UN RECORRIDO POR LA MEZQUITA
CATEDRAL DE CORDOBA
Desde que visité, por primera vez
la mezquita-catedral de Córdoba, con mi padre no puedo dejar de pensar en él,
cada vez que entro en ella. Recuerdo su expresión de emoción contenida nada más
flanquear la puerta, se quedó clavado en el suelo sin poder articular palabra y
cuando quise hablarle me hizo una señal de silencio.
Luego, comenzamos a caminar entre
aquel bosque de columnas y creo que permanecimos en el edificio unas dos horas
o más, la verdad, habíamos perdido la noción del tiempo.
Una vez que mi padre hubo
asimilado dónde estaba, comentamos acerca de los diferentes emires y califas
que habían pisado este suelo y la destreza de los alarifes que habían trazado
tanta belleza.
Comenzamos, mi padre y yo, un
recorrido por la mezquita como si fuera un viaje en el tiempo, retrocediendo
hasta ….
… cuando llegó el Islam a la Península y a Córdoba
concretamente, los nuevos gobernantes utilizaron como sala de oración, la mitad
de la basílica visigoda de San Vicente, compartiendo de esta manera el culto
cristiano y musulmán bajo el mismo techo.
Hacia mediados del 700, cuando
arribó a las costas granadinas el príncipe de la dinastía omeya de Siria, que
se salvó de la muerte, decidió comprar la otra mitad del templo a los
cristianos, previa recompensa económica, y fue entonces cuando se fraguó la
construcción de la primera mezquita en la ciudad de Córdoba.
Estamos hablando del príncipe
heredero al califato omeya de Damasco, Abd ar-Rahman I, apodado el Inmigrado. A
partir del 786 comenzaron las obras de la mezquita en el emplazamiento de la
basílica visigoda, al mismo tiempo en que se comenzaron a asentar los inicios
de un nuevo Estado llamado al-Andalus, bajo las directrices de Abd ar-Rahman I.
Para la construcción de la
mezquita de Abd ar-Rahman I, se aprovecharon las columnas y capiteles romanos y
visigodos de los edificios preexistentes. Al utilizar material de acarreo, los
arquitectos debieron uniformar la altura de las columnas y para dar más
ligereza y luz al ambiente, los constructores se las ingeniaron para colocar
sobre los capiteles unos cimacios y sobre éstos unas pilastras, desde las
cuales arrancaban los dos arcos superiores de medio punto. Estos arcos están
decorados con dovelas en piedra blanca y ladrillo rojo y así construyeron once
naves, perpendiculares al muro de la quibla. Quedó así establecido el modelo
que siguieron los demás emires y califas cordobeses, guardando respeto y
honrando a aquel Inmigrado de Damasco.
El siguiente emir, Hisham I,
concluyó las obras de esta primera mezquita y añadió el alminar de 40 codos de
altura y forma cuadrada.
A medida que el Estado andalusí
se iba afianzando, el número de población musulmana aumentaba, de ahí la
necesidad de una ampliación de la mezquita, bajo el emir omeya Abd ar-Rahman II
(822-852), quien mandó añadir, en el siglo IX, más naves en dirección sur, hacia el río
Guadalquivir. Los alarifes siguieron la estructura de la mezquita primitiva,
reutilizando también material de acarreo, si bien 17 capiteles fueron labrados
en los talleres cordobeses. Dentro de esta etapa de ampliación se vieron
implicados varios emires, que realizaron obras de restauración y añadiendo
nuevos elementos.
Mi padre, que era un amante de la
historia, y yo seguimos avanzando en nuestro recorrido, fijando la mirada en
los detalles de las hojas de acanto de los capiteles y lo extraordinario de los
arcos de medio punto. Mi padre le
sorprendió, que el gran Abd ar-Rahman III no hubiera realizado ninguna
ampliación, aunque sí se amplió el patio de forma considerable, quedando el
alminar algo desplazado, de ahí que mandara construir uno nuevo y magnífico, en
el siglo IX.
Sentados en un pequeño banco para
descansar un rato, le cuento a mi padre que Abd ar-Rahman III se proclamó, aquí
en esta mezquita, califa de al-Andalus en el año 929. Para aquel entonces ya
había silenciado los focos rebeldes que había en la Península. Comenzó así un
período de paz y bienestar en todas las facetas, desde política hasta cultural
y artística. Al-Andalus se ganó el respeto de los países mediterráneos y
europeos, recibiendo en Madinat az-Zahra a las embajadas bizantinas, navarras y
alemanas.
La monja sajona Hroswitha, que
acompañaba la embajada alemana, dijo así cuando visitó Córdoba:
“ Joya brillante del mundo, ciudad nueva y magnífica, orgullosa de su
fuerza, celebrada por sus delicias, resplandeciente por la plena posesión de
todos los bienes.”
Proseguimos nuestro recorrido,
llegando a la zona más espectacular de la mezquita, aquella ampliada por el
gran califa al-Hakam II, quien había heredado un Estado sólido y fuerte. Mi
padre buscó un ángulo para intentar fotografiar aquellos hermosos arcos lobulados
y entrelazados con dovelas decoradas con estuco de forma alterna. Esta
ampliación de al-Hakam II, en el siglo X, también se realizó hacia el sur, por
lo que no tuvo más remedio que derribar el muro de la quibla y la zona del
mihrab.
Nos encontramos en la parte
central de la antigua mezquita, donde la mirada nos lleva hacia arriba para
admirar la perfecta cúpula nervada, que se conservó del primer mihrab, hoy
llamada cúpula de Villaviciosa. Mi padre me indica que mire justo al lado,
donde hallamos una pequeña capilla decorada en estilo mudéjar y con una cúpula
también nervada. Nos quedamos un momento pensando, miramos el plano y nos
percatamos que estamos entre la primera y la segunda ampliación de la mezquita
y donde los cristianos levantaron la primitiva Iglesia después de la conquista
en 1236. Nos encontrábamos delante de la capilla real de época cristiana
entremezclada con los hermosos arcos lobulados del califa al-Hakam II.
Permanecimos un rato largo entre aquellas cúpulas, columnas y arcos, buscando
el enfoque y midiendo la luz para que la foto no saliera oscura.
La zona de ampliación de al-Hakam
II es la más exquisita y exuberante, donde se emplearon muchos artesanos, que
labraron estas columnas y capiteles en los talleres califales. Mármoles de la
zona de Cabra en colores rosado y negro con vetas blancas, uniforman las naves
que nos llevan hacia el área del muro de la quibla.
Nos imaginamos la grandeza del
califa y su gusto por lo sofisticado, cuando quedamos boquiabiertos delante del
mihrab. Mi padre me dijo, que habiendo él viajado por casi todo el mundo, en
muy pocas ocasiones había sentido semejante impacto por la belleza de una obra
de arte.
El mihrab, la maqsura y la cámara
del Tesoro tienen sus fachadas adornadas con hermosos mosaicos bizantinos
formando motivos vegetales y trazando inscripciones en árabe. Mi padre había
leído que el califa había enviado una carta al emperador de Bizancio,
solicitando teselas de vidrio multicolores y un maestro en mosaicos. El señor
de Constantinopla respondió enviando 320 quintales de diminutos mosaicos en
distintos colores y un experto en el trabajo de las teselas.
A la izquierda se encuentra la
puerta de la macqsura con un gran arco de herradura también ornamentado con
mosaicos que miden alrededor de 1cm2 y a la derecha la puerta de la cámara del
Tesoro guarda la misma similitud. Las tres cúpulas que anteceden estos espacios
suponen una delicia para los amantes de la geometría, parecen lazos que se
entrecruzan buscando la simetría para sostener una pequeña cúpula de ocho gajos
de naranja.
Proseguimos nuestro recorrido,
cuando de repente, nos topamos con la catedral del siglo XVI construida en el
corazón de la antigua mezquita. En su momento fue motivo de gran polémica,
hasta que intervino el emperador Carlos V y dio luz verde para que el obispo Alonso
Manrique pudiera llevar a cabo su idea de construir una catedral renacentista,
contratando para ello a los Hernán I y II.
Mi padre quedó sorprendido por
esta combinación y valoró, eso sí, el trabajo artístico de los artesanos que
trabajaron en su construcción.
Llegamos al último tramo de
nuestro recorrido, en la zona ampliada bajo el gobierno de Almanzor, hacia
finales del siglo X. El hayib Abu ´Amir Muhammad ibn Abi ´Amir, llamado
al-Mansur (el victorioso) es un personaje clave en la historia de al-Andalus,
un hombre ambicioso, valiente y gran guerrero, que dominó al-Andalus a la sombra del califa Hisham II.
La ampliación realizada bajo
Almanzor fue la más grande y en este caso hacia el este, para lo cual tuvo que
derribar el muro de levante de la mezquita, salvando milagrosamente algunas
portadas de acceso a la mezquita de al-Hakam II las cuales quedaron integradas
en esta última ampliación. Mi padre, se volvió a sentar un rato y mira a su
alrededor y me comentó que esta zona parece la más pobre desde el punto de vista
de la ornamentación. Le dí la razón y buscamos cuales pudieron haber sido los
motivos y llegamos a la conclusión, que podría haber sido porque el dinero que
entraba en las arcas del Estado se destinaban más bien para fines militares y
que Almanzor, deseó quizá emular a los califas omeya, pero sin llegar a su
grado de sofisticación.
Mi padre y yo nos encaminamos a
paso muy lento hacia la puerta de salida, nos paramos, nos giramos, guardando
en la memoria cada momento de este recorrido. Nos miramos a los ojos y
sonreímos …
Por Elisa Simon
NOTA INFORMATIVA:
Recordemos muy brevemente cuales
son los elementos básicos de una mezquita.
El alminar, que es la torre desde donde el almuecín llama a la oración
El patio o sahn, que suele disponer de una fuente o aljibe para el
ritual de las abluciones de los fieles antes de acceder a la sala de oración
La sala de oración o haram, el espacio sagrado donde se celebran las
oraciones, compuesto diferentes naves separadas por columnas.
Las mezquitas están orientadas
hacia La Meca, dirección en la cual los fieles deben rezar.
Muro de la quibla, es el muro de la mezquita que indica esta
dirección.
En el centro de dicho muro se
encuentra el mihrab, un nicho
abierto en la qibla desde donde el imam dirige la oración, a uno de sus lados,
se encuentra la maqsura, lugar
reservado sólo para el califa y su séquito cuando éste asistía a la oración y la cámara del Tesoro o bayt al-mal, donde se custodian las
donaciones y limosnas, que los fieles aportan.
BIBLIOGRAFIA:
- - Andalucía
de cerca – Ed. Edilux
- - Una
descripción Anónima de al-Andalus – CSIC Madrid 1983
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