Los placeres del canto y de la música en la corte de
al-Mu´tamid.
Por Elisa Simon
El siguiente artículo lo escribí
en el año 1998 para el cuaderno cultural “al-Andalus” de la Asociación Amigos
del Legado Andalusí de Sevilla, a la cual yo pertenezco desde hace muchos años.
Como verán, el artículo está escrito a modo de diario, donde basándome en datos
extraídos de varios libros, puse mi imaginación en marcha y así se creó “diario
de Widád, esclava del rey al-Mu´tamid”.
En general, los reyes de taifas
se caracterizaron por su tendencia a la vida festiva y los placeres. Uno de
ellos fue el rey al-Mu´tamid, nacido en Beja (Portugal) hacia el 1030. Llegó al
trono de la taifa sevillana en el 1069 y bajo su reinado la taifa vivió su
período de máximo esplendor poético y artístico, además logró expandirla hasta
llegar a Tudmir (Murcia) hacia el 1082. Gobernó un vasto territorio hasta su
caída en el 1091 frente a los almorávides de Yusuf ibn Tashfin. El siguiente
poema refleja bastante bien el carácter andalusí de los príncipes.
“Abreva
a golpes redoblados tu corazón,
Pues
más de un enfermo se ha curado así,
Y
arrójate a la vida como sobre una presa,
Pues
su duración es efímera.
Incluso
si tu vida durara mil años completos,
No
sería exacto decir que es larga.
¿Te
dejarías llevar por la tristeza hasta la muerte
Cuando
el laúd y el vino fresco están aquí y te esperan?
Que
la preocupación no se adueñe de ti a viva fuerza,
En
tanto que la copa es como una espada centelleante en tu mano.
Conduciéndose
con cordura, las contrariedades nos acosan
Hasta
lo más profundo de nuestro ser,
Ser
cuerdo, para mí, es no serlo.”
Volviendo al artículo del año
´98…Aquí comienza el relato, espero que les guste.
Mi señor, el rey al-Mu´tamid, Allah le
proteja, está preparando una fiesta para esta noche, en el hermoso palacio de
az-Zahí.
Antes de seguir este relato,
quiero presentarme. Me llamo Widad, soy una de las esclavas del rey de
Ishbilya, yo soy Nubia.
Mi señor, Allah le dé larga
vida, tiene varios palacios en la ciudad, a cual más hermoso y suntuoso. El de
az-Zahi, que en vuestro idioma significa “el próspero”, está situado
extramuros, a orillas del wadi el-kebir, en su margen izquierda.
Al-Zahi es un pequeño palacio
con terrazas al río y espléndidas vistas a la ciudad. Es ahí donde le gusta a
mi señor entregarse a los placeres más diversos.
Mi rey está contento, porque
todo está a punto para iniciar una larga y animada fiesta entre amigos. El gran
salón de Sa´d al-Su´ud es perfecto para ello. Este salón se llama así por el
nombre de su cúpula, que significa “la felicidad de las felicidades”, se trata
de la 24º morada lunar, muy favorable en nuestra cultura.
Ya ha llegado Ibn ´Ammar de
Silves, Ibn Hamdis de Siracusa, Ibn al-Labbana de Denia, el gran geógrafo
al-Bakri, quien acercándose a Ibn Wahdun de Murcia le recitó estos versos:
“¡Ah,
amigos míos, ardo por tener la copa en mis manos y
Por
respirar el perfume de las violetas y del mirto!
Vayamos
a entregarnos a los placeres,
Prestemos
oídos a los cantos y
Ocultemos
este día huyendo de las miradas indiscretas.”
Todos ellos lucen sus mejores
galas, con trajes de lino en colores suaves.
Nosotras, las bailarinas, ya
estamos casi listas. Yo he elegido un vestido precioso, de seda fino, color
crema, para que contraste con mi tono de piel. El vestido deja mis brazos al
descubierto. Mi cuello largo se prolonga en un sutil escote, un lazo de telas
ciñe mi cintura, quedándose mi espalda al descubierto.
Mi compañera Yawhara, lleva su
cabello negro azabache, largo y ondulado, adornado con flores naturales
cuidadosamente escogidas y se ha puesto el brazalete curvo plateado.
Nuestras manos están teñidas
con alheña trazando dibujos vegetales que se prolongan por los dedos.
Mis ojos son negros,
profundos, grandes y algo almendrados, tan solo necesitan un suave perfilado
con alkuhl. En el pelo largo y sedoso llevo flores de azahar como si fueran
motitas blancas esparcidas de forma caprichosa.
Tan sólo me falta envolverme
en aroma de almizcle, este aceite desprende su fragancia de mi cuerpo con cada
movimiento que hago al bailar.
Uraywa, canta como un ruiseñor
y acaba de entonar una melodía que habla de amor, ella está oculta de las
miradas de los invitados por la sitara.
“ Las hojas les sirven de
telón cuando cantan sobre las ramas”
Su voz es dulce, pero potente,
clara y emotiva. El ´ud la acompaña creando la magia de la música andalusí.
Mientras, los invitados ya han
disfrutado de una opulenta cena a base de entrantes fríos, como zanahorias o
berenjenas en miel, luego un cordero con frutos secos y para terminar manjares
dulces con almendras y pistachos. ¡Ya llegó la hora de la diversión! Los
esbeltos y apuestos coperos se afanan en llenar de vino las copas de cristal
cinceladas del Irak.
Mi señor, alegre dedicó este
poema a uno de esos robustos coperos:
¡Qué
hermoso es el copero, que
Con
su fino talle y sus miradas llenas de seducción,
Se
ha levantado para servir vino…!
Mi señor, sentado en su sarir,
sobre cómodos almohadones de seda en colores vivos, disfruta de la velada, mientras
pica algunos naql que se han servido en las mesas bajitas y redondas, de madera
labrada. A su alrededor se acomodaron sus hijos y demás familiares así como los
demás miembros de la corte.
La música poco a poco va
transformando el ambiente en festivo, Uraywa entona melodías más alegres,
mientras las flautas y el laúd suenan con ritmos animados. El rey comienza a
batir las palmas y los demás poetas lo siguen, ríen, cantan y nos alaban.
“…a una gacela pedí vino,
y me sirvió vino y rosas;
pasé la noche bebiendo el vino de su boca
y tomando la rosa de sus mejillas.”
La música retumba en todo el palacio. Alzamos
los brazos al aire como si fueran alas de paloma, con elegancia movemos las
manos al tiempo que el cuerpo dibuja movimientos ágiles, suaves y miradas
sensuales. Amada, con su vestido rojo y aroma a ámbar gris, gira y gira
moviendo su cabeza, yo me acerco a ella para acompañarla. Sonreímos. Ella es de
piel blanca, ojos claros y cabello rubio, lo cual hace un contraste armonioso.
“Si las mujeres jóvenes
de mi harén,
Cantan aires
melodiosos acompañándose de la cítara,
Los nobles
caballeros de mi casa,
No escatiman con
su sable su rudo canto
Sobre los cascos
de los enemigos.”
Por allí viene Gulamiyya, que
sirve vino a mi señor, vestida de muchacho. La fiesta sigue, entre aromas a
violetas, almizcle y ámbar gris, copas de cristal, dulces, los sonidos del
laúd, versos improvisados, risas, baile, miradas furtivas, pasión y sensualidad.
La luna hace tiempo que ya alumbra la noche,
las antorchas iluminan los patios dibujando sombras caprichosas sobre las
paredes, las cortinas blancas de las estancias y ventanales se mueven con
suavidad haciendo ondas al aire, mientras la fiesta sigue.
Finalmente el manto nocturno
se va retirando dejando paso a la aurora, la fiesta continúa a un ritmo más
sosegado. El baile dio paso a los versos improvisados y ritmos más suaves. El
rey y sus amigos se asoman a uno de los ventanales, para disfrutar de la magia
del amanecer, mientras el laúd entona una nuba adecuada para ese momento. Un
instante de silencio impera, solo roto por el tañido del laúd, mientras las
nubes se convierten en las protagonistas de la fiesta, con su abanico de
colores rojizos, anaranjados, azulados y rosados, cuando los primeros rayos del
sol aparecen tímidos por el horizonte.
Así comienza un nuevo día en
el reino de al-Mu´tamid, el más poderoso de al-Andalus.
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