jueves, 9 de julio de 2015

PALACIO DE GENERALIFE

PALACIO DEL GENERALIFE 

Por Elisa Simon

Siguiendo el camino de la visita al recinto de la Alhambra, bordeamos la muralla, para llegar a la colina del Generalife, situada junto a la de la Sabika, desde donde disfrutamos de magníficas vistas a la Alhambra y la ciudad de Granada. Es un paisaje único, en el marco de un conjunto inseparable donde la vegetación y la monumentalidad se desarrollan hasta el día de hoy.







El palacio del Generalife era una almunia, es decir una finca de recreo para los emires nazaríes, rodeada de amplias huertas escalonadas separadas por muros de contención, hermosos jardines con surtidores y la zona de la dehesa. Esta última la usaban los emires para la cría de caballos y como coto de caza. El palacio del Generalife y la zona del entorno los mandó construir el emir Muhammad II (1273-1302), quien consolidó el reino nazarí y tuvo que hacer frente a los conflictos con sus parientes de Málaga y Guadix. Era un hombre culto y especializado en materia jurídica.   

Lo excepcional del recinto de la Alhambra y su entorno es que sigue vivo hasta hoy en día. Los jardines nazaríes se han ampliado con jardines renacentistas, manieristas, románticos y modernos. La zona de huertas de origen medieval, se siguen explotando en la actualidad. La vegetación del entorno que en su origen contaba con especies como el jazmín, el alhelí, el lirio, el ciprés o el naranjo amargo, se fue modificando y adaptando desde el siglo XVII y sobre todo en el siglo XIX con la introducción de especies de otras regiones y continentes, como el plátano o castaño de Indias.



Tanto los jardines como las huertas no serían posibles sin la indispensable presencia del agua. Los nazaríes diseñaron una compleja infraestructura hidráulica consistente en la construcción de una presa (azud) que desvía las aguas del río Darro hacia una acequia excavada en la roca a media ladera. Esta acequia recorre unos seis kilómetros, dirigiendo el agua que baja por gravedad hasta alcanzar la Alhambra por la otra colina colindante, “colina del Sol”. A partir de aquí entra y atraviesa el Generalife regando con sus ramales y tomaderos las huertas y los jardines.

Paseando entre fuentes y jardines renacentistas llegamos hasta la entrada al palacio del Generalife. Se han dado varias interpretaciones a este nombre, uno de ellos es Yannat al-´Arif, el jardín del alarife, tal como lo menciona el poeta y visir Ibn al-Yayyab de la corte de Muhammad II. Accedemos por un patio que se asemeja más a la entrada a una casa de campo más que a un palacio, el cual se articula entorno a un patio central. Este patio, llamado de la acequia presume de ser uno de los más antiguos del mundo aún en uso, datado en el silgo XIII.  Este patio ajardinado es atravesado longitudinalmente por una larga y estrecha alberca por donde fluye el agua de la acequia real, que es la principal arteria hidráulica del recinto de la Alhambra. Los típicos “chorritos” son del siglo XIX. Este patio sufrió algunas remodelaciones en época cristiana. En su origen se trataba de un patio ajardinado cerrado donde se desarrollaba la vida doméstica. Debemos tener en cuenta que se trataba de un palacio de recreo, de ocio, donde la intimidad era una premisa importante. En ambos extremos de este patio de la acequia, se abrían pabellones con salas privadas para el descanso y  disfrute de los emires. En tiempos de los Reyes Católicos se abrió el patio hacia el paisaje, perdiendo así su carácter íntimo. 




El pabellón norte es el más bonito y mejor conservado. Se trata de una galería porticada compuesta por cinco arcos cuyas albanegas están decoradas con paños de sebka calados. 

























 Esta galería da acceso al sala regia, cuya entrada se realizaba a través de tres arcos, que descansan sobre columnas con hermosos capiteles en mocárabes. Las albanegas de esta entrada están decoradas, la central con ataurique calado y las laterales con paños de sebka calados. ¡Es una auténtica belleza! 








Junto a la entrada a la sala hay dos taqas, es decir, nichos abiertos en los muros  donde depositar jarras de agua y que llevan inscripciones en árabe. Se trata de versos del poeta y visir antes mencionado, Ibn al-Yayyab. Los versos dicen lo siguiente: 

“ Entra con compostura, habla con ciencia, sé parco en el decir y sal en paz.” 

“ A aquel cuyas palabras son hermosas debe respetársele” 

Estos versos indican el carácter de estas salas, como estancias para el ocio, y si los emires debían despachar asuntos de Estados, se debía hacer a la mayor brevedad y luego abandonar la sala. Por otro lado, sí se permitía que los poetas visitaran y permanecieran en el palacio, para recitar poemas en honor a los emires. 



Ibn al-Yabbab vivió unos 75 años, de los cuales 50 ocupó el puesto de visir y poeta. Permaneció al servicio de hasta seis emires nazaríes, desde Muhammad II hasta Yusuf I.
El emir Muhammad II creó la oficina de Redacción o Diwan al-Insha, donde visires y poetas componían qasidas en las celebraciones, fiestas y acontecimientos familiares, victorias militares, alardes y loas a los emires. Casi todas ellas quedaron inmortalizadas en los muros de este recinto palaciego.

Un poema de ibn al-Yayyab inscrito en la entrada del pórtico dice:

“Sobre este palacio de peregrina belleza,
brilla la grandeza del Sultán.
Brilla su belleza y sus flores,
la lluvia de las nubes le cubre generosamente.
Las manos de sus creadores bordaron en sus lados
bordados que parecen flores de jardín.
Su salón parece una desposada que ofrece a la comitiva
nupcial, su belleza tentadora.
Le basta tener la alta nobleza de que
sea el califa el que prodiga sus cuidados. “

En el mismo pórtico el poeta dejó escrito la función de este pórtico con taqas para el agua:

“ Es un arco en el salón más feliz,
por servir a la majestad como mirador.
¡Por Dios! Qué bello es, levantado a la
derecha de un rey incomparable.
Los jarrones que aparecen en él
Son como doncellas subidas a lo alto. “


El interior de la sala regia consta de dos alcobas laterales, decoradas con bella yesería en la parte superior de los muros con ventanas pequeñas con celosías en yeso que dejan pasar la luz, en este caso no aparece alicatados en los zócalos de la sala. El emir Isma´il II abrió un mirador en 1319 tras su victoria en la batalla de la Vega.



Dejamos atrás esta hermosa e íntima almunia, siguiendo el recorrido del recinto, llegando a la zona más elevada del Generalife donde ascendemos por la escalera del agua. Se trata de una escalera primitiva muy modificada a lo largo del tiempo, con tres zonas de descanso, donde se encuentran pequeñas fuentes. A ambos lados de esta larga y algo empinada escalera, hay sendos canales por donde fluye el agua a gran velocidad, agua procedente también de la acequia real. Este lugar se torna mágico al escuchar el rumor del agua, bajo la sombra de la arboleda y donde la luz juega de forma caprichosa entre los destellos del agua.



La visita a esta recinto palaciego de la Alhambra es una experiencia, es un aprendizaje, es un deleite y un placer, las sensaciones que provocan los distintos espacios convierten a este lugar en algo único en el mundo con un valor incalculable en todos los sentidos.  


Elisa y Daniel, somos de al-Andalus a Sefarad

BIBLIOGRAFIA:

- La arquitectura en la literatura árabe – María Jesús Rubiera. Libros Hiperión
- Historia de España Menendez Pidal tomo VIII-4 el reino nazarí
- parte del contenido del curso online “la Alhambra, historia, arte y patrimonio” organizado por la Universidad de Granada y el Patronato de la Alhambra y Generalife





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