – gritó el visir, sacando de su letargo al rey, que seguía desparramado en el trono.      

Sin perder tiempo, Ibn Ammar, ordenó a los mejores artesanos ebanistas fabricar un juego de ajedrez de sublime belleza y exquisito gusto. Poco tiempo después, recibió en al-Mubarak uno de los ebanistas con sus 3 hijos. Le presentaron un juego de ajedrez, “cuyas piezas estaban talladas en madera de ébano, sándalo y aloe con bellísimas incrustaciones de oro”. Los trebejos, formaban figuras abstractas, redondas unas, puntiagudas otras. El shah, se distinguía por sus insignias talladas en el frontal de la pieza.  Aquellas delicadas  figuras fueron labradas para un rey. El tablero monocromo, por su parte, era una maravilla de perfección.

“…ocho hileras. Hilera tras hilera, en todas hay grabadas sobre una tabla ocho divisiones; son las hileras cuadros taraceados donde las tropas se mantienen apiñadas…”    +

Ibn Ammar se preparó para su salida de Sevilla acompañado de un pequeño séquito con escolta. Cuando llegaron al campamento cristiano, Ibn Ammar hizo correr la voz, de que tenía en posesión un juego de ajedrez de extraordinaria belleza, incluso hizo alarde de él mostrándoselo a los consejeros castellanos. Los comentarios llegaron a oídos del rey Alfonso. El plan estaba saliendo tal como el visir había pensado. El  monarca leonés lo recibió con gran cordialidad, como era costumbre entre ambos. El suelo de la jaima estaba cubierto por alfombras andalusíes, rojas y azules, tejidas en los talleres de Almería. 

De las paredes colgaban hermosos tapices en colores vivos. El centro lo ocupaba la silla del monarca, tallada en madera y una mesa de madera robusta. Encima de ella había un crucifijo, los enseres de escribir, y unos legajos enrollados. A un lado se situaba otra mesa más pequeña y redonda, labrada con taracea, que tenía encima una bandeja redonda de metal cincelada, con una jarra de cristal con zumo de frutas y unos pequeños platos repletos de frutos secos. En una esquina un pebetero lanzaba un rico y suave aroma, que se desparramaba por la tienda. Cojines y almohadones ocupaban una esquina. Lámparas de aceite y velas iluminaban el ambiente.


-            -   Me han informado que posees un magnífico juego de ajedrez. ¿Es verdad?        le interrogó Alfonso VI, desde su silla con respaldo alto.   

-      -     Sí, así es, mi señor. Es una obra de arte elaborada como sólo saben  nuestros artesanos – contestó ibn Ammar con cierto desdén, desde su silla a la que había puesto un almohadón mullido. - ¿deseas verlo, mi señor? – preguntó.
-       -    La verdad es que sí. Has logrado despertar mi curiosidad.  - Le confesó el castellano.

Ibn Ammar, haciendo un gesto con la mano, ordenó que lo trajeran y que lo pusieran sobre la mesa redonda. Mientras colocaban las 32 piezas, los ojos de Alfonso VI se fijaban cada vez más en aquellos peones y alfiles.

-       -    ¡Dios mío! ¡Nunca hubiera creído que se hubiera podido hacer un ajedrez con tanto arte! – exclamó Alfonso.

-       -    ¿Quieres que juguemos una partida? – le ofreció el visir.

  -  Mirad, majestad, haremos un trato. Si vos ganáis la partida, este magnífico juego os pertenecerá. Pero en caso de que la partida la ganara yo, entonces os podré pedir lo que quisiere.  – concluyó Ibn Ammar.

Alfonso VI quedó en silencio, pensativo, sin poder quitar la vista de las piezas labradas. De pronto, levantó la cabeza, fijó su mirada en el visir y exclamó:

-         -    ¡Por dios no! Yo no juego, cuando no conozco la apuesta, podrías pedirme algo que no pudiera darte.

Ibn Ammar ante la negativa, mandó retirar el juego, guardando las apariencias y salió de la tienda. Ordenó de forma disimulada a sus acompañantes, que les trajera las bolsitas de cuero con monedas de oro. Se acercó a ciertos consejeros castellanos ofreciéndoles oro y bellos regalos a cambio de que convencieran a Alfonso a jugar aquella partida. El visir, apuesto y de buen porte, se sabía ganar la simpatía de la gente y lograba con su don de la palabra conseguir aquello que quisiera. Los consejeros aceptaron el acuerdo. Fueron al rey Alfonso para que accediera a aceptar las condiciones del juego impuestas por ibn Ammar. 

- Si ganáis, señor, poseeréis el magnífico ajedrez. ¿qué podrá pediros ese árabe?

Finalmente el rey Alfonso VI accedió. Ibn Ammar y el rey leonés, decidieron jugar aquella partida en la esquina de la tienda real, donde  los almohadones de lino y cojines de seda se desparramaban ordenadamente, sobre gruesas alfombras azuladas. Pequeñas mesas octogonales ricamente labradas servían de apoyo para las bebidas y pequeños entremeses. Colocaron una superficie plana y cuadrada, que serviría como soporte para el tablero del juego. 

Los consejeros castellanos y el pequeño séquito sevillano hacían corrillos en el campamento, comentando acerca de las habilidades de uno y otro en el juego real. Los contrincantes se acomodaron cruzando las piernas sobre aquellos bellos y grandes almohadones. Un sirviente de Ibn Ammar colocó el tablero sobre la superficie en medio de los dos y entregó las piezas a cada uno. 

Ibn Ammar había dejado elegir color a Alfonso VI, quien se decantó por las negras, por lo que el visir debía jugar con rojas. En silencio y con gran solemnidad ambos fueron colocando los roque o ruhh, los ferez, los alfiles, el firzán,  el shah y los  ocho bayadiq, en su sitio sobre el tablero, realizado con decoración de ataurique. Los consejeros se posicionaron cerca del rey castellano, mientras que los sevillanos hicieron lo propio rodeando a Ibn Ammar.  Las tropas del juego habían ocupado ya su lugar y estaban prestos a defender a su rey y aniquilar a su contrincante.


 El rey Alfonso VI abrió la partida moviendo uno de sus baidaq, un casillero hacia adelante. Al igual que en un combate, la infantería es la que avanza primero hacia la batalla. Ibn Ammar sin embargo utilizó un alfil saltando por encima de su baidaq a la tercera casilla, enviando, en este caso, al cuerpo de elefantes  como vanguardia de su ejército sobre el tablero. 
Los movimientos de uno y otro iban precedidos de pensamientos ingeniosos y estratégicos para engañar al contrario y lograr llegar hasta el rey o shah. Ambos jugadores se observaban, se lanzaban miradas de desconfianza, sonrisas canallas, miradas astutas, se removían en los almohadones, cambiaban de postura, se refrescaban la boca con unos sorbos de zumo natural. No se distraían y enfocaban toda su atención en las piezas de aquel tablero. Pensaban bien cada movimiento táctico, debían intuir las intensiones del contrario. El silencio imperaba en la tienda real del campamento cristiano. 

Los consejeros castellanos se fueron arremolinando entorno al monarca cristiano. Observaban y seguían cada movimiento con gran interés. El séquito de ibn Ammar acomodado alrededor de su visir, estaban acostumbrados a disfrutar del ingenio del silvense. Ataques, emboscadas, avances por el flanco con el roque o ruhh, se sacrificaron varios dayadiq, le sacaban provecho al débil firzán, que solo podía mover una casilla en diagonal. En el centro del tablero se libró la gran batalla. La infantería, la caballería, los elefantes, los carros de guerra  se movían sobre el tablero de forma valiente, arriesgando y amenazando al shah del contrario. 

Ibn Ammar había logrado llevar a uno de sus baidaq hasta la hilera ocho del bando contrario, por lo que aquella pieza se convirtió en firzán, moviéndose como tal sobre el tablero. Habían transcurrido varias horas, cuando ibn Ammar toma su roque y avanza en línea recta poniendo al shah del castellano en un serio aprieto. Alfonso VI había sacrificado su alfil. Podría colocar un baidaq para defender su shah. El castellano pensó, observó todas las estrategias posibles, lo tenía difícil. Finalmente movió su baidaq, e Ibn Ammar supo que había ganado la partida. 

El shah de Alfonso estaba amenazado por un roque de ibn Ammar y su recién ascendido firzán lo tenía rodeado por el otro lado. El shah de Alfonso no podía moverse de donde estaba situado, ni tenía piezas lo suficientemente fuertes como para defender al shah. El rey ha muerto. Shah mat.
Los contrincantes habían quedado satisfechos por la magnífica partida, el murmullo de los asistentes devolvió el sonido a la tienda. Los semblantes se relajaron, mientras comentaban las jugadas magistrales de ambos.  

-          Mabruk, mi querido ibn Ammar, tu último movimiento fue de gran sabiduría. Como hombre de honor debo acatar las condiciones del trato. Así que ¿qué deseas pedirme, visir? – le dijo Alfonso VI

-          Te pido, señor, que levantes este campamento y regreses a tus estados con tu ejército. – le exigió Ibn Ammar con voz firme y mirándolo a los ojos.

El rey castellano se quedó sin habla, su expresión fue tornando en cólera, comenzó a lanzar gritos e insultos a todos los presentes. De repente se giró hacia sus consejeros, avanzó hacia ellos con el dedo índice alzado maldiciéndolos.  

-          ¡La culpa es vuestra! – les gritaba. ¡Ya me temía yo una petición semejante, pero me dejé convencer por vosotros!  ¡traidores! – exclamaba lleno de rabia.

De pronto pareció más tranquilo, sus andares se sosegaron, su volumen de voz se volvió más suave. Alfonso VI pensó: Yo soy el poderoso rey castellano. No tengo por qué dar importancia  a la palabra de estos andalusíes inútiles y débiles. No cumpliré mi parte del trato y no hay más que hablar.

Su semblante se relajó esbozando una leve sonrisa al visir, mientras le espetaba que el trato quedaba sin efecto. Ibn Ammar exigió que se cumpliera la palabra de honor del rey castellano y ordenó a los consejeros que le hicieran entrar en razón, sin antes prometerles una buena recompensa. Estos hombres lograron hacerlo entrar en razón, pero no se iría con las manos vacías. 

Le exigió al rey al-Mu´tamid el doble de parias para ese año, le reclamó ciertos castillos de importancia estratégica para la zona fronteriza. Ibn Ammar accedió con su diplomacia habitual. Alfonso quedó más reconfortado, regresando a Castilla con muchas piezas de oro y habiendo obtenido castillos sin necesidad de presentar batalla. De esta manera sintió, que el que realmente había ganado la partida, había sido él.

Al día siguiente, las tropas castellanas levantaron el campamento y aquel ejército amenazante ante las puertas de Sevilla, desapareció en el horizonte. Esta historia con Ibn Ammar como protagonista fue pronto conocida en todos los rincones de al-Andalus. Una vez más los logros, sin bien discutidos, del gran visir de al-Mu´tamid había librado a Sevilla de un largo asedio.




NOTAS
1.- Ibn Ammar: poeta y visir de Sevilla, nacido en Sannabus, localidad cerca de Silves, en el sur de Portugal. (1031 – 1084) De origen humilde, supo convertirse en el hombre de confianza del rey al-Mu´tamid de Sevilla. Los unía una estrecha amistad y compartían la poesía como una de sus pasiones. Tuvo un trágico final, siendo ejecutado por su amigo el rey de Sevilla, dentro de una escabrosa historia de intrigas.
2.- Algarve: zona del sur de Portugal. Es una palabra de origen árabe que significa “el poniente”  غرب.
3.- al-Mu´tamid: sobrenombre de Muhammad Ibn Abbad, rey de la taifa de Sevilla, nacido en Beja en 1039. Sucedió a su padre en el gobierno de Sevilla en 1069. Fue un gran poeta, que dejó una antología donde se refleja su “arte de vivir”. Fue depuesto por lo almorávides en 1090 y enviado a prisión a la ciudad de Aghmat, Marruecos. En una celda sucia y húmeda vivió sus últimos cinco años y donde escribió los poemas más sentidos, añorando Sevilla y su familia.
4.- visir: الوزير . Cargo dentro del aparato político del estado, equivalente a primer ministro.
5.- rey Alfonso VI: (1047 – 1109) Fue rey de León, Galicia y Castilla. Su padre Fernando I había dejado en herencia su reino dividido entre sus tres hijos. Alfonso más ambicioso les quitó los territorios a sus hermanos convirtiéndose en rey de los reinos cristianos del norte. Famoso fue el episodio del Juramento de Santa Gadea, donde el Cid, le obliga a jurar sobre la Biblia no haber tenido nada que ver en la muerte de su hermano García.
6.- alcázar de al-Mubarak: “el palacio de la bendición” nombre del alcázar de Sevilla donde vivía la corte del rey al-Mu´tamid. Hoy lo conforman los alcázares mudéjar, gótico y renacentista de la ciudad de Sevilla.
7.- Sahib y ra´isy son dos de los distintos nombres para dirigirse a los reyes de taifas.
8.- sarir es el nombre árabe para trono.
9.- jaima es el nombre árabe para tienda o carpa que acompañaba a los reyes o gobernantes en sus desplazamientos. 
(+fragmento del poema de Abraham ibn Ezra sobre las reglas del ajedrez. Por Luis Vagas Montaner. Profesor de lengua y literatura hebrea en la Universidad complutense de Madrid.)

BIBLIOGRAFIA:

-          Reinhart Dozy. Historia de los musulmanes de España T IV. Ed. Turner
-          Adalberto Alves y Hamdane Hadjadji. Ibn Ammar al-Andalusí. Ed. Assírio & Alvim
-          Al-Murrakushi. Al-Maghrib.
-          Salah Khalis. La vie litteraire a Seville…. Ed.Sned


PARA SABER MÁS: 


http://www.clubyinn.com/?p=148


http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/arte-ciencia-magia/2013/02/17/los-compositores-en-el-ajedrez-i-las-mansubat-y-lucena-1-parte-115028

http://www.ajedreznd.com/2006/medieval.htm



martes, 19 de junio de 2012


EL HALCÓN GRIS,  AL-BAZI AL-AXHAB

historia de un pícaro ladrón, que se convirtió en brigadier. 

Por Elisa Simon 




En este artículo voy a relatarles un hecho insólito, que ocurrió en Sevilla en el siglo XI, la historia del Halcón Gris. 
Este siglo se caracterizó por las crisis económicas y políticas, que azotaban a los reinos de taifas que componían al-Andalus. A pesar de estos desequilibrios, floreció con fuerza el arte, la cultura y la ciencia. Esto fue posible, ya que cada rey o gobernante de un territorio más o menos extenso, deseaba tener la corte más fastuosa. Los reyes de taifas fueron los grandes mecenas de poetas, matemáticos, médicos, filósofos, laudistas, etc. Muchos soberanos andalusíes ejercían alguna o varias de estas cualidades. Para ellos era una forma de ostentar poder y al mismo tiempo emular la gloriosa época del califato cordobés. El rey taifa de Sevilla, era al-Mu´tamid, poeta y soberano de los banu Abbad, quien  gobernaba el reino más grande y poderoso de al-Andalus. 




Bajo su reinado, existía  un salteador de caminos llamado el “Halcón Gris” o en árabe al-Bazi al-Axhab. Era el ladrón más famoso de al-Andalus. Sus correrías por la campiña corrían de boca en boca. Con astucia robaba las mercancías, con ingenio hurtaba las joyas a las damas. Jamás empleó la violencia. Sin embargo, tenía atemorizado a todo aquel que transitaba por los caminos de la campiña. El Halcón Gris estaba felizmente casado y tenía varias hijas.
Un día, sus fechorías llegaron a su fin, cuando fue apresado. La justicia cayó sobre él con todo su peso y fue condenado a morir en la cruz, junto a una carretera para que los campesinos y demás viajeros pudieran ver por sí mismos el cumplimiento de la sentencia. Tal  era la costumbre en aquella época.  
Esperando la muerte, se lamentaba el Halcón Gris por ver a su familia desolada al pie de la cruz. El calor y el polvo que levantaba la leve brisa ardiente, sólo hacía más insoportable aquella agonía. Su esposa y sus hijas lloraban viendo que la muerte se acercaba.  

-                             -   ¡Ay! – decía su mujer - ¡cuando tú mueras qué será de nosotras. Nos moriremos de hambre!

El Halcón Gris, con el cuerpo dolorido por la postura en la cruz, no lograba tranquilizar a su familia, cuando de pronto vio a lo lejos que venía un hombre tirando de su mula. El animal estaba cargado de telas y demás mercancías para ser vendidas en el mercado. Si bien aquella carretera solía ser transitada, no lo estaba en aquel momento de la tarde por el excesivo calor.
El Halcón Gris, agudizó su ingenio y no desaprovechó la oportunidad. Sacó fuerzas de dónde no las tenía y logró llamar la atención del viajante.  

-                                  -  ¡Eh, señor! – le gritó – me encuentro aquí como ves en una posición bastante desagradable, pero puedes hacerme un gran servicio del que sacarás gran utilidad.

                   - Cómo? – preguntó el otro
-                                   -  ¿Ves ese pozo ahí abajo?
-                                    - Sí  que lo veo.

-                    -  Muy bien. Pues has de saber que, cuando hice la tontería de dejarme prender por esos malditos civiles, eché cien dinares de oro a ese pozo que está seco. Si quisieras hacerme el favor de sacarlos, te daría la mitad. Mi mujer y mis hijas que ves aquí te guardarán tu mula hasta que acabes.- le explicó el ladrón. 

El ingenuo hombre, seducido por el lucro, decidió ayudarlo. Buscó una cuerda gruesa, ató un cabo a la orilla del pozo y se deslizó hasta el fondo, cuando el Halcón Gris gritó a su mujer desde la cruz:  

-                                  - ¡Ahora!   ¡corta la cuerda, tira de la mula  y  vete corriendo con las niñas!  La esposa del salteador reaccionó como un resorte.
La maniobra fue tan hábil que cuando el comerciante se dio cuenta del timo, sólo podía chillar y maldecir al condenado en la cruz.  

-          ¡Socorro! ¡Ayuda! – clamaba, pero no pasaba nadie por allí a esas horas.
    
Mientras, el ladrón desde la cruz podía observar cómo su mujer y sus hijas se alejaban cada vez más. Una sonrisa se dibujó en su rostro sudoroso, al tiempo que las lágrimas empañaban sus ojos.   

-          ¡Maldito seas! ¡Cuando salga de aquí te mataré con mis propias manos!  – chillaba el hombre desde el fondo del pozo.

El Halcón Gris no tenía nada que perder. Iba a morir de todas formas, pero se sentía tranquilo porque su mujer iba a poder sobrevivir al menos una temporada.

Finalmente apareció por allí un hombre que fue en auxilio del comerciante engañado. Tuvo que pedir ayuda a otra persona para poder subir a aquel hombre a la superficie.

-          ¿Qué le ha ocurrido, buen hombre? – le interrogó uno de los que lo salvaron
-          ¡La culpa es de ese maldito perro! – gritó mientras corría hacia la cruz del Halcón Gris. Me engañó, me robó mis mercancías. ¡Dios te castigue! ¡Arderás en el infierno! –
-          ¿Pero cómo fue eso posible, si este hombre está casi muerto en la cruz?
-          ¡No se dejen confundir! ¡Es un embaucador astuto y calculador! – se defendió alzando el dedo índice.

Este incidente fue llevado ante el cadí, y pronto en la ciudad no se hablaba de otra cosa. Habiendo comentarios para todos los gustos, muchos a favor del pícaro bandolero. Aquel día tanto se dijo de este incidente, que el rey al-Mu´tamid fue informado. Éste, sorprendido, lo mandó llamar para interrogarlo. Entonces el Halcón Gris fue descolgado de la cruz y llevado ante el rey al-Mu´tamid.

 Cuando estuvo en su presencia, éste le dijo:

-          Seguramente, tú eres el mayor sinvergüenza  que hay en el mundo. Ni siquiera teniendo la muerte tan cerca has renunciado a seguir robando.
-          ¡Ay! Mi señor, dios le guarde, – le respondió el ladrón – si supieras, como yo, lo apetitoso que es robar, tirarías al infierno tu manto real y no harías otra cosa.
-                            - ¡Pero, qué maldito pícaro eres! – exclamó al- Mu ´tamid, riéndose a carcajadas
         -¡Pero vamos, hablemos seriamente! – dijo el al-Mu´tamid. Si yo te perdonara la vida, te devolviera la libertad, te pusiera en estado de ganarte honradamente la existencia y te señalara un sueldo que bastara para satisfacer tus necesidades, ¿te enmendarías y abandonarías tu maldito oficio? - le preguntó el rey.
-                           -    Mucho se hace por salvar la vida, señor; hasta se enmienda uno. Confía, quedarás contento de mí.

Parece ser, que el Halcón Gris cumplió su palabra. Se ganó la confianza del rey de Sevilla, el cual, según dicen, lo nombró brigadier de civiles. Es decir que convirtió en los que lo habían apresado. Siendo brigadier inspiró tanto terror a sus antiguos compañeros y compadres,  como él había inspirado antes a los viajeros.
Espero que esta historia les haya gustado. 


BIBLIOGRAFÍA:

-          Al-Maqqari, “Kitab Nafh al-tib”
-          Reinhart Dozy, “Historia de los musulmanes de España” tomo IV. Ed. Turner
-          Pilar Lirola Delgado, “Al-Mu´tamid y los Abbadíes”. Ed. Al-Andalus 711-2011
-          Miguel José Hagerty, “al-Mu´tamid poesía”. Ed. Antoni Bosch
-          Claudio Sanchez-Albornoz, “La España Musulmana” tomo II. Ed. Espasa-Calpe
-          A.Friedrich von Schack, “Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia”.Ed. Hiperión  

sábado, 9 de junio de 2012


Yehudah ha-Leví  El mejor poeta andalusí en lengua hebrea.

Por Elisa Simon.

 este personaje sefardí, es en el mundo judío, uno de los más grandes poetas en lengua hebrea. Sus poemas religiosos fueron incorporados a la liturgia hebrea, marcados por el deseo de alcanzar Jerusalén. Hoy en día se cantan en las sinagogas de todo el mundo. Yehudah ha-Levi creó un género poético religioso llamado las “Siónidas”.

Nació en Tudela (Navarra) hacia 1070. En aquellos tiempos esta ciudad pertenecía a la taifa de Zaragoza, en la cual gobernaba el rey al-Muqtadir. Su reinado se caracterizó por el mecenazgo a las ciencias y el arte. Nuestro poeta Yehudah procedía de familia acomodada. Lamentablemente no hay muchos datos acerca de su infancia y juventud. Según parece, ésta transcurrió en Castilla, tranquila y dedicada a los estudios. Su padre se ocupó de darle una esmerada formación con los mejores maestros. Estudió en la prestigiosa Academia talmúdica de la ciudad de Lucena, donde fue discípulo de  uno de los más grandes talmudistas de al-Andalus, Isaac al-Fasi. 
Pronto pasó a formar parte de la élite cultural de dicha ciudad, donde ya era conocido por sus dotes para la poesía y la improvisación de versos. Yehudah era un hombre de carácter afable, amable, muy educado. Estas cualidades lo rodearon de buenos amigos, los cuales mantuvo durante toda su vida. 
Yehudah, al igual que la gran mayoría de los poetas andalusíes, empleaban la métrica árabe en sus versos. La estructura métrica árabe adoptada para la poesía en lengua hebrea, es la qasida. Se trata de un poema compuesto por un número indeterminado de versos con rima final consonántica. En cuanto a la temática profana es la misma que la empleada en la poesía en árabe, es decir, temas de tipo erótico, panegírico, báquico, floral, etc. En ocasiones, la poesía de Yehudah y otros poetas sefardíes se inspiraban en su propia tradición y motivos bíblicos, componiendo versos seculares en los que subyacen las ideas contenidas en los libros bíblicos. 

“La cierva lava sus vestidos en las aguas de mis lágrimas,
Y los tiende al sol de su esplendor.
No pide agua de manantiales teniendo mis ojos,
Ni sol, ante la belleza de su figura. “
***
“Graciosa gacela, con tu belleza me has cautivado,
Con crueldad me has esclavizado en tu prisión.
Desde que la separación se interpuso entre nosotros
No he encontrado una figura comparable a tu hermosura.
Me alimento de rojas manzanas cuyo aroma es como
El de tu rostro y tu boca,
Tienen la misma forma de tus pechos y el color
Del rubí que aparece en tu mejilla. “
                     ***                    
Hoy se han unido las estrellas del Orbe;
            nadie hay comparable en las huestes celestes.
Envidian las Pléyades su unión, pues
            ni el aire pasa entre ellos.
El astro de Oriente ha venido a Occidente,
            y ha encontrado a la estrella solar entre sus hijas.
Ha levantado un dosel de ramas gruesas
            y con ellas una tienda para el sol.
                   ***                  
¡Si quisiera seguirme la aurora con la brisa
Que besa la boca de ella y balancea su cuerpo!
¡Si las nubes quisieran llevarle mi saludo!
Entonces, al igual que su talle, su duro corazón oscilaría.
¡Oh gacela, que eligió colocar su morada sobre la Osa Mayor,
Ten compasión de quién hasta la Osa Mayor volaría!

                                          
Yehudah decidió estudiar medicina, sin dejar de lado su producción poética, inclinándose cada vez más hacia la poesía mística. Profundizó sus estudios en la filosofía andalusí, que tiene un marcado carácter griego, cuestión que chocaba con sus convicciones religiosas y el carácter místico de su obra.
Parecía vivir tranquilo a caballo entre al-Andalus y Castilla. Vivió en varias ciudades. El buscaba un lugar, anhelaba tener un hogar, un refugio donde sentirse seguro. Este sentimiento fue ahondando en su personalidad. Así lo reflejó en sus composiciones religiosas. A medida que iba madurando se convencía y sentía que su lugar, su hogar estaba en la ciudad de Jerusalén. Los acontecimientos históricos tanto en al-Andalus como en Castilla no hicieron más que reafirmar cada vez más dicho deseo.

  “Mi corazón,está en Oriente, y yo en los confines de Occidente.
             ¿Cómo gustar de los manjares y disfrutarlos?
¿Cómo cumplir mis votos y mis promesas, si sigue
             Sión bajo el poder de 'Edom y yo sometido a los árabes?
Me parecerá tan fácil abandonar todo el bien de Sefarad,
             como preciado contemplar las ruinas del Santuario destruido.”


La taifa de Toledo gobernada por los Banu Di l-Nun(1), fue entregada a los castellanos en mayo de 1085. La historia es más larga y complicada y supuso el principio del fin de al-Andalus. Este es un tema para varios artículos en el blog.
Pero regresemos a nuestro protagonista. 
En principio, la incorporación de Toledo al reino de Castilla no supuso ningún cambio drástico para los sefardíes toledanos. Yehudah prosiguió, junto a su familia,  ejerciendo la medicina, profesión que le dio de comer, pero que él no amaba. Uno de sus mejores amigos, Yosef ibn Ferrusel(2), apodado Cidellus, se convirtió en un hombre de peso dentro de la corte de Alfonso VI. En esa época, parece ser que compuso “Divan”, una colección de poemas profanos en hebreo.
Invitado por Moseh ibn Ezra(3), se trasladó a Granada, donde fue recibido calurosamente. En aquel tiempo, gobernaba el rey Abd ´Allah(4), quien si bien no contó entre sus cortesanos con sefardíes, mantuvo la política favorable a los sefardíes granadinos.  
En 1086 los reyes de taifas(5), por motivos que en este artículo no vienen a cuento, decidieron pedir ayuda a sus hermanos musulmanes del Magreb, para hacer frente a los castellanos. El jefe de los almorávides(6), Yusuf ibn Tashfin(7), aceptó bajo una serie de condiciones. Se libró la batalla de Zallaqa(8), donde los andalusíes salieron victoriosos, dando un respiro a los reyes de taifas. Esta tregua no duró mucho, ya que unos años más tarde, los reyes andalusíes hicieron una segunda llamada de socorro, que fue respondida por los almorávides. Si bien, en este caso, el sitio de Aledo(9) sólo puso en evidencia la desunión de los reyes de taifas y la vulnerabilidad de al-Andalus. De ahí que, en 1090 Yusuf ibn Tashfin volviera a cruzar el Estrecho, pero esta vez sin ser llamado y con la intención de exiliar a los reyes de taifas para salvar al-Andalus. Yehudah fue testigo de todos  estos acontecimientos, ya que el rey Abd ´Allah de Granada fue uno de sus protagonistas. La primera taifa en caer fue precisamente la de Granada. La situación en al-Andalus cambió, debido a las convicciones religiosas de los almorávides. En ese momento, Yehudah decidió abandonar al-Andalus y regresar a Toledo.
Durante casi 20 años continuó su vida en Toledo, sin dejar de realizar viajes a al-Andalus, donde tenía muchos amigos. En Toledo fue testigo de una tragedia. En 1108 hubo una matanza de sefardíes en esta ciudad, entre los asesinados estaba el joven sobrino de su amigo Yosef ibn Ferrusel. Dolido y enfadado le dedicó una sentida elegía. Encontré sólo este fragmento:  


¡Ay, amigo mío!, hoy no tendrás tus albricias
              por decirme que han dado muerte a Sĕlomoh.
Troca mi corazón, troca tu poema en lamento,
              pues llegó su quebranto cuando esperaba su paz.


Tales tragedias en Castilla y los nuevos gobernantes en al-Andalus provocaban en  Yehudah una tristeza cada vez mayor. Su anhelo de ir a Jerusalén se tornó más fuerte en su interior. Estos sentimientos se reflejan en sus trabajos y estudios filosófico-religiosos.  El momento de cumplir su deseo llegó tras la muerte de su esposa. Decidió entonces abandonar Sefarad. Se despidió de su única hija, de su nieto y de sus amigos. Se embarcó en un puerto andalusí para atravesar el Mediterráneo y llegar hasta Alejandría. Allí, en Egipto lo esperaba un familiar y otros amigos. La travesía fue una gran aventura ya que los sorprendió una enorme tempestad.

“Y no zozobre tu corazón en el corazón del mar
Cuando veas que las montañas vacilan y desaparecen,
Y las manos de los marineros son como trapos
Y los más hábiles maestros están taciturnos,
Alegres parten mirando hacia delante
Luego se dan la vuelta y palidecen,
Ante ti tienes el Océano como refugio,
¡y no tienes escape, sino trampas!
Las velas se agitan y vibran
Y las tablas se conmueven y tiemblan,
Y la mano del viento juega con las aguas
Como los que levantan las gavillas en la trilla,
Unas veces las convierten en eras,
Otras hace de ellas montones de parva,
Cuando las embravece parecen leones,
Cuando las debilita parecen serpientes,
Tras las primeras corren las de detrás
Como culebras para las que no hay exorcismo.
El potente navío por poco sucumbe por la fuerza de Dios
Y el mástil y la vela pierden su vigor,
El buque y sus camarotes están trastornados
Tanto los de abajo, como los de en medio como los de arriba,
Los que tiran de las cuerdas están doloridos,
Mujeres y hombres se encuentran enfermos,
Y agotóse el espíritu de sus marineros
Y los cuerpos temieron por la vida.
La fuerza de los mástiles de nada aprovecha,
Ni se desea el consejo de los ancianos,
A los mástiles de cedro se les ve como de paja
Y los hierros de los fondos como heno,
La gente reza cada uno a su Santo
Y tú te vuelves hacia el Sancta Sanctorum
Y rememoras los milagros del Mar Rojo y el Jordán
Que están grabados en todos los corazones
Alabas al que apacigua el rugido del mar
Cuando sus olas arrojan los lodos
Y le recuerdas la penitencia de los corazones pecadores
¡ para que Él recuerde en tu favor el mérito de los santos patriarcas! “


En el puerto egipcio lo recibieron con gran júbilo y cariño. Durante meses sus familiares y amigos intentaron persuadirlo, para que se quedara con ellos en aquellas tierras. Yehudah tampoco encontró la paz anhelada en tierras de los faraones.

“Si queréis que mi voluntad se cumpla,
Permitidme partir y me iré con mi Señor,
Pues ya no encontraré para mis pies lugar de reposo
Hasta que establezca mi residencia en la casa de Su morada.
No hagáis que mis pasos demoren la partida,
Porque temo que me sorprenda la muerte.
Mi deseo es refugiarme bajo las alas de la gloria de Dios y
Que mi albergue esté junto al albergue de mis antepasados. “


Fiel a su promesa, prosiguió su viaje hacia Jerusalén. Es ahí donde se pierde la documentación histórica de este personaje. No se puede confirmar el lugar ni la fecha de su muerte, si bien ya había cumplido los 70 años. La personalidad de Yehudah despertó la imaginación de la gente y se fraguó una leyenda, según la cual llegó hasta las puertas de Jerusalén, donde estaba recitando una de sus composiciones siónidas, cuando fue atropellado por un jinete y murió.
Su principal obra fue escrita en árabe, se trata de Sefer ha Kuzarí. Está  compuesta por cinco ensayos en forma de diálogo entre el rey de los Jázaros, Bulan, y un rabino, que había sido invitado a la corte, al igual que un musulmán y un cristiano. Cada uno debía explicarle al rey Bulan su doctrina, para que éste se convirtiera a una de las tres religiones. Fue el rabino, el que finalmente convenció a este monarca para que se convirtiera al judaísmo. Este hecho histórico le sirvió a Yehudah para exaltar el judaísmo. En “Kuzarí” expone los conceptos teológicos y filosóficos junto a un compendio de tradiciones orales y costumbres semitas.


NOTAS
1.- Banu Di l-Nun, familia bereber de la tribu Hawwara llegados a la Península en el 711. Se establecieron en el centro de la Península convirtiéndose en uno de los linajes más importantes durante el período Omeya. A la caída del Califato de Córdoba, los Di l-Nun tomaron el poder de la taifa de Toledo. El tercer y último gobernante de este linaje fue al-Qadir, quien ofreció su reino al castellano Alfonso VI.
2.- Yosef ibn Ferrusel (..?.. – 1145)administrador y hombre de confianza del rey Alfonso VI. Ayudó a los sefardíes que venían huyendo de al-Andalus bajo la presión de los almorávides primero y almohades después.
3.- Moseh ibn Ezra, (1055 – desp. 1135) poeta granadino, que pertenecía a una de las familias sefardíes importantes de Granada. Ocupó altos cargos en la administración.
4.- Rey taifa de Granada, Abd ´Allah fue el último gobernante granadino de la rama bereber zirí (del 1073 – 1090). Estos beréberes Sinhaya pasaron a al-Andalus en el siglo XI, siendo acogidos por el hijo de Almanzor.
5.- A la caída del Califato, le siguió una guerra civil en al-Andalus que terminó fragmentando el país en taifas o porciones territoriales sobre las que se iban declarando autónomos quienes por entonces ostentaban el poder local, como gobernadores, jueces o importantes linajes locales. Los reinos de taifas abarcan desde 1031 hasta 1090.
6.- Los almorávides eran bereberes sinhaya nómadas al sur del Magreb. Su jefe espiritual promovió unas reformas en el Islam y fue el creador de un movimiento religioso surgido en un convento-fortaleza o ribat, donde instruía a sus fieles. De ahí tomaron su nombre, murabitun “hombres del ribat”.
7.- Emir almorávide que puso fin a los reinos de taifas en al-Andalus.
8.- batalla de Zallaqah tuvo lugar el 23 de Octubre de 1086 en tierras del actual Badajoz (Extremadura). Tropas unidas procedentes de todos los reinos taifas y la ayuda de los almorávides lograron vencer a los castellanos encabezados por Alfonso VI. 
9.- Sitio de Aledo. Castillo de Aledo situado en lo más alto de un cerro rocoso en la zona de Murcia en el corazón del levante andalusí. Este castillo había sido tomado por los cristianos. Los reyes taifas con el auxilio de Yusuf ibn Tashfin sitiaron el castillo inexpugnable durante varios meses sin éxito.