SAMUEL IBN NAGRELLA HA-NAGID
El hombre de confianza de
los ziries de Granada
Por Elisa Simon
Samuel ibn Nagrella, Abu Ibrahim,
para los musulmanes, fue unos de los personajes clave del siglo XI en la taifa
de Granada.
paseo junto al río Darro, Granada |
Su familia provenía de Mérida y
se asentaron en Córdoba en tiempos del califato, donde nació Samuel hacia el
993. Sus padres le dieron una educación con los mejores maestros, tanto
musulmanes como judíos, como el rabí Moshe ben Hanok y el “padre de todos los
gramáticos” Yehudah ben David, llamado Hayyuy de Fez. Dominaba varios idiomas, el árabe, el berberisco, hebreo, latín,
romance, arameo y griego. Su cultura árabe y hebrea le dieron una amplia visión
de su mundo. Como dijo Abraham ben David en su Sefer ha-Qabbalah “ era experto en los libros de los ismaelitas
y en su lengua..” Durante sus años de estudio coincidió con eruditos como
Yishaq ibn Jalfun, poeta con quien trabó una gran amistad.
Hacia el 1013 comenzaron los
disturbios en Córdoba y la lucha por el poder del califato, por lo que pronto
Samuel se vio forzado a dejar su ciudad y marchó a Málaga. Allí abrió una
pequeña tienda en el mercado, sin dejar sus estudios tanto del Talmud como de
otras ciencias. Gracias a su esmerada educación contaba con un don para la
grafía y el arte de la retórica.
Dicen que su tienda se situaba en
las inmediaciones del palacio del secretario del visir del rey de Granada, el
zirí Habbus ibn Maksan. Este secretario que se llamaba Abu al-Qasim Ibn ´Arif,
supo de las grandes cualidades de Samuel para redactar cartas en árabe y pronto
empezó a solicitarle encargos. De esta manera, comenzó la carrera de Samuel Ibn
Nagrella que le llevaría hasta la cumbre jamás soñada por él.
La exquisitez y belleza tanto de
la grafía como de la expresión de las cartas, llamó pronto la atención del
visir, quien lo mandó llamar, para presentarse en Granada, en la alcazaba
al-Qadima. Fue nombrado secretario personal del visir, quien pronto se dio
cuenta de las grandes cualidades con que contaba Samuel como consejero. Las circunstancias políticas lo
llevaron a involucrarse en las intrigas de palacio, permaneciendo fiel a los
ziríes. Con el paso del tiempo y las acciones de Ibn Nagrella, fue ganando más
y más confianza con el visir, al mismo tiempo que se fue fraguando más y más enemigos
entre los miembros de la corte.
aljibe del Rey, del siglo XI - |
hammam del bañuelo, siglo XI - |
Hacia el 1027 falleció el visir y
Samuel ocupó su puesto, convirtiéndose en el visir del rey Habbus de la taifa
de Granada. De esta manera había escalado un poco más hacia la cima, ya que
gracias a sus consejos y buen hacer en las finanzas, la taifa de Granada vivía
en la abundancia. Las responsabilidades de Ibn Nagrella se incrementaron al
mismo tiempo que aumentaban sus detractores. Su fortuna fue en aumento, se dice
que poseía un palacio de lujo y llevaba ropas valiosas. Su hijo Joseph se crió
en esta opulencia y su familia gozó de gran prestigio en Granada. Fue entonces
cuando fue nombrado ha-Nagid o príncipe de las comunidades judías de la taifa
de Granada, pero no sólo se ocupó del bienestar de las aljamas andalusíes, sino
que se preocupó por las situaciones de las juderías del Magreb, de Sicilia, de
Egipto y mantuvo correspondencia con los rabinos de las más importantes
aljamas, como la de Qairuan. Ibn Nagrella mantuvo buenas amistades con los
poetas más sobresalientes, como Ibn Gabirol, Yehudah ha-Leví, Yishaq ibn
Gayyat, Moshe ibn Ezra, entre otros.
El rey Habbus murió en 1038 y se
inició una lucha encarnizada por el poder entre los hermanos, Badis y Bullugin.
Samuel se posicionó del lado de Badis y se enfrentó no solo a los miembros de
la corte, sino a gente de su misma comunidad. Finalmente esta pugna fraticida
la ganó Badis quien pasó a ocupar el trono de la taifa de Granada. Gracias a su
lealtad y fidelidad Badis mantuvo a Ibn Nagrella siempre a su lado y lo nombró
general del ejército granadino. Bajo su mandato Badis se ganó el respeto de los
demás reyes taifas, por las victorias que le brindó Ibn Nagrella, como la toma
de Málaga o los ataques a Sevilla, contra el rey al-Mu´tamid, gran enemigo del
zirí.
calle del Albaycín, Granada |
Esta época de gloria acabó cuando
falleció Ibn Nagrella en el 1055/56, y su hijo Joseph, aquel que se había
criado en la opulencia, heredó el puesto de visir de su padre, sin llegar a
alcanzar su prestigio. El destino de Joseph corrió una suerte completamente
diferente, ya que pereció ejecutado durante los grandes disturbios contra la
judería de Granada en el año 1066, donde muchos sefardíes perdieron la vida y
el barrio fue arrasado.
En cuanto a su producción
literaria, se conservan unos mil poemas de temática en su mayoría profana, agrupados
en tres grandes bloques: Ben Tehillim,
que engloba sobre todo los poemas de su juventud. Ben Mishle, con poemas de su madurez y Ben Qohelet que incluyen poemas de su vejez. Ibn Nagrella empleó la métrica y
temática árabe para componer. Entre los poemas que he leído, me llamó la
atención los versos escritos desde el campo de batalla, ya que no es frecuente
este tema entre los sefardíes andalusíes. El siguiente poema fue escrito hacia
1038 sobre la batalla contra los de Almería:
“Se alzó el enemigo, y se levantó la Roca contra él;
¿cómo puede erguirse lo creado al alzarse la Roca?
Los ejércitos estaban alineados, cada escuadrón
Frente a un escuadrón del adversario;
Los hombres pensaban, que en día de cólera, violencia
Y envidia, la muerte era un premio;
Todos trataban de conseguir la fama,
Vendían su vida para lograr su anhelo.
La tierra temblaba desde sus cimientos,
Al igual que Gomorra estaba arrasada;
Bellos y resplandecientes rostros
Se tornaban como el fondo de una olla.
Era un día de oscuridad y tiniebla,
El sol, lo mismo que mi corazón, ennegreció;
El griterío de las tropas era como el de Shadday,
Como el fragor de las olas del mar al rugir la tempestad.
Al amanecer, la tierra estaba sacudida
Sobre sus columnas, como ebria;
Los caballos corrían y se revolvían
Cual víboras sacadas de su cubil,
Como si los venablos arrojados fueran
Rayos que llenaban el aire de luz,
Las flechas como gotas de lluvia,
Y los escudos, cribas;
Los arcos eran serpientes en sus manos,
Cada una escupía abejas por su boca;
Las espadas sobre sus cabezas eran antorchas
Que al caer perdían su brillo;
La sangre humana corría sobre la tierra
Como la de los carneros por los costados del atrio.
Varones valientes perdían el gusto
Por la vida y elegían la muerte.
Los guerreros pensaban que las heridas abiertas
De sus cabezas, eran coronas;
De acuerdo con su fe, lo recto era morir,
Seguir viviendo les estaba vedado.
¿Qué podía hacer yo, si no había refugio, ni sostén,
ni apoyo, perdida la esperanza?
Los enemigos vertían sangre como agua
Aquel día angustioso, yo vertía mi plegaria
Al Dios que a los inicuos abaja y arroja
A la fosa que ellos excavaron,
Y que, en la batalla, la espada y las flechas devuelve
Al corazón del enemigo que las prepara y lanza.”
(Literatura hebrea en la España
Medieval – Ángel Sáenz-Badillos)
BIBLIOGRAFIA:
- - El siglo XI en primera persona. Las memorias de
abd Allah, último rey zirí de Granada. Traducidas por E. Leví-Provençal y
Emilio García Gomez. Ed. Alianza Tres
- - Sefarad, los judios de España de María Antonia
Bel Bravo, Ed. Silex
- - Literatura Hebrea en la España Medieval de Ángel
Sáenz-Badillos. Fundación Amigos de Sefarad, Universidad Nacional de Educación
a Distancia – Madrid 1991
- - Judíos Españoles de la Edad de Oro (siglos XI-XII)
de Antonio Antelo Iglesias. Fundación Amigos de Sefarad, Universidad Nacional
de Educación a Distancia – Madrid 1991
- - Sefer ha-Qabbalah de Abraham ha-Leví ben David,
traducción de Jaime Bages Tarrida, Granada 1922