LA MAGIA DE XAUEN
Por Elisa Simon
Cada viaje a Marruecos es una
aventura, en la maleta llevo ilusión, alegría y entusiasmo. Mi mente va
predispuesta a vibrar con la magia que encierra Marruecos y mi corazón late de
felicidad cuando pongo un pie en ese país.
La primera vez que visité Xauen o
Chefchauen, ¡fue una fiesta para mi espíritu!
Recuerdo que corría el mes de
Noviembre de finales de los años 90, cuando llegamos a Xauen en coche, después de zig-zagear por la
carretera que venía de Tetuán. En el recorrido me distraje con el espectacular
paisaje, mientras ascendíamos la montaña del Rif. Tonos verdes y marrones
cubrían las colinas, que parecían mantos acariciados por la luz. El sol tenue
de otoño, hacía que las montañas y valles fueran cambiando de color a medida que
se iba escondiendo en el horizonte.
En las laderas y los valles se
distinguían los alminares cuadros de las mezquitas rurales, que relucían como motas
blancas en el paisaje, entre algunas casas hechas de adobe. Este ambiente
campestre se completaba con el pastoreo,
en pequeños rebaños, de ovejas, borregos
y cabras, vigiladas por mujeres rifeñas, que llevan el peso de la vida agrícola
a sus espaldas.
No sólo se ocupan de los animales, sino que cargan montones de ramitas,
sarmientos y demás hierbas secas para calentar el hogar o el horno del pan.
Hacen
y venden un queso sabroso a los viajeros. Son muy reacias a las fotos. Son
mujeres fuertes, de mirada dura y manos curtidas. Llevan un atuendo típico de
la zona, que consiste en una tela o
manto de algodón o lana, rayada en colores blanco y rojo con la que se cubren. Se
protegen del sol con un sombrero con forma cónica, hecho de hojas de palma y
decorado con pompones azules de lana. En sus casas suelen cuidar y cultivar su
huerta más o menos pequeña, donde crecen higueras, almendros, verduras variadas,
que luego llevan a lomo de mula hasta la ciudad donde venden sus productos en
el zoco. El paisaje se vuelve más agreste,
la piedra caliza se hace más visible, a medida que nos acercamos a Xauen. Después
de algunas curvas, de repente, se vislumbra la ciudad blanca, con minaretes que
sobresalen por encima de los tejados rojos de sus casas, enclavadas en la
montaña.
¡Es un espectáculo para la vista!
Hipnotiza, es magia. La magia de Xauen.
¿Qué significa Xauen, Chauen o
Chefchaouen? En dialecto bereber quiere decir “mira los cuernos” por la forma
de las dos cumbres que vigilan la ciudad.
Dejamos el coche, para
adentrarnos en sus entrañas a pie, sin rumbo. Nos dejamos llevar por sus calles
cada vez más empinadas, tortuosas y laberínticas, entre plazas y plazuelas. No
había coches, ni carteles de propaganda, ni artilugios modernos, que pudieran
despertarnos del sueño que estábamos viviendo. ¡Yo no tenía ojos suficientes
para tanta belleza! Los colores blanco de las casas con tejados rojos a dos
aguas y ese azul, un azul que nunca había visto, entre turquesa y celeste,
intenso, brillante … azul Xauen.
Durante el paseo nos cruzamos con
niños, muchos niños y niñas, con libros de la escuela, hablando fuerte, corriendo
y riendo, nos miraban con ojos grandes, brillantes y llenos de inocencia. Las
mujeres, cargadas con las compras regresaban a casa, mientras otras se cruzaban
a paso ligero en busca del zoco. Ellas visten chilaba y suelen llevar la cabeza
cubierta. Los más ancianos, ajenos al trajín de los jóvenes, caminan despacio,
con ayuda de bastón, fijando la vista en el suelo para no tropezar. En otoño/invierno suelen vestir chilaba
marrón de lana con capucha.
Me llamó la atención la cantidad
de gatos y gatitos, de todos los colores, que caminan entre la gente, unos descansan
tomando el sol en los escalones de una calle sin salida, otros hacen su higiene
a la sombra. Son felices, la gente los cuida, los quieren y seguro que en Xauen no hay ratones…
El olfato nos llevó hasta uno de
los hornos de pan … Mmmmhhhh ¡Qué bien huele el pan recién hecho! Entre sus
calles se abren pequeñas plazas, rodeadas de tiendas de comestibles, mercerías y
puestecitos que venden pan y dátiles. Fuentes murales con arcos de herradura,
decoradas con alicatados adornan y dan servicio a la ciudad. Nuestros pasos nos
acercan a uno de los hammam, que son frecuentados por las mujeres, más bien,
por las tardes. Normalmente van en
grupos con sus hijas, charlando y riendo, acarreando cubos de plástico y bolsas
con los enseres necesarios para la higiene.
Las calles se hacían más
empinadas, estábamos llegando al barrio andalusí de rif al-Andalus, en la zona
más alta, desde donde se dominaba la
ciudad. Yo me detuve para disfrutar de las vistas. A mis pies, se desparramaba
Xauen protegida por las montañas calizas y verdes campos. Inspiré aquel aire
puro y me dio paz el silencio que reinaba.
Me sentí afortunada de poder vivir
tanta belleza, cuando, de repente, los almuecines comenzaron su llamada a la
oración. Desde todos los rincones cantaban al cielo, llamando a los fieles. Fue
un instante único, mágico … la magia de Xauen.
Después de esta hermosa
sensación, proseguimos nuestro paseo por el barrio, que albergó a los
andalusíes que llegaron después de 1492 y se construyó fuera del recinto
amurallado inicial. En esta zona hay mucha pendiente, por las características
del suelo, de ahí que las casas cuenten con dos o tres niveles y dos o tres entradas. De ahí que algunos adarves sean escaleras. En este barrio los vecinos se cuidan mucho del
aspecto exterior de sus viviendas, luciendo encalado perfecto, tanto las
puertas como las fachadas. La limpieza es absoluta.
La puerta al-Ansar delimita
el barrio y la ciudad en el noroeste, formando parte del recinto amurallado.
Pero claro, esta muralla no guarda continuidad, porque a medida que fueron
llegando los andalusíes a Xauen, ésta se fue adaptando a las ampliaciones
necesarias. Además de las distintas remodelaciones tanto de muralla como de
torres que se fueron realizando a lo largo de los siglos hasta el día de hoy. Atravesamos
la puerta de al-Ansar y extramuros, se encuentra el manantial de ras al-Ma´,
que brota de la montaña. Estas limpias aguas, abastecen las fuentes de la
medina, los molinos, las huertas y los jardines. Junto al manantial ras al-Ma´,
hay una zona habilitada, donde las mujeres acuden para lavar la ropa.
Poco a poco regresamos hacia el
corazón de la medina, atravesando antes otro barrio de creación andalusí, el barrio
de Suiqa. Se trata de uno de los primeros barrios de la ciudad, donde se
asentaron los andalusíes hacia el siglo XV. Antiguamente estaba cercado por un
muro de adobe y se entraba al barrio por varias puertas, situadas al norte,
oeste y sur. Dos de ellas aún se
conservan; Bab al-Harmun, al sur, y Bab al-Hammar, al sudeste.
Por aquel entonces el barrio de
Suiqa contaba con una alcaicería, de la cual hoy en día solo queda un arco. Sin
embargo, el antiguo emplazamiento lo sigue ocupando un mercado, que lleva su
nombre, la qaysariyya. Está compuesto por un sinfín de tiendecitas, situadas a
lo largo de las estrechas calles.
Las tiendas, unidas una junto a la otra y una
frente a la otra, estaban a rebosar de toda clase de artesanías del lugar,
expuestas a las estrechas calles. Yo me tomé mi tiempo, para deleitarme entre
las típicas telas de Xauen, en tonos azules o rojos, alfombras bereberes de
tamaños variados, chilabas y abrigo de lana en blanco y marrón típico de la
zona, calzado marroquí, artículos de cuero, cerámica, pebeteros, pulseras,
collares, pendientes, esencias, etc. Los vendedores nos invitaban a visitar su
tienda a nuestro paso. Era una fiesta de colores, fragancias, música y encanto
… es la mágia de Xauen.
Con buen humor y varias bolsas
llenas de artesanías, proseguimos nuestro deambular por el barrio de Suiqa. Pequeñas
mezquitas con alminares andalusíes, zawiyas, algunas de ellas de las cofradías
más importantes del país, conforman este barrio hermoso y tan lleno de vida. Me
llamó la atención la decoración de las puertas de las casas. Según el nivel
social de las familias que las habitan, sus puertas tienen una rica decoración
a base de remaches de metal y sus dimensiones son mayores a las de las familias
más humildes. Lo que guardan todas ellas en común es el color azul, un tono más
oscuro que en encalado de las casas. También aquí, las familias cuidan mucho el
limpio aspecto de sus calles.
Aunque hay bullicio, no es como
en otras ciudades marroquíes, aquí parece que el tiempo se ha detenido. Da
igual la hora que es, porque en Marruecos hay tiempo para todo. El paseo nos lleva hasta la plaza de Uta
Hammam, el corazón de la medina, que recibe este nombre por los baños mandados
construir por Moulay Muhammad, hijo del fundador de la ciudad en el siglo XVI. Es
bastante grande y de planta rectangular y en ella se celebraba el mercado
semanal, donde los habitantes de los alrededores podían vender sus productos y
los lugareños las artesanías elaboradas en los telares y talleres.
En un lado de la plaza se
encuentra la Alcazaba, que en 1471 mandó construir Moulay Alí ibn Rashid,
fundador de Chefchaouen. Sus murallas primitivas son de adobe, cuenta con 10
torreones, encuadrados dentro de un
rectángulo y construida dentro de la tradición andalusí. A lo largo de
los siglos, la Alcazaba sufrió varias ampliaciones y remodelaciones, hasta
alcanzar su aspecto actual. Hoy en día, en su interior se halla el Museo
Etnográfico así como el centro de estudios andalusíes.
En un ángulo de la plaza Uta
Hammam, se encuentra un funduq, el más grande de los cuatro que tenía la ciudad
y que sigue sirviendo de alojamiento para los comerciantes de fuera con sus
mulas o caballos que tiran de carros con mercancías. Cuenta con unas 50
habitaciones, almacenes y letrinas.
No pudimos resistir una fragancia
a té con yerbabuena que flotaba en el ambiente de la plaza. Nos sentamos al cálido
sol de Noviembre en uno de los cafés con mesas a la plaza. ¡Qué delicia! Unos
gatitos hermosos se acercaron a nuestra mesa y comenzaron a refregarse entre
mis piernas. No tenía nada para darles y se conformaron con unas caricias.
Mientras disfrutábamos del
ambiente, nuestros amigos nos contaron un poco acerca del fundador de Xauen:
Moulay Alí ibn Rashid pertenecía a la tribu de
los bereberes ajmíes, descendientes de los Idrissíes. Este personaje había
demostrado su valentía como soldado en la guerra de Granada en el siglo XV. En
al-Andalus contrajo matrimonio con una bella mujer, cristiana convertida al
Islam, nacida en Vejer de la Frontera (Cádiz), llamada az-Zahra. Hacia 1471
Moulay Alí ibn Rashid decidió regresar, con su esposa, al Magreb para defenderlo
de las amenazas expansionistas tanto de castellanos como portugueses. Eligió un
enclave protegido por las montañas del Rif, entre dos ríos y manantiales. Dicen
que para alegrar a su esposa, buscó un lugar lo más parecido a Vejer. Estableció
en un valle su base militar defensiva
para frenar los avances exteriores. En ese mismo año mandó construir una
alcazaba y la Yama´el-Kebir o mezquita mayor. Logró reunir a un número importante de soldados con sus
familias. Ese es el origen de la ciudad de Xauen. Este núcleo inicial, se fue
extendiendo creando una pequeña ciudad defendida por una muralla con torres y
puertas. La esposa de Moulay Alí ibn Rashid, le dio varios hijos, entre ellos
el sucesor Ibrahim y una hija, Sa´ida, que se merece un artículo aparte.
A medida que la población aumentaba,
se fueron construyendo mezquitas, baños y barrios. Los graves acontecimientos
en al-Andalus, (entre 1492 y 1609) provocaron la llegada a Xauen, en distintas
oleadas, de andalusíes, musulmanes, judíos y moriscos, que permanecieron
agrupados, formando así el barrio de Suiqa y el de rif al-Andalus.
Entre 1471 y 1560 Xauen llegó a
ser la capital de un principado independiente del sultanato de Fez. Moulay Alí ibn Rashid y sus sucesores
demostraron su poderío militar y su influencia política, alcanzando gran
prestigio tanto él como sus sucesores. El sultán watasí de Fez contaba con
ellos para luchar contra las conquistas portuguesas y castellanas de las costas
marroquíes. Los hijos de Moulay Alí ben Rashid embellecieron y agrandaron la
ciudad a lo largo de los siglos convirtiendo a Xauen en una ciudad clave en el
norte del país.
La noche fue cubriendo con su
manto de estrellas esta ciudad mágica, mientras las suaves luces se encendían
caminamos hasta Casa Hassan, para degustar un rico tajin de pollo con ciruelas
y almendras. Desde aquella primera experiencia en Xauen, cada vez que regreso
la magia se repite. Los colores, los sabores, las fragancias y la simpatía de
su gente me invitan a querer volver una y otra vez...es magia, la magia de
Xauen.
BIBLIOGRAFIA:
- Marruecos andalusí.
Museo sin fronteras. Edición Electa y EDDIF.
- Marruecos, gentes,
tradiciones y creencias. Yolanda Guardione, Alianza Editorial
Hola Elisa, nunca he estado en Chefchaouen pero me acabas de abrir el apetito y las ganas de conocerlo. ¡¡Muchas gracias!!
ResponderEliminarPor contra, he estado en Casablanca, te invito a que veas un pequeñísimo resumen en mi blog.
Saludos!
http://andalusactual.blogspot.com.es/2013/09/primer-dia-casablanca.html
Hola Andrea, me alegro que te gustara el artículo. He leído el tuyo sobre tu visita a Casablanca y me gustó mucho. La primera vez que visité Casablanca fui con unos amigos que conocían bien la ciudad, si bien no fue tan emocionante como tu primera visita, pero sí que disfruté mucho de enorme ciudad.
EliminarAndrea, una pregunta, tu pagina de facebook es "al-Ándalus" escrito en árabe ??
Te mando un saludo,
elisa