IBN ZAYDUN Y LA PRINCESA WALLADA
Esta es la historia de amor de dos
poetas cordobeses: la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn
Zaydun.
La pasión de estos poetas tuvo lugar
en Córdoba, capital de al-Andalus, durante una época convulsa. Después de la caída
del Califato (1031), se produjo un largo período de guerra civil en al-Andalus,
llamada fitna. El vacío de poder central en Córdoba, provocó que en distintas
ciudades, pueblos y fortalezas se alzaran al poder dirigentes locales. La lucha
encarnizada por alcanzar el trono del ya desaparecido califato, enfrentó a dos
fracciones principales: los seguidores de la dinastía Omeya, que engrosaban el estrato
social de andalusíes de origen árabe y por la fracción de los seguidores de los beréberes,
introducidos en al-Andalus bajo el gobierno de al-Mansur (siglo X). Es una parte de la historia de al-Andalus compleja y desoladora, por lo
que no voy a seguir ahondando, para no perder el hilo de lo que quiero
contarles.
En medio de las intrigas, traiciones
y asesinatos por encargo, dos jóvenes dieron rienda suelta a los sentimientos
más puros e intensos.
La princesa Wallada, era hija del
califa omeya al-Mustakfi y Amina, una esclava cristiana. Tuvo una infancia
feliz y una educación acorde a su rango social.
Su adolescencia trascurrió paralela
a la agonía del Califato. La hermosa Wallada dio muestras de su carácter fuerte,
cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer de su época. Participaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias
muestras de su valía como poetisa. Wallada contaba con admiradores y
detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas
sobre la princesa. Alcanzó una alta posición y heredó de su padre riquezas
suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había
convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.
Fue entonces, cuando decidió abrir
un salón literario. En aquella hermosa casa, con varias estancias abiertas al
patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar a
las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la
poesía y el canto. Con el tiempo, el salón literario, se convirtió en un lugar
obligado de reunión para los intelectuales. Estos discutían acerca de los
vaivenes de al-Andalus, la destrucción de Medina Zahra o comentaban acerca del
califa de turno. Todo ello en un entorno con aroma a sándalo, disfrutando de ricos
manjares y sabrosos zumos naturales. Las sirvientas de Wallada se ocupaban de
todo lo relacionado con el buen funcionamiento de su salón literario, siempre bajo
la atenta mirada de la princesa. Ella hacía especial hincapié en el desarrollo
de la poesía, más que en temática política. De esta manera, Wallada organizaba
sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color,
ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de
seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle.
Un cronista afirmaba: “Aquel
salón era lugar de reunión de los nobles del país y su patio era como un campo
de carreras para los caballos de la poesía y la prosa….. mezclado eso con… la
pureza de sus vestidos. Por ser, sin embargo, despreocupada y demostrar sus
pasiones, la crítica se abrió camino para hablar contra ella.”
La bella Wallada, de cuerpo esbelto,
de tez blanca, ojos azules, rubia-pelirroja vestía a la moda de
Bagdad. Llevaba bordados en los hombros de sus vestidos. En el lado izquierdo
decía: “Por Allah, que merezco cualquier grandeza y sigo orgullosa mi camino.”
Y en el lado derecho decía: “doy gustosa mi mejilla a mi enamorado y doy mis
besos a quien los quiera.”
Ibn Zaydun, joven noble de excelente
posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y
atractivo del momento acudía al salón de Wallada.
Una noche de tertulia, sus miradas
se cruzaron, sus corazones comenzaron a latir como si de una danza se tratase. Ibn
Zaydun encendido de amor, visitaba el salón de Wallada todos los días, sólo
para contemplar la belleza de aquella extraordinaria mujer. Ella también había
quedado fascinada por la penetrante mirada del poeta y el sonido grave de su
voz. Se enamoraron. Comenzó así una apasionada historia de amor, que debían mantener
en secreto. De ahí que decidieron expresar sus sentimientos a través de la
poesía:
Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn
Zaydun:
“Espera
mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues
opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo
algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste
no brillaría
Y
si con la luna, ésta no saldría
Y
si con las estrellas, éstas no caminarían.”
Ibn Zaydun por su parte le
contestaba:
“Tu
amor me ha hecho celebre
entre
la gente
por
ti se preocupa mi corazón y
pensamiento,
cuando
tú te ausentas
nadie
puede consolarme y
cuando
llegas todo el mundo está presente.”
Y también le decía:
“Si
he perdido el placer de verte,
me
contentaré oyendo hablar de ti.
Si
el guardían se descuida,
Me
contentaré con un breve saludo.
Temo
que los censores sospechen, pero
¿Hay
plazo en el amor?”
Ibn Zaydun la describe así:
Aquella
muchacha de ojos bellos,
De
fragancia deliciosa,
De
aliento perfumado, de aroma penetrante,
Me
tendió su fina mano, y comprendí
Que
era hermosa mujer de mirada seductora.
Por
su talle corre fresca sabia juvenil;
Ungida
está de almizcle por su muy clara virtud.
Cuando
me ofrece jazmines en la palma de su mano
Recojo
estrellas brillantes de la mano de la luna.
“Tiene
carácter dulce,
talle
perfecto
y
una gracia como el aroma
o
la euforia del vino.
Me
ofrece solaz su charla
Tan
deleitosa
Como
la unión amorosa
Lograda
tras la ausencia.”
Cuando Ibn Zaydun debía ausentarse
de Córdoba por actividades políticas, Wallada lo extrañaba y sintiendo su
ausencia escribía:
“¿Acaso
hay para nosotros,
después
de esta separación, una salida;
puede
quejarse cada uno de nosotros
de
lo que ha sufrido?
Pernoctaba
yo en los tiempos
De
nuestras visitas mutuas durante el invierno
Sobre
las brazas crepitantes por la pasión.
¿Cómo,
pues, estando en la situación de este abandono,
ha
apresurado el destino lo que yo temía?
Giran
las noches y no veo el fin
De
nuestro distanciamiento,
Ni
la paciencia me libra
De
la esclavitud de mi anhelo.
Riegue
dios la tierra donde estés
Con
toda clase de lluvias copiosas.”
Ibn
Zaydun, por su parte, le escribía:
“Cuando
tú te uniste a mí
como
se une el amor al corazón,
y
te fundiste conmigo
como
el alma se funde con el cuerpo,
enfureció
a los detractores
el
lugar que yo ocupaba en ti:
en
el corazón de todo rival
arde
la llama de la envidia.”
Lamentablemente,
la
intuición de Ibn Zaydun contenida en estos dos últimos versos, no tardó en
convertirse en realidad. Su relación amorosa con Ibn Zaydun fue víctima de
intrigas surgidas en medio de la violencia política que imperaba en al-Andalus.
Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús. Era éste un poderoso visir del débil califa de turno. Ibn Abdús, envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Tramó entonces una trampa para el noble poeta. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición.
Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús. Era éste un poderoso visir del débil califa de turno. Ibn Abdús, envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Tramó entonces una trampa para el noble poeta. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición.
Wallada montó en cólera. Su orgullo
estaba dolido, su prestigio dañado, su vida pública se vio salpicada por este
escándalo. La hermosa princesa había sido traicionada por su gran amor. Ella no
pudo o no supo perdonarlo. El pobre Ibn Zaydun desesperado, se deshizo en
explicaciones y disculpas. En la corte se supo que había sido el visir Abdús
quien había orquestado la conspiración. Ibn Zaydun era consciente de que su
carrera política también podría correr peligro.
Pero de momento, sólo sabía llorar de amor, hizo todo lo posible por
obtener el perdón de la hermosa princesa, pero ella no dio su brazo a torcer.
Su orgullo y su fuerte carácter hicieron que el amor apasionado se tornara en
apasionado odio hacia él. Éste por su parte, quedó desolado, muerto de
amor, deambulaba por la calles de Córdoba completamente abatido. Ni se
acercaba al salón literario, pero llegaron a sus oídos los versos que la herida
Wallada le dedicó:
“Si
hubieses hecho justicia
al
amor que hay entre nosotros
no
hubieses amado ni preferido a mi esclava
ni
hubieses abandonado la belleza de la rama
cargada
de frutos
ni
te hubieses inclinado hacia la rama estéril
siendo
así que tu sabes que yo soy
la
luna llena en el cielo,
sin
embargo, te has enamorado,
por
mi desgracia, de Júpiter”
Ibn Zaydun arrepentido, roto de
dolor, hizo lo imposible para obtener su perdón:
“Desde
que estas lejos de mí,
el
deseo de verte consume mi corazón
y
me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis
días son ahora negros y
antes,
gracias a ti, mis noches eran blancas.”
Pura
Piedra
Cuando
te enteraste de lo mucho que te quiero
Y
supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
Y
cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumiso,
Yo,
que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
Te
alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
Y
de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa
tus miradas por las líneas de mis cartas
Y
verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño
mío: mi corazón se deshace
De
quejarse tanto a un corazón de pura piedra.”
El envidioso visir Ibn Abdús no se
contentó con separar a Ibn Zaydun de Wallada, sino que además, provocó su caída
política en Córdoba. El apuesto poeta fue encarcelado, pero logró escapar de su celda y se
refugió en Sevilla, donde gobernaba el temible al-Mu´tadid. Ibn Zaydun se convirtió en uno de los visires más cercanos y de confianza del rey de Sevilla.
La princesa Wallada, dolida, quizá
por venganza se acercó al visir Abdús,
quien siempre la había deseado. Ella lo sabía, pero nunca le había dado
esperanzas. Ibn Zaydun, desde Sevilla,
al enterarse de esta relación, escribió una sátira sobre Ibn Abdús.
¡Oh
que noble es Wallada!
Un
buen tesoro para quien busca ahorrar
Pensando
en las necesidades del futuro.
¡Ojalá
distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me
han dicho que Abu Abdús la visita y
Me
han contestado: a veces la mariposa busca el fuego.”
La respuesta a este poema no se hizo
esperar. Wallada, le escribió estos versos:
Poema
de los siete insultos
“Tienes
por apodo el hexágono
y
es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues
eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.”
Ibn
Zaydun, a pesar de sus virtudes,
Maldice
de mí injustamente y no tengo culpa alguna;
Me
mira de reojo, cuando me acerco a él,
Como
si fuese a castrar a su ´Alí.”
Ibn Zaydun continuó con su excelente labor de visir, bajo el rey al-Mu´tamid, también poeta. Desde Sevilla su corazón seguía latiendo por ella y su alma vibraba con su recuerdo. El eterno poeta enamorado murió en Sevilla en 1070, habiendo alcanzado
la máxima reputación, poder y riqueza personal.
Wallada, por su parte, vivió bajo la
protección de Ibn Abdús. Con el tiempo, la bella princesa perdió su fortuna,
recorrió al-Andalus exhibiendo su talento poético, en idas y venidas, que siempre la llevaban a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse
con él. Así envejecieron hasta cumplir más de 80 años. Cuentan algunos
cronistas que Wallada murió en el 1091, cuando los almorávides llegaron a
al-Andalus.
Así termina esta historia de amor en tiempos difíciles. Espero que les haya gustado.
Por Elisa Simon
Por Elisa Simon
LIBROS
- El libro de Magdalena Lasala "La Omeya" http://www.libreria-mundoarabe.com/wallada-la-omeya-p-5255.html
Wallada, la última luna" de Matilde Cabello, editorial Almuzara http://www.lukor.com/literatura/05062005.htm
MUSICA
Eduardo Paniagua http://www.systemrecords.co.uk/paniagua-eduardo-wallada-zaydun-p-985053.html
- El libro de Magdalena Lasala "La Omeya" http://www.libreria-mundoarabe.com/wallada-la-omeya-p-5255.html
Wallada, la última luna" de Matilde Cabello, editorial Almuzara http://www.lukor.com/literatura/05062005.htm
MUSICA
Eduardo Paniagua http://www.systemrecords.co.uk/paniagua-eduardo-wallada-zaydun-p-985053.html
BIBLIOGRAFIA
Cronistas que escribieron sobre
Wallada:
Ibn Baskuwal, Ibn Sa´id e Ibn Bassam
-
TERESA GARULO, Diwan de
las poetisas de al-Andalus, Ediciones Hiparión, Madrid 1985
-
LOPEZ DE LA PLAZA,
Al-Andalus: Mujeres, Sociedad y Religión. Malaga, 1992
-
SOBH, Poetisas
Arabigo-andaluzas, Granada 1994
INTERNET: http://www.andalucia.cc/viva/mujer/aavcordo.html
- Matilde Cabello - Escritora.
Que hermosa historia...
ResponderEliminarMarta
Estos versos están musicalizados, en su idioma original, por músicos marroquíes.
ResponderEliminarHermosa historia, llena de mágia, amor, y traición.
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