DESEMBARCO
DE LOS MAYUS EN SEVILLA AÑO 844
Por Elisa Simon
Esta historia transcurre en el siglo IX de al-Andalus,
durante el Emirato Omeya de Abd
al-Rahman al- Awsat II (822 – 852). Un emir de erudita educación, que heredó un vasto territorio, aún sin consolidar, con rebeliones muladíes. La economía era próspera, por lo que las arcas emirales gozaban de buena salud.
Mientras el emir disfrutaba en Córdoba, capital del emirato omeya, de la caza, el fasto y las mujeres, en otras ciudades de al-Andalus se seguía produciendo el lento pero sin cese cambio cultural entre la población.
En
aquella época, Sevilla, seguía un proceso de crecimiento y cambios. Elementos
arquitectónicos preexistente, se reutilizaron. Se construyeron nuevos edificios,
sobre los visigodos, que a su vez estaban situados sobre el original romano. De
esta manera, sobre el antiguo foro y una Iglesia visigoda, se construyó la
mezquita aljama y el zoco. Las casas mediterráneas con patio y huerta se entremezclaron con los baños públicos o hammamat, zocos y edificios oficiales, todo ello
enmarcado dentro de un entramado laberíntico y amontonado de calles, callejas,
adarves, plazas y plazuelas.
La ciudad estaba salpicada de pequeños brazos del gran río, que iban confluyendo en otros brazos más grandes hasta unirse al gran río que muere en el mar. El wadi el-kebir (Guadalquivir), permitía la navegación en embarcaciones de gran calado hasta unas millas más arriba de la aglomeración urbana. Según los expertos, el puerto pudo haber estado entre las llamadas puertas del Carbón y del Arenal (Bab Abul-Qalis y al-Faray). Esta ciudad formaba parte de la vía comercial tanto marítima como terrestre. Gracias al río, Sevilla se comunicaba con el Estrecho, por la vía de Algeciras. Sin embargo, esta populosa ciudad, sólo estaba protegida por la vieja y precaria muralla romana y carecía de destacamento militar.
La ciudad estaba salpicada de pequeños brazos del gran río, que iban confluyendo en otros brazos más grandes hasta unirse al gran río que muere en el mar. El wadi el-kebir (Guadalquivir), permitía la navegación en embarcaciones de gran calado hasta unas millas más arriba de la aglomeración urbana. Según los expertos, el puerto pudo haber estado entre las llamadas puertas del Carbón y del Arenal (Bab Abul-Qalis y al-Faray). Esta ciudad formaba parte de la vía comercial tanto marítima como terrestre. Gracias al río, Sevilla se comunicaba con el Estrecho, por la vía de Algeciras. Sin embargo, esta populosa ciudad, sólo estaba protegida por la vieja y precaria muralla romana y carecía de destacamento militar.
En
líneas generales, este era el aspecto de Sevilla del 844, cuando de repente, un
batallón de “hombres del norte” irrumpieron en la paz y prosperidad sevillana.
¡Eran los vikingos!
Los
andalusíes los llamaron al-Mayus – adoradores del fuego, magos o
al-Urdumaniyyun (nordmanni – hombres del norte). Los mayus protagonistas de esta
historia procedían de Jutlandia y las islas que la rodean (Dinamarca).
Este
pueblo era gente ruda, valientes guerreros, magníficos marinos y constructores
de drakkar. En su tierra eran agricultores y ganaderos. Pasaban los fríos
inviernos encerrados en sus casas con hogar, donde ocupaban el tiempo en
trabajos manuales, como hermosas piezas de madera talladas, mientras que las mujeres tejían y realizaban otras labores.
Los
hombres juraban fidelidad a su rey, que era elegido en Asamblea. Sentían un fuerte
arraigo a la familia y posición social, defendiendo su honor y el de los suyos,
incluso con la muerte. Solían ser polígamos,
aunque el ama de casa era solo una, que se diferenciaba de las concubinas,
porque llevaba colgado al cinturón el manojo de llaves de su casa y granja. Los
hombres del norte contribuyeron a mejorar las técnicas de construcción de
barcos, así como las de la navegación.
La
primera aparición de los mayus en las costas Atlánticas de la Península, fue en
el 844. La razón de su llegada, fue fruto de la casualidad. Estos rudos hombres
de mar estaban azotando el país de los francos, cuando fueron sorprendidos por
un fuerte viento del norte que los llevó hasta las costas peninsulares. Tanto
los asturianos como los gallegos les ofrecieron resistencia, por lo que
decidieron continuar su viaje hacia el sur, bordeando el Atlántico.
Hasta
que encontraron la desembocadura del río Tajo, en la ciudad de al-Usbunna
(Lisboa) ¡Los mayus habían entrado en tierras de al-Andalus!
El
miércoles 20 de Agosto 844 los musulmanes de al-Usbunna (Lisboa), se
sorprendieron cuando vieron llegar al estuario del Tajo a unos 54 bajeles
normandos y otras tantas embarcaciones más chicas. “Se podría decir que llenaban el océano de pájaros de color rojo
oscuro, del mismo modo que llenaban los corazones de pena y tristeza.” –
comentó ibn Idhari.
¿Quiénes
eran esos hombres? La población aterrada salió corriendo, cuando aquellos
hombres de piel blanca y cabellos largos rojos gritaron “¡Berserkers!”, al
tiempo que alzaban sus hachas al cielo y corrían hacia tierra firme. Los
andalusíes nunca habían visto hombres de semejante estatura y tan fornidos. Llevaban
unos chalecos de cuero y enfundados en piel de oso, provocaron el pánico en la
ciudad. No menos aterrador eran sus embarcaciones. Az-Zuhri nos dice: “tienen la proa y la popa altas, de modo que
pueden moverse en cualquiera de las dos direcciones por el agua, y las velas
son cuadradas.”
El
Gobernador de al-Usbunna, Wahb Allah ben Hazm, envió de inmediato mensajeros a
Córdoba para advertir al Emir Abd al-Rahman II de esta presencia amenazadora en
tierras de al-Andalus.
al-Usbunna tuvo que soportar muchos días de saqueos, muertes y violaciones. El Emir Abd al-Rahman II, envió emisarios con instrucciones a todos los walíes o gobernadores con mando en las provincias costeras para que estuvieran alerta.
Los
mayus, por su parte, después de arrasar al-Usbunna, continuaron su travesía,
exhibiendo los drakkar, a lo largo de las costas andalusíes, buscando un nuevo
río que remontar.
Fue
entonces cuando encontraron la desembocadura del río Guadalquivir. “A 60 millas de la ciudad de Sevilla, la
marea llegaba hasta ella, gran río en el que entraban las embarcaciones de gran
tonelaje (al-sufun al-kibar).” – relató un cronista.
Una
parte de la expedición continuó algo más al sur, saqueando Cádiz y Medina
Sidonia, mientras que el grueso de los drakkar se adentraron en el estuario del
río.
Mientras remontaban el gran río, los guerreros del norte, se sorprendieron de las fértiles tierras y de las marismas con islas fluviales, entre Sevilla y el mar. El río cruzaba una región pantanosa y cubierta por buenos pastos. Luego, su curso se dividía en dos brazos a lo largo de una quincena de kilómetros para unirse otra vez formando así una isla, llamada Yazira Qabtal - Captel (Isla Menor). En esta isla establecieron su cuartel general, donde anclaron 80 drakkar, el 29 de Septiembre de 844. Desde allí realizaron continuas incursiones en los alrededores, aprovechando los caballos que en dicha isla se criaban.
Al
día siguiente, cuatro drakkar realizaron un viaje de reconocimiento 4 millas
río arriba hasta llegar a Qawrah (Coria del Río). Allí se situaba el puerto fluvial de Sevilla, a unas 12 millas de
la ciudad. Los habitantes de Qawrah, sorprendidos, huyeron como pudieron
mientras que otros murieron defendiéndose. Cuando estas terribles noticias
llegaron a la ciudad de Sevilla, la población huyó despavorida, incluido su
Gobernador. Unos pocos hombres decidieron quedarse, para defender la ciudad, que
no contaba con un destacamento militar y sus murallas eran precarias. Tres días
más tarde, a comienzos de Octubre, la flota normanda al completo se preparó
para continuar su navegación río arriba. Llegaron a Sevilla, ya de noche, tal
como era habitual en las tácticas vikingas. A la mañana siguiente aparecieron
en primer lugar junto a al-fajjarin (arrabal de los alfareros).
Unos
pocos valientes salieron a su encuentro, pero fueron atacados por flechas
incendiarias.
Comenzaron
siete largos y angustiosos días, de intensos
saqueos y luchas desiguales. Las lagunas y brazos del río permitieron a los
mayus llegar con rapidez hasta el corazón de la medina. La mezquita aljama fue pasto
de las llamas por las flechas incendiarias, al igual que muchos otros edificios.
La gente corría despavorida pero eran alcanzados por las espadas y hachas de
los nórdicos. En una mezquita pequeña, donde
se habían reunido unos pocos ancianos para rezar, murieron calcinados y
la mezquita casi destruida. Más tarde, una vez reconstruida recibió el nombre
de mezquita de los Mártires (masyid ash-shuhadá).
“Fueron
tantos los muertos y cautivos que resulta imposible contarlos, nadie quedó con
vida, fueran mujeres, hombres, niños, bestias, ganado o aves y todo lo que
alcanzaban sus espadas y sus flechas”. – dijo un cronista. La ciudad quedó
desierta, silenciosa, destruida.
Los
mayus, exaltados, llenaron sus drakkar con el botín obtenido y se llevaron a
los cautivos a su isla Yazira Qabtal.
Los
días y las semanas fueron pasando, mientras el emir Abd al-Rahman II se afanaba
en organizar la estrategia de defensa. Movilizó todas las tropas del territorio
andalusí, mientras los hombres del norte hostigaban Sevilla sin piedad. Cuando
en la ciudad ya no quedaba botín alguno, decidieron
adentrarse en sus alrededores, en dirección a Córdoba. En esta ocasión
emplearon los caballos de Yazira Qabtal, demostrando su destreza en tierra,
cabalgaron a sus anchas.
Durante
todo el mes de Octubre, los mayus divididos en grupos, se dispersaron por la
campiña y el Aljarafe, sembrando el terror, destruyendo y obteniendo un buen
botín y prisioneros. No fue hasta comienzos de Noviembre, cuando el emir logró
reunir a todos los contingentes andalusíes.
Ordenó
salir hacia Sevilla un cuerpo de caballería con sus mejores generales: ´Abd
Allah ben Kulayb, ´Abd al-Wahid al-Iskandaraní y Muhammad ibn Rustum.
¡Por fin las tropas del emir llegaron a Sevilla! Tomaron posiciones en la zona alta del ash-Sharaf (Aljarafe). A este gran ejército se unió pronto un cuerpo de infantería.
Córdoba,
por su parte, no podía quedar sin soldados. De ahí que el Emir ordenó que
vinieran los destacamentos de las provincias del interior para defender la
capital del Emirato. Estos contingentes estaban a las órdenes del hombre de confianza
del emir, el eunuco Nasr.
Pronto
entablaron contacto con los mayus, que a su vez habían recibido refuerzos. Se
sucedieron emboscadas, ataques y batallas donde los andalusíes mostraron su
capacidad defensiva en tierra.
El
eunuco Nasr organizó una gran emboscada
contra un contingente de mayus que marchaba a Morón, donde murieron muchos de
ellos.
Esta
noticia llegó a Sevilla provocando preocupación entre los hombres del norte y una
fuerte energía de ánimo entre la menguada población, suficiente como para
enfrentarse a ellos mientras llegaba el grueso del ejército andalusí. Ante esta
nueva situación, los mayus pusieron tierra de por medio y se retiraron a Yariza
Qabtal.
El
día de la gran batalla fue el día 11 de noviembre 844, un poco al sur de Sevilla
a dos millas, en Tablada. En esta zona vasta y llana, el ejército andalusí al
mando del general ibn Rustum y los contingentes de Nasr, atacaron por los
cuatro costados. Arqueros y lanceros, infantería y caballería marchaban al
ritmo de los atabales. Banderas y estandartes con alabanzas a dios, ondeaban en
el aire. En frente, los mayus que ya habían desembarcado en masa, agitaban sus
espadas y hachas al cielo, cubiertos con cascos que les protegían la nariz y
los escudos redondos parecían no temer al ejército oponente. Al grito de “Allah
hu Akbar” y “Berserkers” se enfrentaron los valientes guerreros. El campo de
Tablada se convirtió en un enmarañado y sangriento campo de muerte. Golpes de
sables chocaban unos contra otros, los arqueros hincando sus rodillas oscurecían
el cielo con cientos de flechas. Los corpulentos mayus tiraban de los caballos
a los soldados del emir. La lucha cuerpo a cuerpo era un esperpento de
violencia. Hachas, lanzas, dagas, sables, sangre, polvo, sudor, gritos, rabia,
lágrimas, se sucedían sin tregua. En lo más trágico de la batalla ibn Rustum, ordenó
a un grupo de su caballería que se interpusiera entre las naves y los normandos.
Los mayus no pudieron refugiarse en sus drakares. Quedaron acorralados. Murieron
cerca de 1000 y unos 400 fueron hechos prisioneros, muchos de los cuales fueron
ejecutados y exhibidos, tal como era costumbre. La derrota de los mayus fue
proclamada por todos los rincones de al-Andalus. Los grandes héroes de esta
historia fueron el general ibn Rustum y el eunuco Nasr.
Los
fugitivos que lograron embarcarse en sus drakkar, pusieron rumbo al sur.
Durante esta travesía de huida, fueron recogiendo a los demás que se
encontraban a su paso. La gente de los pueblos costeros del río les tiraraban
piedras con hondas desde la orilla, mientras los maldecían y lloraban a sus
muertos. Los mayus decidieron entonces negociar con el Emir. Ellos liberarían a los prisioneros a
cambio de ropa y víveres, ya que les quedaba un largo camino de regreso al
norte. Abd al-Rahman II no se fió y envió a los héroes de la batalla de Tablada
a un nuevo combate. Los hombres del norte no se esperaban esta reacción.
Desprevenidos, fueron perseguidos y acorralados. En aquella ocasión, el líder
de los mayus fue muerto, mientras muchos otros huían hacia sus barcos. Un grupo
de los hombres de ibn Rustum lograron abordar unos cuantos bajeles. Las
saquearon y las incendiaron. Los drakkar restantes con su tripulación huyeron.
Intentaron regresar a Yazira Qabtal, pero fue en vano. Quince embarcaciones
andalusíes (sufun) ya los estaban esperando. Enfurecidos partieron en sus
temibles barcos hasta la desembocadura del río Odiel, donde se detuvieron en la
isla de Saltés. Como represalia, los hombres del norte asaltaron y arrasaron la
ciudad de Niebla y otras localidades cercanas. Siguieron las costas del
Algarve, arribando nuevamente a Lisboa, donde fueron vistos por última vez…ese
año.
No
todos los normandos abandonaron al-Andalus, hubo un reducido número que se
quedó, se dispersó al este y sudeste de Sevilla, por tierras de Carmona y
Morón. Adoptaron el Islam, se dedicaron en el valle del Guadalquivir a criar
ganado y a la industria lechera. En lo sucesivo esta pequeña colonia de
muladíes de origen normando había de surtir a Sevilla y Córdoba de unos
exquisitos quesos que fueron muy reputados en al-Andalus.
La
consecuencia de este ataque normando, fue el refuerzo y construcción de nuevas
murallas en las grandes ciudades. En Sevilla se construyó unos astilleros,
llamados dar al-sina´. El emir se ocupó de mandar construir una red de defensa
del litoral andalusí. Fue así como las costas de al-Andalus se llenaron de
tala´i (atalayas) o torres vigías, ribats(fortalezas costeras) donde vivían
monjes-guerreros que llevaban tanto una vida ascética como militar. En la
campiña se construyeron qal´a(fortalezas situadas cerca de las grandes ciudades).
Las imponentes alcazabas comenzaron a otear, desde la parte más elevada de las
ciudades para adelantarse al enemigo.
Esta
historia de los mayus tiene continuación. Al año siguiente del ataque vikingo,
el Emir envió a tierras de los hombres del norte al poeta y diplomático,
apodado al-Ghazal junto con un selecto séquito para sellar la paz entre ambos
pueblos. Pero esta es otra historia…
Nota:
Drakar:
embarcación de mercancía y de guerra, propia de los hombres del norte.
A los pocos años de vivir en Sevilla, creo recordar que se encontraron restos de un drakar en la zona de la Plaza Nueva, cuando se estaban haciendo unas obras.
Fotos:
Tapiz de Bayeux: Lienzo bordado del siglo XI, que relata la conquista de Inglaterra por los normandos (batalla de Hastings). El tapiz se exhibe en Bayeux (Normandía)
Bibliografía:
- Historia de España tomo IV - Menendez Pidal
-“Los
vikingos en España” - A. Machado y
Alvarez , traducción de la obra de Dozy “Recherches” II. Polifemo – Madrid
1987.
-“Los
vikingos, reyes de los mares” - Yves Cohat- Aguilar Universal – Madrid 1989
-“El
poder naval de al-Andalus en la época del Califato Omeya”
Jorge
Lirola Delgado - Universidad de Granada
– 1993
-“Tratado
de Arquitectura hispano-musulmana II
Ciudades y fortalezas – de Basilio Pavón
Maldonado – CSIC
-“Sevilla
Islámica” 712 – 1248 de Jacinto Bosch
Vilá - Universidad de Sevilla
-“Sevilla
en la Baja Edad Media” - Antonio
Collantes de Terán
Excmo.
Ayuntamiento de Sevilla 1984
Simplemente , llanamente, increiblemente y de hecho te lo dice un demente lúcido, MARAVILLOSO. Sabes que soy un fan incondicional de tu blog.
ResponderEliminarDecidle a los que quieran comentar al igual que este humilde seguidor, que el perfil deben poner el de Google.
Como comentario añadir solo que los restos del Drakar vikingo son parte de los cimientos del hotel Inglaterra. ¿Bulo o verdad? Como tu bien dices, eso es otra historia. Besos y ¡Felicidades por transportarnos a tu mundo!
Muy interesante, algo había escuchado, todo un descubrimiento.
ResponderEliminargracias por el articulo-
ResponderEliminarHola Elisa. Me llama la atención la cuestión de los atabales que mencionas en esta frase: "El día de la gran batalla fue el día 11 de noviembre 844, un poco al sur de Sevilla a dos millas, en Tablada. En esta zona vasta y llana, el ejército andalusí al mando del general ibn Rustum y los contingentes de Nasr, atacaron por los cuatro costados. Arqueros y lanceros, infantería y caballería marchaban al ritmo de los atabales." Estoy investigando sobre el tema. ¿Recuerdas tu en qué fuente antigua aparece el registro sobre el uso de estos tambores en la batalla descrita? Saludos desde México.
ResponderEliminarDamián Báez
Muchas gracias por tan interesante narrativa. No conocía esa parte de la historia andaluza. Saludos desde Chile.
ResponderEliminarDe Portugal, graciss y saludos lo por tu articulo.
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